El derby de cielos y tierra
Frente al Palacio Real de Madrid hay una hermosa estatua ecuestre de Felipe IV, ¨²ltima obra del escultor Pietro Tacca, a partir de un dise?o de Vel¨¢zquez. El caballo est¨¢ alzado sobre sus patas traseras, lo cual no es infrecuente en representaciones semejantes, pero tiene una caracter¨ªstica nueva: por primera vez en una pieza de ese tama?o la cola del animal no llega hasta el suelo, formando el habitual 'tr¨ªpode' que sostiene la figura. Los c¨¢lculos para lograr tal equilibrio se los facilit¨® a Tacca un amigo cient¨ªfico, bastante pol¨¦mico, llamado Galileo Galilei. Me resulta casi inevitable recordar esa colaboraci¨®n h¨ªpica al enterarme de que uno de los favoritos para el Derby de Epsom de este a?o se llama precisamente Galileo. Pero no es el ¨²nico candidato al triunfo, ni mucho menos. Ah¨ª tenemos tambi¨¦n a Golan, por ejemplo, notable ganador de las Dos Mil Guineas viniendo desde atr¨¢s, lo que indica preferencia por la mayor distancia que va a encontrar en Epsom. Y su compa?ero de entrenamiento Dilsaam, al que yo acabo de ver en York triunfar en el Dante, la m¨¢s recomendable preparatoria para el Derby. O Perfect Sunday, que viene de triunfar convenciendo en Lingfield, por no mencionar a Tobougg, un fracaso en las Guineas pero vencedor a dos a?os de los m¨¢s dif¨ªciles compromisos. De nuevo un Derby gloriosamente abierto, con mucho de bueno donde elegir... lo que no siempre es el caso.
Optar entre Tony Blair y Hague, por ejemplo, no es una propuesta demasiado exaltante. Los brit¨¢nicos tuvieron que afrontarla justamente veinticuatro horas antes de correrse en Epsom el Oaks y cuarenta y ocho antes del Derby, con c¨ªvica resignaci¨®n. Imagino sin dificultad la impaciencia de la propia Reina, que ve¨ªa comprometida su asistencia a Epsom el viernes -donde tras muchos a?os de secano ten¨ªa por fin una yegua, Flight of Fancy, favorita en el Oaks- por culpa del deber protocolario de recibir en Palacio al previsible triunfador en los bostezantes comicios. Finalmente Isabel pudo estar en el hip¨®dromo a tiempo para ver c¨®mo Flight of Fancy llegaba segunda tras una monta poco afortunada, pero los nervios que debi¨® pasar la buena se?ora entre lo uno y lo otro no se los deseo a nadie. Para compensar tanta zozobra, la primera providencia del reelegido Tony Blair ser¨¢ subirse sustanciosamente el sueldo... Mientras, en el refer¨¦ndum de Irlanda, la mayor¨ªa ha optado por rechazar el tratado de Niza y obstaculizar as¨ª la ampliaci¨®n consolidada de la Uni¨®n Europea. Sin duda los irlandeses -cuya curiosa ocupaci¨®n predominante es (Borges dixit) dedicarse a ser incesantemente irlandeses- son buenos patriotas, lo cual confirma aquel aforismo de Ramon Eder donde se?ala que 'para ser un buen europeo hay que ser un mal patriota y, alg¨²n d¨ªa, para ser un buen ciudadano del mundo habr¨¢ que ser un mal europeo' (Hablando en plata). De modo que hoy mi h¨¦roe incorrectamente pol¨ªtico preferido es ese secretario japon¨¦s que saque¨® durante meses los fondos reservados del primer ministro y se gast¨® el bot¨ªn en veinte caballos de carreras, a los que puso los nombres de sus diversas amantes. Como ten¨ªa m¨¢s caballos que amantes, a los restantes les llam¨® con nombres de flores. Ese gran aficionado ya est¨¢ en la c¨¢rcel, sin duda merecidamente, pero que conste que lo que cometi¨® no fue s¨®lo un desfalco, sino tambi¨¦n un haiku...
En esta ¨¦poca apasionada por la gen¨¦tica que vivimos abundan los estudiosos a quienes fascina escudri?ar la genealog¨ªa de los caballos de carreras. Despu¨¦s de todo, se trata de los ¨²nicos animales cuya filiaci¨®n puede rastrearse individuo por individuo hasta el siglo diecisiete, con minucioso control de cada una de las caracter¨ªsticas f¨ªsicas y deportivas de todos los miembros de su linaje. ?Es posible cuantificar con exactitud la influencia gen¨¦tica determinante en un ejemplar concreto? Hasta ahora, la cr¨ªa de purasangres se resiste a la precisi¨®n cient¨ªfica. Ni siquiera el viejo dictamen de que 'para conseguir lo mejor hay que cruzar al mejor con la mejor' cumple siempre su verdad de perogrullo. A veces los criados en la p¨²rpura muestran a la hora de la verdad flaquezas inexplicables. Tomemos, por ejemplo, el caso del propio Galileo: su origen es acad¨¦micamente insuperable, por ser hijo del campe¨®n de los sementales vivos -Sadler Wells- y de Urban Sea, la brava luchadora a la que yo vi ganar hace a?os el premio Arco del Triunfo, batiendo a los mejores de aquellos d¨ªas. El palmar¨¦s como progenitor de Sadler Wells es apabullante: cuarenta y cinco de sus hijos han ganado carreras de grupo primero y del populoso resto raro es el reto?o que no ha despuntado al menos una vez en la pista. En el Oaks de este a?o, las tres primeras yeguas clasificadas -incluyendo por supuesto la de la reina Isabel- son hijas suyas... lo nunca visto. Y cinco de sus hijos se han clasificado segundos durante la ¨²ltima d¨¦cada en el Derby. S¨ª, pero s¨®lo 'segundos': porque, hasta hoy (?fatalidad misteriosa!), la ¨²nica carrera importante que ning¨²n hijo de Sadler Wells ha logrado ganar jam¨¢s es precisamente el Derby de Epsom. El guas¨®n de Borges dec¨ªa cada a?o que no concederle el premio Nobel se hab¨ªa convertido en 'una tradici¨®n escandinava'; pues bien, tambi¨¦n parece ser ya una tradici¨®n turf¨ªstica que a?o tras a?o los hijos de Sadler Wells se queden s¨®lo 'a punto de...' en el Derby. ?No ser¨ªa parad¨®jico que al joven Galileo -s¨®lo ha corrido tres veces, ganando siempre- vaya a perjudicarle por causas supersticiosas en esta ocasi¨®n cimera tener un padre demasiado ilustre, pero gafado? Desde luego, la gen¨¦tica cient¨ªfica se indigna ante la mera suposici¨®n.
Este a?o, la asistencia de p¨²blico en Epsom parece haber aumentado bastante. A los m¨¢s veteranos casi nos parece que la multitud entusiasta se aproxima en n¨²mero a las de hace dos d¨¦cadas, cuando a¨²n las comodidades de lo virtual no propiciaban que la gente disfrutase las emociones h¨ªpicas sin moverse de casa. Hoy la novedad es que los turfistas vamos y venimos pasando de vez en cuando sobre unas alfombrillas empapadas en alg¨²n mejunje que purifica nuestros zapatos del contagio con la plaga aftosa. Por lo dem¨¢s, recuperamos lo mejor del pasado: tiembla otra vez el aire hasta lo alto del impasible cielo y vibra la tierra hormigueante, comprometida con el trepidar agonista de los veloces. Eppur se muove...! Un minuto antes de que los participantes del derby tomen la salida se incendia aparatosamente un chiringuito de fish & chips situado en el centro del hip¨®dromo. La humareda es imponente, mientras empleados y bomberos tratan de sofocarlo y el gent¨ªo se distrae por un instante de lo que est¨¢ a punto de ocurrir en la pista. Pero ya est¨¢n corriendo al fin los doce de la fama y,
Estado, etc¨¦tera. Pero no era el se?or Cort¨¦s el objeto de mi texto, que pro memoria me permitir¨¦ resumir en tres puntos: 1. 'La-tinoamericano' no es una denominaci¨®n despectiva. 2. No fue en modo alguno un invento estadounidense, sino de intelectuales suramericanos de mediados del siglo XIX. 3. As¨ª es como se llaman a s¨ª mismos los nacidos al sur del r¨ªo Bravo.
Elude Mart¨ªnez Al¨¦s estas cuestiones porque teme -seg¨²n dice- que 'cualquier argumentaci¨®n en contrario ser¨ªa una batalla perdida'. Tras esta renuncia, alcanza a hilvanar cinco p¨¢rrafos con argumentos institucionales sobre los que puede tener raz¨®n, pero no contra m¨ª. Veamos: la Conferencia Iberoamericana se llama as¨ª porque re¨²ne a pa¨ªses americanos junto a dos naciones ib¨¦ricas; lo que no implica que los primeros (ni, desde luego, Espa?a y Portugal) como tampoco sus habitantes, sean per se 'iberoamericanos'. El segundo ejemplo alude al Grupo Interamericano de Editores; est¨¢ claro que el adjetivo califica al grupo, no a los editores como personas ni a sus empresas.
Por mi parte, nada tengo que objetar a los t¨ªtulos de las antolog¨ªas que cita mi contradictor. S¨®lo que en ellos el adjetivo 'hispanoamericano' indica que se trata de autores americanos que escriben en lengua espa?ola, sean o no de ra¨ªces hisp¨¢nicas (y algunos no lo son en la recopilaci¨®n de Oviedo). Adjetivar la literatura puede no servir como apelativo para quienes la escriben. Por ¨²ltimo, recuerda Mart¨ªnez Al¨¦s que en M¨¦xico 'hispanidad sigue siendo un t¨¦rmino bien corriente'; es cierto, tan cierto como pudiera serlo que yo replicara que, cada 19 de septiembre, el ritual patri¨®tico mexicano exige gritar 'mueran los gachupines'. Eso s¨ª que es desahogo.
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