Recuperar la cohesi¨®n social
La victoria de Blair puede ser hist¨®rica porque nunca antes un laborista hab¨ªa obtenido de los electores una segunda oportunidad. Pero est¨¢ lejos de ser aplastante. Ha obtenido menos esca?os y la abstenci¨®n, 10 puntos superior a la de 1997, nunca hab¨ªa sido tan alta en 90 a?os.
Los brit¨¢nicos le han dicho a Blair, 's¨ª, pero...'. Despu¨¦s del caos que han soportado durante el invierno (inundaciones, epidemias, descarrilamientos), y unos servicios p¨²blicos tercermundistas, lo normal es que el Gobierno perdiese las elecciones. Pero la derrota de los conservadores, m¨¢s que la victoria del New Labour, refleja la preferencia por un modelo de sociedad m¨¢s cercano al de las socialdemocracias continentales.
Ahora si que se puede decir que Thatcher ha muerto. Y a pesar de su excesiva deriva hacia el centro, la oferta de los laboristas dista mucho de convertirles, como algunos pretenden, en sus dignos herederos. En efecto, el triunfo de Blair se apoya en la buena situaci¨®n econ¨®mica y en sus dotes de comunicador pero, sobre todo, en sus propuestas en materia de servicios p¨²blicos y en los errores de sus adversarios, que han centrado su campa?a en el rechazo del euro.
Blair ha podido presentar un buen balance econ¨®mico. Deuda p¨²blica reducida, m¨¢s que en la virtuosa zona euro, inflaci¨®n controlada, libra fuerte, presupuesto en super¨¢vit, d¨¦ficit comercial razonable, paro en m¨ªnimos... Aunque no todo el m¨¦rito es suyo, Blair ha recogido el fruto de los ocho a?os, desde que la libra sali¨® del SME, m¨¢s pr¨®speros desde el fin de la segunda guerra.
Es bueno recordar como los expertos y responsables de la pol¨ªtica econ¨®mica en Europa aseguraban que, fuera del anclaje del SME, a los ingleses se les comer¨ªan los d¨¦ficits y la inflaci¨®n. Probablemente no ten¨ªan entonces otra soluci¨®n, pero los hechos han desmentido esas agoreras predicciones. La libra hab¨ªa recuperado todo lo perdido antes de la primera victoria de Blair. La econom¨ªa ya estaba, desde principios de 1993, en una fase de expansi¨®n, ininterrumpida hasta la fecha, a un ritmo medio del 3%. De manera que, ni con los conservadores ni con los laboristas, el d¨¦ficit y la inflaci¨®n han devorado a los ingleses. M¨¢s bien, liberados del cors¨¦ monetario en el que el orgullo nacional mal entendido hab¨ªa convertido al SME, han obtenido resultados superiores en toda la zona euro.
Desde esta buena situaci¨®n macroecon¨®mica, Blair ha podido combinar rebajas fiscales con un incremento de la inversi¨®n p¨²blica que permitiese corregir los platos rotos de los gobiernos precedentes y recuperar un m¨ªnimo de calidad para unos servicios p¨²blicos desastrosos. Y aqu¨ª es donde se han puesto de manifiesto las diferentes opciones que, m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica, se presentaban a los electores.
Los conservadores han insistido en las rebajas masivas de impuestos, como en los buenos tiempo de Reagan y Thatcher. Desde las gasolinas al ahorro, los recortes de impuestos alcanzaban los 20.000 millones de libras. Por lo que se ve bajar los impuestos no siempre ni en todas partes es de izquierdas.
Los laboristas han preferido ofrecer mejores servicios p¨²blicos, aumentando el gasto p¨²blico y pasando del super¨¢vit al d¨¦ficit presupuestario. Mientras los conservadores paseaban el cad¨¢ver viviente de una Thatcher convertida en una caricatura de s¨ª misma y segu¨ªan clamando contra el euro y los impuestos, los laboristas propon¨ªan 'schools and hospitals first'. Con compromisos concretos, 3% del PIB en inversiones, 10.000 nuevos maestros, 20.000 enfermeras, restricci¨®n en las listas de espera de los hospitales y n¨²mero de alumnos por clase.
Para que nunca m¨¢s, como dec¨ªa Blair, nadie pueda pretender gobernar este pa¨ªs reduciendo las escuelas, los hospitales y los servicios p¨²blicos.
Y los brit¨¢nicos han preferido mejores servicios a menores impuestos. Han percibido las reducciones masivas de impuestos como el s¨ªmbolo de una irresponsabilidad social e incompatible con la satisfacci¨®n de las necesidades colectivas. No es s¨®lo el poco atractivo y nada carism¨¢tico Hague el que ha perdido sino tambi¨¦n sus ideas.
El Gobierno de Blair es tambi¨¦n responsable del deterioro de los servicios p¨²blicos brit¨¢nicos. Para ganar credibilidad econ¨®mica ha gastado en ellos tan poco como los conservadores. Su balance social es insuficiente pero no es tan pobre como algunos pretenden. Ha implantado un salario m¨ªnimo, aunque muy bajo, y lo ha aumentado cuatro veces m¨¢s que la inflaci¨®n. Ha subido las pensiones y establecido cr¨¦ditos de impuestos para las familias m¨¢s pobres. Nada de eso ha impedido que las desigualdades siguiesen creciendo y que el retorno al pleno empleo no bastase para convencer a los brit¨¢nicos de que su vida mejoraba. Pero por los menos Blair les ha propuesto gastar m¨¢s para corregir esta situaci¨®n.
Por eso, en estos tiempos de confusi¨®n ideol¨®gica en los que las denominaciones no definen adecuadamente las identidades, es imprescindible remitirse a las pol¨ªticas que se proponen y practican y no quedarse en la imagen trucada y las ret¨®ricas declaraciones de principios.
Es cierto que el discurso pol¨ªtico de la tercera v¨ªa le coloca lejos, demasiado a veces, de los postulados de la socialdemocracia. Pero la victoria de Blair, a pesar de sus ambig¨¹edades, tiene mucho que ver con su compromiso de recuperar la cohesi¨®n social destruida por los derrotados conservadores.
Jos¨¦ Borrell es diputado socialista y presidente de la Comisi¨®n Mixta Congreso-Senado para la Uni¨®n Europea.
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