El Centro Pompidou desvela a Hitchcock como uno de los grandes artistas del siglo XX
La exposici¨®n compara al cineasta con los mejores pintores o escultores contempor¨¢neos
Un d¨ªa u otro ten¨ªa que suceder, el cine iba a encontrarse expuesto en un museo de arte contempor¨¢neo, a ser tratado en pie de igualdad con las dem¨¢s artes, ya sea la pintura, la escultura, la m¨²sica o la literatura. La exposici¨®n titulada Hitchcock y el arte: coincidencias fatales, abierta en el Centro Pompidou de Par¨ªs hasta el 24 de septiembre, tiene como idea central demostrar hasta qu¨¦ punto el mago del suspense era tambi¨¦n alguien que trabajaba en la misma direcci¨®n que una buena parte de los artistas de finales del siglo XIX y de todo el siglo XX.
Ya no se trata del museo de cin¨¦filos, especializado, duplicaci¨®n culta del barrac¨®n de feria, ni de acoger el cine con condescendencia, para ilustrar un discurso que encuentra su nobleza en otras ¨¢reas, sino de aceptarlo como uno m¨¢s: pensar, en definitiva, que Hitchcock -porque de ¨¦l se trata- tiene tanto derecho a las salas del Pompidou como Dal¨ª, Rossetti, Spilliaert, Max Ernst, Beardsley, Magritte, De Chirico, Hopper, Klee, Rodin, Valloton, Edgar Poe, Munch, Man Ray y tantos otros convocados para la oportunidad.
En la exposici¨®n -que re¨²ne medio millar de objetos personales, aparatos de rodaje, fotos y pel¨ªculas familiares del genial director- se presenta a Alfred Hitchcock (Leytonstone, Inglaterra, 1899-Los ?ngeles, EE UU, 1980) como alguien que se inspiraba e inspiraba el arte del que era contempor¨¢neo, no en vano el cineasta era un buen coleccionista aunque tuviera entre las telas colgadas en las paredes de su residencia de Los ?ngeles un picasso falso.
El peso de la iconograf¨ªa rom¨¢ntica y victoriana es evidente en cintas como Rebeca o en la concepci¨®n de la mansi¨®n de Psicosis, eso no es ning¨²n descubrimiento. Pero lo es poner en relaci¨®n a la mujer pintada por Dante Gabriel Rossetti en su obra Bocca Baciata con las distintas hero¨ªnas hitchcockianas, esas rubias glaciales que fueron en sus manos Eva Marie Saint, Grace Kelly, Kim Novak y Tippi Hedren, los cuatro s¨ªmbolos de un deseo cuya consumaci¨®n conduce a la muerte.
En la exposici¨®n se privilegian los dos movimientos que m¨¢s influyeron en la formaci¨®n est¨¦tica de Hitchcock, a saber, el simbolismo y el surrealismo. Y todo se articula alrededor de cinco grandes temas: la mujer, el deseo y el doble, los lugares generadores de inquietud, el terror y el espect¨¢culo.
Sobre ellas ya queda dicho hasta qu¨¦ punto el director buscaba un modelo estimado inaccesible y mort¨ªfero, su melena recogida en un mo?o en espiral que deja bien visible la nuca. Cary Grant, James Stewart, Tony Perkins o Sean Connery alargaron sus brazos para acariciar o estrangular esos cuellos. Truffaut dec¨ªa de Hitchcock que filmaba los besos como si fuesen asesinatos y los asesinatos como abrazos amorosos. La exposici¨®n confirma esa tesis.
Sobre esos besos tambi¨¦n puede decirse que, a veces, incluyen la mirada del espectador, creando un ins¨®lito tri¨¢ngulo gracias a que la pel¨ªcula hace sentir la presencia y la mirada de la c¨¢mara, de nuestra mirada. Le baiser, de Auguste Rodin, preside la sala en la que tres monitores muestran esas efusiones.
Los lugares que crean inquietud son en Hitchcock lugares cotidianos, cocinas o dormitorios. La luz, de corte expresionista muchas veces -el director brit¨¢nico comprendi¨® lo que pod¨ªa dar de s¨ª el cine al conocer a Murnau-, es fundamental a la hora de revelar el aspecto inquietante de las cosas. Magritte o Max Ernst, los dos amantes de las mujeres-p¨¢jaro, son fuente de inspiraci¨®n para Los p¨¢jaros y la manera de presentar a Tippi Hedren. Una estructura met¨¢lica con cuervos disecados nos sit¨²a.
El dormitorio de Janet Leigh en Psicosis, la maquinilla de afeitar de Con la muerte en los talones, la cabeza disecada de la madre de Norman Bates, el tal¨®n con ojos creado por Salvador Dal¨ª para Recuerda, el collar de V¨¦rtigo, las tijeras de Crimen perfecto o el teleobjetivo de James Stewart en La ventana indiscreta est¨¢n en Par¨ªs para ayudar a comprender el valor art¨ªstico de uno de los grandes creadores de miedos contempor¨¢neos y un cineasta fetichista, capaz de dotar de vida a los objetos.
Y queda tambi¨¦n la relaci¨®n exhaustiva de todas las apariciones de Hitchcock en sus pel¨ªculas, una costumbre que arranca de una estricta necesidad de figuraci¨®n, que se convierte luego en firma del cineasta y m¨¢s tarde en gag obligado, como lo prueba que llegara a insertar su silueta en un anuncio de productos adelgazantes incluido en un peri¨®dico que hojea un actor.
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