Hacer crecer el consenso
Quiz¨¢ no se aprecie a primera vista, pero, observando la cuesti¨®n desde la perspectiva de un cierto tiempo y de varios casos sucesivos, se adivina la l¨ªnea estrat¨¦gica en que parece instalado el presidente del Gobierno. Poco creativo su Gabinete ya en materia econ¨®mica, est¨¢ especialmente interesado en reformas de otros aspectos de la vida social y administrativa. Para ellas quiere soluciones r¨¢pidas y no parte de una precisa voluntad de consenso, sino que ¨¦ste es un resultado sobrevenido, producto de la actitud de la oposici¨®n, hecho in¨¦dito hasta tiempos muy recientes. De los dos casos en que se ha producido en uno -pacto antiterrorista- parece ya perder su sentido en su redacci¨®n actual, una vez que se ha colmado el abismo existente entre partidos nacionalistas y quienes no lo son. En el otro -pacto por la justicia- ha habido zonas de sombra en que el acuerdo no ha sido posible -fiscal general del Estado-, pero al menos se ha acudido a una ampliaci¨®n posterior del acuerdo a otros grupos pol¨ªticos.
El consenso debiera extenderse a otros campos, aprovechar el punto de partida existente en la propia sociedad y evitar las prisas gubernamentales en beneficio de un posible seguro de perduraci¨®n de las medidas destinadas a aprobarse.
Hay dos importantes materias en las que resulta posible y debiera intentarse. Desde hace tiempo existe una coincidencia generalizada en la Universidad de que es necesaria una reforma en la LRU. Es posible que los rectores no hayan sido capaces de unidad ni de claridad en sus propuestas. No tiene sentido, sin embargo, que un parlamentario del PP les haya propinado un varapalo, sobre todo teniendo en cuenta hasta qu¨¦ punto este partido debiera tener en cuenta la iniciativa de la sociedad civil. Como con el decreto de Humanidades da la sensaci¨®n, leyendo el proyecto del Gobierno, que s¨®lo tiene unas ideas muy gen¨¦ricas acerca de cu¨¢les debieran ser los principios en que debiera fundamentarse la reforma y de que, de cualquier modo, los medios no son los oportunos para obtener los resultados apetecidos. ?C¨®mo va a pensarse que introduciendo representaci¨®n, a la postre pol¨ªtica, en el gobierno de la Universidad va a mejorar ¨¦sta sin, adem¨¢s, ocuparse de la financiaci¨®n, para la que se increment¨® el gasto en Justicia? Las nuevas pruebas de selecci¨®n del profesorado parecen bienintencionadas, pero recuerdan demasiado a las del pasado remoto y crean problemas adicionales de dif¨ªcil resoluci¨®n. De cualquier modo, lo que no tiene sentido es tratar de galopar al enfrentarse con una disposici¨®n como ¨¦sta cuyos efectos tardar¨¢n en apreciarse y depender¨¢n de que los diferentes grupos pol¨ªticos est¨¦n dispuestos a mantener el grueso de la disposici¨®n en vigencia durante mucho tiempo.
El museo del Prado est¨¢ tambi¨¦n sobre el tapete. Fue, en su d¨ªa, objeto de un 'consenso ap¨®crifo' que pretend¨ªa apartarlo de la discusi¨®n partidista, pero lo introdujo en los ejercicios de frivolidad de los aficionados. El resultado ha sido muy poco brillante; s¨®lo en los ¨²ltimos tiempos parece algo m¨¢s esperanzador. El consenso en un caso como ¨¦ste es viable y aun por completo obligado. ?C¨®mo va a ser imposible ponerse de acuerdo si se ha logrado en materia tan controvertida como el Consejo General del Poder Judicial? Todo el mundo est¨¢ de acuerdo en incrementar la financiaci¨®n, pero la forma de regirse esta instituci¨®n y, sobre todo, la de seleccionar su personal mueve a muchos m¨¢s interrogantes.
El consenso exige siempre una actitud de apertura y tratar de evitar el roce permanente por motivos de menor cuant¨ªa, en especial cuando los hay de mayor. Intentar un acuerdo sobre la Espa?a plural a estas alturas parece imposible, pero ser¨ªa bueno olvidar las contiendas sobre la autodeterminaci¨®n que provoca tanta irritaci¨®n en unos como entusiasmo en otros, los cuales, de no ser discutida, ni siquiera estar¨ªan dispuestos a ponerla en pr¨¢ctica. Sobre Els segadors no habr¨ªa que contestar el derecho y a¨²n el deber de la Administraci¨®n catalana de obligar a su ense?anza, sino tratar de pactar el contenido de la misma. No sea que el bon cop de fal? (buen golpe de hoz) que se oye en su estribillo pueda ser interpretado, a uno y otro lado, como signo de agresividad y no de identidad.
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