'El regreso de mi padre ha sido triunfal'
Cuando en 1938 Alca¨¦n S¨¢nchez (Valencia, enero de 1937) emprendi¨® el largo viaje que le llevar¨ªa desde Barcelona hasta Mosc¨², ten¨ªa exactamente un a?o y nueve meses. No pod¨ªa saber que detr¨¢s dejaba un pa¨ªs que no volver¨ªa a pisar hasta treinta a?os despu¨¦s, ni sab¨ªa tampoco que la mano paterna que le proteg¨ªa era la de un escultor famoso que morir¨ªa lejos de su patria. Hoy, felizmente superados los a?os oscuros, Alberto es el escultor reconocido que siempre mereci¨® ser. Y Alca¨¦n, su ¨²nico hijo, habla de ¨¦l y de su vida en com¨²n con motivo de la exposici¨®n antol¨®gica que el Reina Sof¨ªa inaugur¨® ayer y que permanecer¨¢ abierta hasta el 16 de septiembre de 2001. La muestra se ver¨¢ despu¨¦s en Toledo y en Barcelona.
'Mi padre odiaba el patrioterismo. Se habr¨ªa sentido orgulloso de ser considerado artista ruso'
Pregunta. Usted se educ¨® en la URSS como un ni?o m¨¢s de la colonia espa?ola. ?Sab¨ªa que era hijo de un gran artista?
Respuesta. Lo sab¨ªa, pero creo que no me di cuenta de verdad hasta pocos a?os antes de la muerte de mi padre. Entonces me dediqu¨¦ a observarle casi como un espect¨¢culo. Una observaci¨®n activa, de amigo a amigo.
P. ?Not¨® usted si ¨¦l echaba de menos Espa?a?
R. No s¨®lo echaba de menos, era mucho m¨¢s que eso. ?Sabe usted por qu¨¦ mi padre pudo soportar el exilio? Por varias razones. Una, que el mundo ruso le apasionaba, siempre hab¨ªa le¨ªdo mucha literatura rusa, sobre todo a Tolst¨®i. Estaba adem¨¢s su admiraci¨®n, como la de muchos intelectuales de la ¨¦poca, por la revoluci¨®n rusa. En segundo lugar, la colonia espa?ola, que era muy numerosa, creaba una impresi¨®n de estar en casa. Los ni?os, por ejemplo, habl¨¢bamos espa?ol entre nosotros. Y en esa colonia hab¨ªa personas muy interesantes, como el arquitecto Luis Lacasa, el escritor Mu?oz Arconada, Dolores Ib¨¢rruri... Mi padre fue amigo de todos ellos, y tambi¨¦n de importantes artistas rusos.
P. ?Aprendi¨® a hablar en ruso?
R. Nunca. Ten¨ªa el complejo tan espa?ol de hacer el rid¨ªculo. Pero eso no le impidi¨® mantener much¨ªsimos amigos. Se arreglaba por se?as, yo qu¨¦ s¨¦... No se arrinconaba, iba a la cervecer¨ªa y se le quitaban todas las inhibiciones. Conectaba de forma magn¨ªfica con la gente.
P. Seguro que su madre s¨ª que lo aprendi¨®.
R. Por supuesto. Mi madre, Clara Sancha Padr¨®s, sab¨ªa a lo que se expon¨ªa cas¨¢ndose con un artista. Es una mujer culta, maestra de profesi¨®n, y muy valiente. Recientemente me ha confesado que tard¨® tres a?os en aceptar a Alberto, porque ten¨ªa el ejemplo en su propia casa, era hija de otro artista, Francisco Sancha. En Rusia sac¨® adelante a la familia y apoy¨® a mi padre en sus momentos dif¨ªciles. Ha sido la compa?era perfecta para un artista.
P. Alberto fue amigo de Lorca. ?Le contaba a usted cosas de ¨¦l?
R. Ya lo creo. Pero no de Lorca, de Federico, que es como siempre le llamaba. Hablaba de ¨¦l constantemente. Ten¨ªamos en casa una foto suya, de un peri¨®dico, y mi padre dec¨ªa que la corbata que llevaba era amarilla y que era la misma que llevaba el ¨²ltimo d¨ªa que se vieron. Y por el otro lado de la foto aparec¨ªa Dolores Ib¨¢rruri, y unas veces colg¨¢bamos la foto de un lado y otras del otro.
P. Y ese ¨²ltimo d¨ªa que se vieron ?de qu¨¦ hablaron?
R. Eso fue en 1936. Hab¨ªa muerto Gorki y la Sociedad de Amigos de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, a la que mi padre estaba afiliado, encarg¨® a mi padre que hablara con Federico para pedirle que hablase en el homenaje. Quedaron en Recoletos y mi padre contaba que Lorca le cont¨® que estaba preparando una obra para representarla en el Sindicato de Artes Blancas, que es como se llamaba el sindicato de panaderos, y que estaba muy ilusionado. Pero de lo de Gorki le dijo: 'Mira, Alberto, la verdad es que no he le¨ªdo mucho a Gorki... y adem¨¢s es que estoy pensando en irme a Granada'. Mi padre, que era un gran narrador, hac¨ªa aqu¨ª una pausa para a?adir otra frase textual: 'Bueno, t¨² sabes que yo soy una peque?a gloria local en Granada, ?no?'. Y luego, mi padre a?ad¨ªa, divertido: 'Yo creo que no es que hab¨ªa le¨ªdo poco a Gorki. Es que no le hab¨ªa le¨ªdo nada'.
P. Y Dolores ?c¨®mo era como amiga?
R. La suya era una amistad verdadera, sin trampa ni cart¨®n. Yo me considero muy afortunado de haber disfrutado de esa amistad.
P. En Madrid, Alberto fue amigo de Benjam¨ªn Palencia.
R. Mucho. Pero fue una amistad que termin¨® mal por una tonter¨ªa. A Palencia, que es como mi padre le llamaba, le sent¨® muy mal que mi padre se casara, dec¨ªa que era una cosa de peque?o burgu¨¦s. Pero mi padre siempre habl¨® muy bien de ¨¦l y recordaba muchas veces los paseos de ambos por Vallecas. Hubo tambi¨¦n otros amigos que no podemos olvidar: Neruda, por ejemplo, que siempre era Pablo para ¨¦l, y que le ve¨ªamos cada a?o porque ven¨ªa a Mosc¨² con motivo de los premios Stalin, que luego fueron premios Lenin, de la Paz. Viendo a Neruda aprend¨ª lo que significa ser un gran poeta, que no es s¨®lo escribir, es toda la forma en que se vive. Verle recitar era todo un espect¨¢culo.
P. Tuvo usted suerte.
R. Pues s¨ª. O¨ªr hablar a mi padre, por ejemplo, de sus paseos junto a Miguel Hern¨¢ndez, o tener cerca al gran arquitecto Luis Lacasa fue algo colosal. Ahora Lacasa y Alberto est¨¢n enterrados uno junto al otro, en Mosc¨². Y no querr¨ªa olvidarme de ning¨²n nombre, pero fueron tantos y tan importantes... El tambi¨¦n arquitecto Enrique Segarra, Juan Rejano, Blas de Otero, Arconada y, guardando las distancias, Pablo Picasso. Mi padre idolatraba a Picasso, y toda la vida estuvo en nuestra casa un retrato suyo, aunque eso, en algunas ¨¦pocas, no estaba bien visto. Pero mi padre no lo hac¨ªa por provocaci¨®n, sino por la devoci¨®n sin l¨ªmites que le ten¨ªa.
P. ?Y qu¨¦ se aprende cuando uno vive lo que usted ha vivido?
R. Yo aprend¨ª que para ser una personalidad como las que he nombrado, incluyendo al propio Alberto, por supuesto, se necesita una ¨¦tica. Ellos la ten¨ªan.
P. ?No le ha dolido a usted el olvido en que se tuvo la figura de su padre durante tantos a?os?
R. El nombre de mi padre hace ya tiempo que ha sido ampliamente reconocido, aunque es verdad que todav¨ªa en la edici¨®n de 1985 el diccionario Espasa dec¨ªa: 'S¨¢nchez, Alberto: artista ruso de origen espa?ol'.
P. Su padre no llegar¨ªa a enterarse de eso, espero...
R. No, pero tampoco le habr¨ªa importado demasiado. ?l amaba su tierra, pero no era nada patriotero. Odiaba el patrioterismo, ¨¦sa es la verdad. Creo se habr¨ªa sentido orgulloso de ser considerado artista ruso tambi¨¦n.
P. Pero ahora, en Espa?a, se le reivindica.
R. Su entrada en Espa?a ha sido triunfal. El nombre de Alberto ha aparecido cientos de veces en las obras de historia del arte, sus exposiciones han sido acogidas con entusiasmo por el p¨²blico, ha tenido cr¨ªticas magn¨ªficas. No me puedo quejar.
P. Despu¨¦s de esta exposici¨®n, ?quedar¨¢ alguna asignatura pendiente?
R. S¨ª. Queda por conseguir su proyecci¨®n internacional. Alberto debe estar representado en los museos internacionales de arte contempor¨¢neo.
P. Quiz¨¢s la causa de ese desconocimiento es que se perdieron muchas obras suyas.
R. Se perdieron, eso es lo correcto. Lo que no es correcto es hablar de la destrucci¨®n de la obra de mi padre durante la guerra civil. Eso es un mito. Hab¨ªa un organismo en la Espa?a republicana que se ocup¨® de salvar las obras de arte, y las de mi padre estuvieron ah¨ª custodiadas. Pero es verdad que muchas de esas obras, fotografiadas y catalogadas, no se sabe d¨®nde est¨¢n.
P. Pero usted no cree que fueran destruidas voluntariamente por los vencedores.
R. No hay datos para pensarlo, aunque lo cierto es que han desaparecido obras maestras del periodo po¨¦tico. Casi todas eran vaciados en yeso, y el yeso es muy fr¨¢gil. Lo milagroso es que se hayan conservado algunas, como Signo de mujer rural en un camino, que es una maravilla y que veremos ahora en la exposici¨®n.
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