Durmiendo con el diplodocus
El Museo de Ciencias Naturales inicia un proyecto para que 'acampen' dentro una noche los escolares de 8 a 12 a?os
Un grupo de 50 escolares aguardaba ayer, cargado con mochilas, aislantes y sacos de dormir, a las ocho de la tarde frente al Museo Nacional de Ciencias Naturales. Estaban listos para iniciar una acampada fuera de lo normal: una visita nocturna al centro, que ten¨ªa como colof¨®n pasar la noche bajo el diplodocus americano. Es el proyecto La Noche del Museo, una idea que funcionar¨¢ todos los viernes del presente mes y el pr¨®ximo curso de forma sistem¨¢tica. El objetivo: conseguir que los escolares de entre 8 y 12 a?os destierren la creencia de que un museo es una colecci¨®n aburrida de objetos muertos y descubran en ¨¦l un aut¨¦ntico lugar de aventura.
'Miedo, miedo, lo que es miedo, no me da. De peque?o he venido muchas veces al museo y me han dicho que es de mentira. A lo mejor me da un poco de sensaci¨®n', comentaba Alejandro, un chaval de 12 a?os, ante la perspectiva de tener que pasar la noche durmiendo bajo semejante animal. Alejandro, al igual que el resto de sus compa?eros de la Escuela Media Italiana, reconoc¨ªa que hab¨ªa pasado muchas noches fuera de casa en campamentos y con amigos, pero que dif¨ªcilmente pod¨ªa recordar una experiencia siquiera parecida a la que iba a suponer una noche compartida con un especimen 150 millones de a?os m¨¢s viejo que ¨¦l.
Los ni?os pueden recrear en un taller el proceso de investigaci¨®n de los paleont¨®logos
'Esto va a ser un cachondeo. Siempre hay uno que lo rompe todo, otro que tira las cosas... Lo malo es que haya alg¨²n son¨¢mbulo entre nosotros', se preparaba Julio, emocionado ante la que esperaba que fuera una noche de gran emoci¨®n. Pero, adem¨¢s de la motivaci¨®n aventurera, tambi¨¦n hab¨ªa otra m¨¢s cient¨ªfica. 'Es emocionante estar aqu¨ª, podemos aprender mucho. Nunca lo hab¨ªa hecho y me hace ilusi¨®n. En las acampadas de verdad no hay dinosaurios, s¨®lo hay bichos', relataba Elena, de 11 a?os.
'La idea es que pasen una noche inolvidable. Que se diviertan, pero tambi¨¦n que se acerquen al mundo de la paleontolog¨ªa y la ecolog¨ªa', relata Pilar L¨®pez, la coordinadora de programas del museo. Para ello, adem¨¢s de comer un bocata y dormir en saco, los monitores hab¨ªan preparado dos actividades repletas de conocimiento. La primera era una ruta de senderismo entre la ribera de un arroyo, un robledal y un pinar. En segundo lugar, unos elaborados talleres en los que los alumnos imitan la rutina diaria de un paleont¨®logo durante el proceso de investigaci¨®n de la vida de los antiguos habitantes del planeta: documentarse, excavar e ir al laboratorio.
'Hace calor, ?verdad', inquiri¨® un monitor con salacot ech¨¢ndole un pel¨ªn m¨¢s de imaginaci¨®n. A su alrededor, un grupo de seis ni?as no pod¨ªa ocultar su fascinaci¨®n ante el instructor que desenterraba, con todo el cuidado posible, un grupo de huesos enanos con la ayuda de un pincel y un minirrecogedor.
'Hay que tener mucho cuidado de ir apuntando el lugar exacto donde han aparecido porque eso nos proporciona luego mucha informaci¨®n importante con la que trabajar', explic¨®. '?Hab¨¦is o¨ªdo hablar de Atapuerca? All¨ª se encontraron restos del Homo antecessor', continu¨®. '?C¨®mo?', preguntaron todas al un¨ªsono. Respuesta: 'S¨ª, un se?or, un antiguo, del que ahora tenemos, por su posici¨®n, mucha informaci¨®n por lo bien que se hizo la excavaci¨®n'.
En la biblioteca, los chavales, ataviados con unas gafas de aumento, realizan un crucigrama para encontrar los nombres de seis dinosaurios presentes en la sala central. Todos los nombres tienen m¨¢s de tres s¨ªlabas y, adem¨¢s, resultan complicados de recordar. Como el Megatherium americanum, un animal inmenso del que su descubridor asegur¨® en 1788: 'Son los huesos de un cuadr¨²pedo, corpulento y raro'.
'Esto es un chollo, haces un crucigrama y te aprueban', dec¨ªa encantado Julio, de 12 a?os, al comprobar que su cartilla recib¨ªa la estampaci¨®n de un sello m¨¢s. Era la muestra de que ya estaba listo para la siguiente prueba: el laboratorio, donde, con una bata blanca, deb¨ªa afrontar el reto de construir el molde de un f¨®sil para mand¨¢rselo a otro paleont¨®logo del extranjero que, interesado por el supuesto hallazgo, hab¨ªa pedido a su colega espa?ol una reproducci¨®n a tama?o real de los restos animales.
Los alumnos no son, sin embargo, los ¨²nicos visitantes nocturnos del Museo Nacional de Ciencias Naturales para esta actividad. Los colegios que se animen a realizar la ruta y a excavar (915 646 169), adem¨¢s de pagar 3.000 pesetas por alumno, tendr¨¢n que pagar otras 1.500 por profesor. Y es que el museo lo ha previsto todo y no quiere dejar a los escolares solos en esta noche tan especial, en la que acampar¨¢n bajo los pies del dinosaurio americano.
Todo con la intenci¨®n de que, pese a la aparente valent¨ªa demostrada por los chavales, no vayan a sufrir un ataque de pavor al encontrarse a oscuras con tan enorme animal.
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