Un pueblo inquieto por una minor¨ªa
Vecinos de Loiu abogan porque los menores conflictivos del centro de acogida sean separados del resto
Viernes a mediod¨ªa. Un joven magreb¨ª espera el autob¨²s en Loiu, una poblaci¨®n vizca¨ªna de poco m¨¢s de 1.700 habitantes. Es una situaci¨®n habitual en la tranquila poblaci¨®n desde que en 1996 llegaron los cinco primeros menores inmigrantes al centro de acogida de j¨®venes marginados San Jos¨¦ Artesano. Procedentes de Marruecos, mayoritariamente, y de Angola y otros pa¨ªses del ?frica subsahariana, siempre fueron acogidos sin sobresaltos por los vecinos hasta que en diciembre pasado brot¨® una chispa que ahora amenaza con transformarse en un fuego que las instituciones ya han empezado a tratar de sofocar.
'Hasta Navidad, todo iba bien. El colegio era como una isla. Pero, de repente, un grupo de diez o doce, que pueden tener 15 que 18 a?os, empez¨® a hacer el macarra. Un d¨ªa, un cr¨ªo se encar¨® al alcalde y as¨ª empez¨® a trascender lo que pasaba', explica contrariado Carlos Perinat, concejal del PP en la corporaci¨®n de Loiu, integrada por siete ediles del PNV, el citado representante popular y otro concejal de EH.
I?aki Gazta?aga, el alcalde peneuvista, se ha limitado a expresar su opini¨®n en un comunicado. Reconoce que 'nunca antes la convivencia se hab¨ªa visto amenazada' y pide a las instituciones que 'eliminen de ra¨ªz las graves conductas que determinados menores han adoptado' en el pueblo.
Los vecinos comparten su opini¨®n. Nadie lanza improperios contra los extranjeros acogidos ni rechaza su presencia. Y ello pese a los robos, algunos allanamientos de morada, amenazas y gestos obscenos que se les atribuyen y que les causan temor por sus hijos peque?os. Pero tienen claro que los autores de las tropel¨ªas son una minor¨ªa. Pocos, pero que han robado, que se han masturbado en p¨²blico, esnifan pegamento o disolventes e incluso han agredido a profesores y a un guarda jurado del centro.
Los vecinos tienen un poco de miedo. 'La mayor¨ªa [de los acogidos] son muy majos y durante muchos a?os no pasaba nada. Esos 10 o 15 est¨¢n fastidiando a todos', cuenta M¨®nica, de 29 a?os, quien ha visto c¨®mo un menor entraba en el almac¨¦n de su tienda, en el centro del pueblo, para robar.
Javier Goikoguria, el p¨¢rroco desde hace m¨¢s de tres a?os, no disimula su 'preocupaci¨®n' por los ¨²ltimos acontecimientos y se pregunta, como si conociera la respuesta, qui¨¦n pudo intentar quemar en la madrugada del jueves el centro, un hecho que investiga la Ertzaintza. 'Lo que est¨¢ claro es que es alguien ajeno al mismo', dice.
El sacerdote reflexiona en voz alta y concluye que el problema es la masificaci¨®n. 'Da pena que por un grupo reducido, todos tengan que pagar las consecuencias. La mayor¨ªa quiere sacar su vida adelante y se est¨¢ viendo salpicada' por los actos violentos. Goikoguria no tiene una propuesta concreta de soluci¨®n, pero apunta: 'Si no saben adaptarse no tienen por qu¨¦ estar aqu¨ª. No pueden tener todos los derechos y ninguna obligaci¨®n', recalca.
F¨¢tima sostiene en brazos a su hija rubia, que mira con inmensos ojos azules. Conserva el acento de su Lanzarote natal, una tierra acostumbrada en el ¨²ltimo a?o a la inmigraci¨®n subsahariana. Desde la terraza de su casa se topa con los j¨®venes. Algunos le han hecho gestos obscenos. 'Son ni?os de la calle. Y tienen un problema. Eso es todo. Lo mejor es separar a los conflictivos de los otros', propone resuelta. Otras madres que juegan en las campas cercanas, por donde cruzan los menores de camino al centro de acogida ahora llamado Zabaloetxe, coinciden: 'No somos racistas. No tenemos nada en contra de los inmigrantes. Pero a esto hay que darle una soluci¨®n'. Esta semana, 30 menores, incluidos algunos de los conflictivos, ser¨¢n trasladados a un centro de Ordu?a. En Loiu a¨²n quedar¨¢n m¨¢s de 50.
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