Salud para algunos en el a?o 2001
Los autores plantean que el derecho a la asistencia m¨¦dica universal es un derecho humano fundamental cuyo cumplimiento est¨¢ a¨²n pendiente
Veintitr¨¦s a?os despu¨¦s de la Conferencia Internacional de Alma Ata (Kazajist¨¢n, 1978), convocada bajo el auspicio de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, y que puso en marcha un gran movimiento pol¨ªtico y profesional en todo el mundo con el firme objetivo de lograr la salud para todos, los resultados no son, desde luego, todo lo halag¨¹e?os que pod¨ªamos esperar.
M¨¢s sombras que luces aparecen hoy en el panorama de la salud mundial. Y lo que resulta m¨¢s decepcionante, a¨²n cuando queda tanto camino por recorrer, es el retroceso de esa corriente esperanzadora que propugnaba la justicia y la equidad: ya se plantea abiertamente y sin ning¨²n recato el abandono de aquel camino cual si de una absurda utop¨ªa se tratara.
Resulta decepcionante el retroceso de la justicia y la equidad en lo sanitario
En 1978 se perfilaban otros conceptos y otras metas mucho m¨¢s prometedoras en el horizonte. Entonces se defini¨® como Atenci¨®n Primaria de Salud a la estrategia sobre la que se compromet¨ªan a trabajar la mayor¨ªa de los pa¨ªses del mundo para mejorar los niveles de salud de la poblaci¨®n y sobre la que se articul¨® un sensato programa de metas y objetivos que se llam¨® salud para todos. Leer afirmaciones como que la salud es un derecho humano fundamental y que los Estados son responsables de que ese derecho sea una realidad para todos, es como retrotraerse a un mundo que nunca existi¨®.
Cualquier somero an¨¢lisis sobre estos 23 a?os nos indica que, con todas sus dificultades, fue un camino que, aunque truncado, mereci¨® la pena recorrer. Algunas mejoras se han conseguido: en este periodo ha aumentado la esperanza de vida, desde los 48 a los 65 a?os de media mundial; han disminuido notablemente la mortalidad infantil y la materna y hoy fallecen por enfermedades evitables la mitad de las personas que mor¨ªan en 1978. Tambi¨¦n se ha incrementado la cobertura de vacunaciones, la extensi¨®n de los programas de atenci¨®n materno-infantil y se han producido algunas mejoras en el acceso a agua potable y saneamiento b¨¢sico, en especial en los pa¨ªses m¨¢s atrasados. Pero es sabido que las estad¨ªsticas pecan al equiparar, ignorando los extremos.
Muchas m¨¢s sombras han quedado, no obstante, como resultado de una iniciativa internacional que no cumpli¨® sus expectativas: como las 52,2 millones de muertes registradas en el mundo en 1997 por enfermedades infecciosas que se pod¨ªan prevenir, o el retroceso de ?frica subsahariana, hasta el pundo de que muchos de sus pa¨ªses han ca¨ªdo en un pozo del que nunca podr¨¢n salir sin la permanente ayuda internacional. Cerca de 880 millones de personas en el mundo no tienen acceso a servicios b¨¢sicos de salud; 2.000 millones carecen de medicamentos esenciales; 2.600 millones no tienen saneamientos b¨¢sicos, y 1.200 millones carecen de agua potable.
El pasado 7 de abril, D¨ªa Mundial de la Salud, constituy¨® para muchos una buena referencia cronol¨®gica para una reflexi¨®n con vocaci¨®n de perspectiva hist¨®rica sobre estas cuestiones, que hablan, en esencia, de la necesaria equidad en el campo de la salud. Los privilegios sociales, bien sean los determinados por la situaci¨®n socioecon¨®mica, el g¨¦nero, la etnia, la edad, la religi¨®n..., marcan de manera indudable las oportunidades de la gente para recibir o adquirir atenci¨®n de cualquier tipo.
Pero hemos incorporado la inequidad en salud al paisaje cotidiano con la mayor de las naturalidades, tanto en el mundo pobre como en nuestras sociedades opulentas. Es m¨¢s: en todos los niveles de desarrollo el progreso humano va marcado casi invariablemente por el aumento de la brecha en el nivel de salud y en las oportunidades para mejorar la salud que separa a unos de otros (a los ricos de los pobres, a quienes viven en las ciudades de quienes viven en el campo, a los hombres de las mujeres o a los blancos de los negros), es decir, por el aumento de las inequidades en salud.
Porque deben ser las necesidades de hombres y mujeres, y no los privilegios sociales, los que determinen c¨®mo se distribuyen las oportunidades para el bienestar. Pero ?cu¨¢l es la realidad mundial, al comienzo de este siglo, en lo que respecta a la necesaria equidad en salud? Un somero repaso nos se?ala con claridad que la inequidad es el panorama m¨¢s general. Las mayores cargas de muerte y enfermedad las soportan, en todos los lugares, los m¨¢s pobres. Es m¨¢s, en muchos pa¨ªses del Sur, en ?frica, Asia y Am¨¦rica Latina, aunque en lo formal dicen estar dotados de Sistemas Nacionales de Salud (SNS), lo cierto es que ¨¦stos en la pr¨¢ctica no llegan m¨¢s que a un porcentaje peque?o de la poblaci¨®n (generalmente la que habita en grandes urbes), por lo que este l¨ªmite de cobertura real arroja a millones de seres humanos a la falta completa y absoluta de asistencia sanitaria p¨²blica.
Y en nuestro mundo desarrollado, con SNS s¨®lidos y potencialmente capacitados, se est¨¢ viviendo un proceso real de desest¨ªmulo y descapitalizaci¨®n de la asistencia sanitaria p¨²blica bajo el empuje del neoliberalismo y la globalizaci¨®n peor entendida, que busca incentivar los sistemas privados de atenci¨®n y condena a la exclusi¨®n a grandes sectores. En este sentido, se nos quiere convencer de que los SNS, tal y como los hemos entendido desde 1978, est¨¢n abocados al fracaso. El concepto de universalidad se ha revisado a la baja (Informe Mundial de la OMS de 1999) y lo que antes era atenci¨®n b¨¢sica para todos ahora es: 'Para todos, s¨ª, pero s¨®lo lo que se pueda'. Nos dicen tambi¨¦n que el Estado no puede ser el m¨¢ximo responsable de la salud de la gente, sino que es una obligaci¨®n de los propios individuos, del mercado y de las organizaciones humanitarias internacionales. Curioso sarcasmo para el campesino de Irupana (Bolivia) o de Los Palos (Timor Oriental), que nada tiene y que, por tanto, nada puede pagar.
No se puede permanecer impasible ante la p¨¦rdida de peso pol¨ªtico internacional de instituciones para todos, como la propia OMS, hasta convertirlas en meros referentes cient¨ªficos. Es preciso recuperar los esp¨ªritus y las pol¨ªticas que impulsaron el progreso y el desarrollo en d¨¦cadas a¨²n cercanas y, en todo caso, corregirlos al alza en sus defectos y sus carencias.
Por eso podemos plantear ahora algunas propuestas en este af¨¢n de resaltar el extraordinario inter¨¦s que tiene, en la actual situaci¨®n internacional, que permanezcan vivos algunos conceptos que impulsaron aquel movimiento hist¨®rico:
1. Redefinir en la realidad actual el derecho a la salud como derecho humano fundamental, elevando a valor ¨¦tico la propia salud, y comprendiendo que conceptos como equidad, utilidad e igualdad son principios elementales para alcanzarla.
2. Potenciar una respuesta global de la salud p¨²blica en un mundo globalizado, toda vez que los problemas son cada vez m¨¢s homog¨¦neos en un mundo sin fronteras.
3. Impulsar el liderazgo de la OMS en los programas de impulso de la salud b¨¢sica universal, la salud medioambiental y la nutrici¨®n, potenciando muy especialmente para ello la cooperaci¨®n internacional en el campo de la salud, con estrategias de demostrada eficacia en la lucha contra las enfermedades infecciosas y con una asignaci¨®n de recursos suficientes para hacer realidad que los servicios y tratamientos b¨¢sicos puedan alcanzar a toda la poblaci¨®n en la consecuci¨®n del objetivo de niveles m¨ªnimos de salud realmente para todos.
Pilar Est¨¦banez es presidenta de honor de M¨¦dicos del Mundo-Espa?a. Manuel D¨ªaz Olalla es vicepresidente de M¨¦dicos del Mundo-Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.