Mas all¨¢ del centro educativo
El reciente y lamentable accidente de los dos ni?os del colegio Badalon¨¨s en una riera de la comarca de Osona pone de relieve el contraste entre la creciente importancia de las actividades extraescolares en el sistema educativo catal¨¢n y la poca atenci¨®n que reciben de los responsables de ese mismo sistema. Las primeras reacciones apuntan a la necesidad de regular m¨¢s la cuesti¨®n. Sin descartar que ello sea necesario, ya que no es la primera vez que lamentamos este tipo de accidentes mortales, me inclinar¨ªa m¨¢s por avanzar tambi¨¦n en otras direcciones. Los decretos y las normas sirven para lo que sirven. No resuelven la complejidad de unas actividades extraescolares para j¨®venes y ni?os a las que les pide muchas cosas al mismo tiempo. Se busca la complementariedad de los contenidos educativos formales. Se busca vivir experiencias inusuales en una ciudad como el contacto con la naturaleza, las labores del campo o la autoorganizaci¨®n de la supervivencia. Se busca el que aprendan a valorar la convivencia con sus compa?eros y con otros adultos diferentes de los habituales, fuera del marco tradicional de las paredes de la escuela y del hogar.
Es preciso dotar con m¨¢s medios al ¨¢mbito de las actividades extraescolares
Ese conjunto de demandas m¨¢s o menos expl¨ªcitas no pueden tratar de reglamentarse de manera excesivamente r¨ªgida, ya que entonces perder¨ªan buena parte de la emoci¨®n y espontaneidad que se busca, y que contrasta con las rutinas escolares habituales. Sin duda es preciso adecuar el nivel de riesgo de cada actividad con la edad, pero tambi¨¦n es bueno que cada cual haga su propio camino hacia la responsabilizaci¨®n, para permitir que ni?os y ni?as logren ser cada vez m¨¢s aut¨®nomos y controlen sus propias capacidades con relaci¨®n a los riesgos del entorno.
Desde mi punto de vista, para ello, lo que conviene es trabajar a favor de una mejor articulaci¨®n entre profesionales de la ense?anza, entidades competentes y responsables de las actividades de ocio educativo, y una m¨¢s adecuada formaci¨®n y retribuci¨®n de los monitores y dem¨¢s personal implicado en ese plural y complejo mundo de prestaciones que rodean y complementan la educaci¨®n formal. Este mismo peri¨®dico publicaba ayer la cifra seg¨²n la cual el 70% de las escuelas de Catalu?a organizan colonias para su alumnado. Y ello es s¨®lo la punta del iceberg. Las actividades extraescolares y de ocio educativo se multiplican cada d¨ªa que pasa. Hemos de ser conscientes de que los centros educativos no pueden abordar en solitario la aventura de la educaci¨®n de calidad con las cortapisas de nuestra realidad institucional, con la rigidez de estructuras de profesorado, y con horarios y calendarios escolares que nada tienen que ver con los de las familias. Y por ello aumentan las demandas y las ofertas de actividades preescolares, de mediod¨ªa, posescolares, escuelas de verano, o de campos y colonias de todo tipo y para cada ¨¦poca del a?o.
Los incidentes que detectamos en ese poblado escenario son hasta ahora muy poco frecuentes si los comparamos con las estad¨ªsticas de accidentes laborales en nuestro pa¨ªs. Pero ello no es ¨®bice para no tratar el tema y mejorar su actual situaci¨®n. Desde el punto de vista de las entidades las cosas se mueven. En estas ¨²ltimas semanas se han sucedido algunas iniciativas que sugieren que alguna cosa est¨¢ cambiando. Por un lado, la fundaci¨®n Pere Tarr¨¦s junto con la asociaci¨®n Rosa Sensat organiz¨® unas jornadas que con el significativo t¨ªtulo Respostes a noves necessitats educatives i socials. Complicitats i recursos m¨¦s enll¨¤ de l'aula, abord¨® en profundidad el tema. En esas jornadas se constat¨® el malestar de algunos padres y madres por su incapacidad de incidir en la vida de los centros educativos, pero tambi¨¦n el malestar de los profesionales de la educaci¨®n por la sobrerresponsabilizaci¨®n de sus funciones, as¨ª como el malestar de los monitores y otros agentes que intervienen en actividades extraescolares y de ocio educativo (especialmente en las pausas del mediod¨ªa, y en los espacios de atenci¨®n a las entradas y salidas de los centros), por el poco reconocimiento de su labor. M¨¢s all¨¢ de la constataci¨®n de ese malestar, se propuso abrir espacios de reflexi¨®n conjunta, exigir calidad en las actividades extraescolares, abrir la puerta a que los padres y madres intervengan en esos espacios, evitar la idea de que los alumnos s¨®lo precisan alargar la jornada escolar para evitar quebraderos de cabeza a los adultos, y lograr que la labor de los monitores no sea vista como algo secundario, precario y temporal, y empiece a valorarse como lo que es: un trabajo de alta exigencia emocional y de clara repercusi¨®n educativa.
En la misma l¨ªnea, la Fundaci¨® Catalana de l'Esplai i la Federaci¨® d'Associacions de Pares i Alumnes de Catalunya que ayer publicaban un amplio comunicado con relaci¨®n al tema de Osona, han suscrito un acuerdo por el que se iniciar¨¢ una experiencia conjunta de organizaci¨®n de los espacios de actividades extraescolares en algunos centros educativos catalanes. Tambi¨¦n aqu¨ª se pretende dar una respuesta proveniente de la iniciativa social a una necesidad de la comunidad educativa, m¨¢s all¨¢ de las ofertas mercantiles que las empresas de catering escolar empiezan a ofrecer aqu¨ª y all¨¢. Estamos pues ante verdaderas oportunidades que, por ejemplo, los ayuntamientos no deber¨ªan desatender, cuando la propia Generalitat se hace la remolona y desoye las decisiones del propio Consejo Escolar de Catalu?a (dictamen 3/2000). No se trata de que las administraciones sean las responsables de las actividades de los alumnos desde que se levantan hasta que se van a la cama. Ni tampoco de que para descargar a los padres y madres, los ni?os y ni?as est¨¦n todo el d¨ªa haciendo actividades educativas. Lo que es importante es que se evite que la organizaci¨®n de esas actividades aumente las desigualdades de acceso de aquellos que no dispongan de medios econ¨®micos, que lo que se haga, se realice en condiciones laborales y de seguridad adecuadas, y que en la planificaci¨®n de esos espacios y de esas actividades complementarias de diversi¨®n y ocio puedan participar padres, madres, profesores y entidades sociales con recursos espec¨ªficos al respecto. No es un problema de hacer happy parks municipales o auton¨®micos. Tampoco se trata de reglamentar al detalle un campo en el que conviene a¨²n experimentar y profesionalizar. Lo que es seguro es que el problema existe, y que por eso mismo existe tambi¨¦n la oportunidad. Una oportunidad de oro para aquellos (municipios, escuelas, padres y madres, entidades...) que entiendan que el futuro de la comunidad pasa de manera crucial por la calidad tanto de su sistema educativo formal como del ¨¢mbito educativo no formal.
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