Lessing para siempre

Naci¨® y creci¨® en dos pa¨ªses que ya no son como eran, ni siquiera se llaman igual: su Persia natal es ahora Ir¨¢n, y la tierra africana en que se hizo mujer, llamada Rodesia, es hoy Zimbabue. Quiz¨¢ por ello, la literatura de Doris Lessing es algo tan real e imbricado en su propia ¨¦poca como ella misma. Cuando la conoc¨ª, hace 18 a?os, aquella ¨²nica vez en que tuve el privilegio de entrevistarla (lo cual no debi¨® resultarle demasiado impresionante, pero a m¨ª me dej¨® rendida para siempre), sent¨ª que su literatura y su presencia, que conten¨ªan todas las dudas y pesimismos de este siglo, eran una cosa sola, algo con lo que ten¨ªa que vivir, algo por lo que dar la cara escribiendo. Ten¨ªa entonces 63 a?os y una serenidad que a m¨ª me pareci¨® de roca viva, pero que con el tiempo, al acercarme a su edad de entonces, he ido entendiendo hasta qu¨¦ punto pose¨ªa la naturaleza pura y fr¨¢gil del cristal, esa cualidad para seguir adelante pese a las amenazas de quebranto.

El apartheid, la revoluci¨®n, las dos horrendas guerras mundiales, el feminismo, la lucha por un mundo mejor, las decepciones, la ca¨ªda del comunismo, la necesidad de amor, irreconciliable con la exigencia de una habitaci¨®n propia... Todo ello forma parte de su obra y su vida, como si Doris Lessing fueran a la vez presente y memoria. Y recuerdo su noble calma de campesina abierta al mundo.