La militarizaci¨®n del pensamiento pol¨ªtico
Los temas militares han dominado esta semana la agenda europea del presidente Bush, pero en realidad son conflictos pol¨ªticos disfrazados. Esta administraci¨®n, a¨²n m¨¢s que las que la precedieron, padece de una militarizaci¨®n de su pensamiento pol¨ªtico, una evoluci¨®n significativa en un Washington en el que el Pent¨¢gono se ha convertido en el participante de m¨¢s peso y mayor financiaci¨®n, con diferencia, en el debate pol¨ªtico. La consecuencia es que Washington est¨¢ perdiendo perspectiva, e incluso vocabulario, para tratar la pol¨ªtica exterior como un asunto pol¨ªtico.
La discusi¨®n sobre una fuerza militar europea aut¨®noma es en realidad una disputa pol¨ªtica sobre las soberan¨ªas nacionales. Hoy, los europeos no tienen ninguna raz¨®n que haga necesaria una fuerza militar conjunta, pero sin autonom¨ªa militar, la UE no es soberana. Esto es lo que se discute. Washington, sin embargo, lo aborda como un problema de eficacia militar, de divisi¨®n de mandos y de recursos compartidos, como si no se tratara de un conflicto de poder pol¨ªtico.
La ampliaci¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica se ve como un tema de seguridad, pero la OTAN se ha convertido en realidad en una asociaci¨®n pol¨ªtica en expansi¨®n cuya capacidad militar se reduce con la admisi¨®n de cada nuevo miembro. La complejidad de las relaciones internacionales en el seno de la alianza ha debilitado la preponderancia y la autoridad de EE UU, de forma que la OTAN de hoy est¨¢ a kil¨®metros de distancia de la estrecha alianza militar de hace una d¨¦cada. La OTAN se encuentra sin duda en baja forma para llevar a cabo intervenciones 'fuera del ¨¢rea', y si los estados B¨¢lticos se convierten en nuevos miembros, la alianza tendr¨¢ que ser mucho m¨¢s precavida con respecto a su actuaci¨®n dentro de Europa de lo que lo fue cuando bombarde¨® Serbia en 1999.
Ha habido ventajas pol¨ªticas en la ampliaci¨®n de la OTAN, pero el objetivo de estabilizar Europa Central y del Este tras el comunismo se podr¨ªa haber conseguido con mecanismos pol¨ªticos menos provocadores para Rusia. Sin embargo, Washington quer¨ªa dar a la OTAN una raz¨®n para seguir existiendo, a pesar de que la Guerra Fr¨ªa hubiera terminado.
Los asuntos m¨¢s importantes que tratar¨¢ Bush con el presidente Vladimir Putin en Lubliana son el escudo antimisiles y el control de armamentos. Lo que suceda al final con el escudo antimisiles lo decidir¨¢ el Congreso, y tambi¨¦n lo que resulte del an¨¢lisis estrat¨¦gico que se est¨¢ llevando a cabo bajo la direcci¨®n del secretario de Defensa Donald Rumsfeld. La opini¨®n de los aliados tendr¨¢ escaso peso en la resoluci¨®n, dado que Bush se ha comprometido desde el principio a construir el escudo.
La elecci¨®n la propondr¨¢ el presidente una vez que se haya completado el an¨¢lisis estrat¨¦gico y el Congreso legislar¨¢, un Congreso que est¨¢ ahora bajo el control del partido dem¨®crata, con un tibio entusiasmo por un escudo antimisiles USA impuesto unilateralmente que subvierte las relaciones establecidas de control de armas y socava las alianzas. No obstante, es dif¨ªcil para cualquiera que est¨¦ en el Congreso votar en contra de medidas para defender a EE UU, incluso si ¨¦stas son poco convincentes.
En general no se ha entendido bien el hecho de que para la administraci¨®n de Bush y el Pent¨¢gono (y tambi¨¦n para algunos dem¨®cratas) es m¨¢s importante que exista un programa de defensa antimisiles que el que los misiles funcionen. La defensa nacional antimisiles es b¨¢sicamente un proyecto civil, que se ha ama?ado para que parezca un proyecto militar.
Se presenta como una defensa para EE UU ante la amenaza que representa para la ¨²nica superpotencia Osama bin Laden desde su caverna de Afganist¨¢n, o Kim Jong II, Moamar Gadafi o Sadam Husein.
En realidad es una justificaci¨®n para mantener los altos niveles de gasto del gobierno de EE UU en investigaci¨®n y desarrollo aeroespacial y de tecnolog¨ªas avanzadas relacionadas con el espacio. Esta inversi¨®n en la industria aeroespacial de EE UU ha hecho que desde el estallido de la II Guerra Mundial ¨¦ste y otros sectores industriales se hayan mantenido pr¨®speros al tiempo que situaban al pa¨ªs en la vanguardia de la tecnolog¨ªa, con muchos beneficios derivados para la econom¨ªa. ?sta es la versi¨®n estadounidense de la pol¨ªtica industrial nacional: un sistema centralizado de planificaci¨®n estatal, asignaci¨®n de recursos tecnol¨®gicos y financiaci¨®n estatal del sector privado, que Washington condena cuando lo tiene cualquier otro pa¨ªs.
As¨ª pues, habr¨¢ un escudo antimisiles de una clase o de otra, y contar¨¢ con una generosa financiaci¨®n. El problema diplom¨¢tico ser¨¢ mantenerlo dentro de unos l¨ªmites que eviten que haya da?os esenciales en las relaciones de EE UU con sus aliados, y que no fuerce a los antiguos enemigos de la Guerra Fr¨ªa a adoptar contramedidas perjudiciales de las que podr¨ªan derivarse nuevas hostilidades, duraderas y no deseadas.
Wiliam Pfaff es polit¨®logo estadounidense. ? 2001 Los Angeles Times Syndicate International.
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