S¨®lo la apat¨ªa ciudadana puede privar a Blair de otra victoria arrolladora
Los conservadores de William Hague piden el voto para no perder por goleada
Pese a las provocadoras apariciones de la ex primera ministra, Margaret Thachter, los electores parecen m¨¢s interesados por el Gran Hermano local o los partidos de cricket entre Inglaterra y Pakist¨¢n que por la campa?a. Dilucidado el ganador, los brit¨¢nicos deben a¨²n decidir si quieren convertir en arrolladora la victoria de Tony Blair o prefieren moderarla para darle un toque de atenci¨®n por el desastre de la fiebre aftosa, las carencias de la sanidad y de las escuelas y el deterioro del transporte p¨²blico. A pesar de las encuestas, se hace dif¨ªcil pensar que pueda acabar arrollando un Gobierno que tiene enrrabietados a los transportistas, deprimidos a los agricultores y a punto de levantarse en armas a m¨¦dicos y maestros.
Quiz¨¢ para explicarlo baste con mirar al rival conservador, sumido en la larga traves¨ªa del desierto desde que en 1997 se interrumpieran 18 a?os consecutivos de los tories en el poder. Los brit¨¢nicos deben decidir si quieren castigar con una severa derrota a los conservadores por vivir en el limbo, a a?os luz de los problemas reales de los ciudadanos, o se conforman con mantenerles fuera del Gobierno otra legislatura. Su jefe de filas, William Hague, ya no aspira a ser primer ministro; le basta con mantener el liderazgo del partido. Empe?ado en salvar a la libra esterlina a destiempo, cuando nadie la amenaza, la campa?a de Hague ha sido tal fracaso que ha obligado a los tories a cambiar de rumbo en la recta final. Hace ya tres d¨ªas que nadie recuerda cu¨¢ntos quedan para salvar la libra. Hace ya tres d¨ªas que los conservadores hablan de algo m¨¢s que de Europa. Y hace ya tres d¨ªas que se atempera la ventaja laborista en las encuestas, que oscila ahora entre 12 y 19 puntos, para regocijo de los liberal-democr¨¢tas, que suben hasta el 19% y empiezan a creer en el milagro de superar a los tories.
Posiciones radicales
Quiz¨¢ todo sea ya demasiado tarde para Hague, que puede acabar muriendo a manos de quien m¨¢s le ayud¨® a llegar a la cima: Margaret Thatcher. La Dama de Hierro, que en 1997 apadrin¨® a Hague hasta la c¨²pula del Partido Conservador, le ha arrastrado en esta campa?a a unas posiciones tan radicales y centradas en el euro que no han sido entendidas por los brit¨¢nicos.
Hasta los medios m¨¢s pr¨®ximos a los conservadores han criticado una estrategia que ha perdido los sondeos y ha abierto las heridas m¨¢s sangrantes para la cohesi¨®n interna. El euro y Europa son la espina dorsal del debate pol¨ªtico de largo aliento en el Reino Unido, pero convertirlos en la espina dorsal de la campa?a ha sido un error. La tozudez tory ha acabado por hacer calar la tesis laborista de que Hague s¨®lo quiere hablar del euro porque no tiene argumentos para criticar la gesti¨®n de Blair. Su punto m¨¢s d¨¦bil, los servicios p¨²blicos, es un mal argumento para los conservadores porque fueron ellos los primeros que empezaron a socavarlos.
Una derrota espectacular de Hague seguramente alzar¨ªa al liderazgo del Partido Conservador a Michael Portillo, que aparece atrapado entre la obediencia debida de hoy y las aspiraciones de la semana que viene. Portillo, que hace cuatro a?os vivi¨® la humillaci¨®n de quedarse sin esca?o, hace ya d¨ªas que atempera los excesos de Hague y Thatcher.
En su primera incursi¨®n en campa?a, la Dama de Hierro record¨® cu¨¢nto le repugna el euro y jur¨® fidelidad eterna a la libra. Rompi¨® as¨ª el acuerdo de los conservadores de rechazar la adhesi¨®n al euro la pr¨®xima legislatura sin pronunciarse sobre el m¨¢s all¨¢. En la segunda intervenci¨®n, m¨¢s en sinton¨ªa con los cerebros de la campa?a conservadora aunque con su particular tendencia al exceso, Thatcher advirti¨® de que una victoria arrolladora de los laboristas puede llevar a Gran Breta?a a 'una dictadura electa'.
Excesos antieuropeos
Sus palabras marcaron un cambio de rumbo en la campa?a conservadora: William Hague ya no pide el voto para ganar, sino para evitar una derrota por goleada. En su entorno aseguran que todo estaba planificado. Que los excesos antieuropeos garantizan el voto conservador radical. Y los llamamientos contra un triunfo arrollador de los laboristas les permitir¨¢n captar una buena tajada entre los cinco millones de votos todav¨ªa indecisos.
Esa t¨¢ctica permiti¨® en 1995 a los conservadores australianos ganar unas elecciones que ten¨ªan completamente perdidas en Queensland (Australia), recuerdan los laboristas. Ven ahora con cierto v¨¦rtigo la posibilidad de morir de ¨¦xito: las encuestas son tan buenas que sus votantes se pueden quedar en casa. Por eso Tony Blair llam¨® ayer a sus partidarios a olvidarlas y a 'acudir a votar el jueves'. Por eso, en un cartel electoral fundieron la sonriente cara de Hague con la r¨ªgida permanente de Margaret Thatcher bajo el lema 'si t¨² no sales de casa a votar, pueden volver'.
Pero la apat¨ªa ciudadana s¨®lo est¨¢ en parte provocada por la seguridad en el triunfo. Hay una buena dosis de protesta: la mayor¨ªa de los brit¨¢nicos cree que los conservadores no merecen volver al Gobierno, pero muchos piensan tambi¨¦n que los laboristas merecen un toque de atenci¨®n por su arrogancia y tecnocracia. Otros s¨ª aprecian la capacidad de gesti¨®n t¨¦cnica del laborismo: la muy poco izquierdista revista The Economist tambi¨¦n ha fundido la cara de Thatcher, pero lo ha hecho con la de Blair, 'el ¨²nico conservador cre¨ªble', para pedir el voto por los laboristas.
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