De la vida literaria
?Cu¨¢l es el estado de nuestra vida literaria? A juzgar por lo que dicen algunos, ser¨ªa catastr¨®fica. Pero ?lo es verdaderamente? Como en casi todo, no caben aqu¨ª respuestas absolutas, por lo que se impone considerar la cuesti¨®n en t¨¦rminos comparativos.
Despu¨¦s de la guerra civil, la vida literaria fue una entelequia, pues la libertad de expresi¨®n y pensamiento estaba prohibida y m¨¢s de media literatura espa?ola se encontraba en el destierro. Veintitantos a?os despu¨¦s, cuando la guerra era ya un dolor m¨¢s lejano, y el utilitario, los electrodom¨¦sticos y los pisitos comparec¨ªan poco a poco en el paisaje espa?ol, la vida literaria era raqu¨ªtica, pues segu¨ªa sin haber libertad de opini¨®n y expresi¨®n y a¨²n persist¨ªa un exilio importante, tanto interior como exterior: en 1965 se hallaban todav¨ªa en el destierro Max Aub, Rafael Alberti, Jorge Guill¨¦n, Le¨®n Felipe, Ram¨®n J. Sender, y era notoria la significaci¨®n de los exiliados interiores: Vicente Aleixandre, Francisco Ayala y un n¨²mero considerable de escritores que soportaban velis nolis la lamentable situaci¨®n pol¨ªtica. La vida literaria (y cultural) espa?ola ten¨ªa mucho de erial, al margen de los esfuerzos individuales, que a veces fueron muy meritorios y se tradujeron en expresiones vigorosas; pensemos en Aldecoa y los escritores del medio siglo. Y ello por una raz¨®n esencial: la cultura como tal estaba bajo sospecha. La vigilante asistencia de la polic¨ªa a los actos culturales ven¨ªa a ser un hiriente s¨ªntoma de la precaria situaci¨®n que se viv¨ªa. ?Habr¨¢ que recordar que las secciones de Cultura de los peri¨®dicos eran como tales inexistentes, que la mayor¨ªa de los conferenciantes no cobraban una peseta y que las concejal¨ªas dedicadas, es un decir, a la cultura sol¨ªan llamarse de Ferias y Festejos? El mundo de la edici¨®n alentaba precariamente y eran muy contados los escritores que viv¨ªan de sus libros. Fuera de Espa?a la nueva literatura espa?ola no se conoc¨ªa pr¨¢cticamente, salvado el nombre de alg¨²n que otro escritor caracterizado por su frontal oposici¨®n al r¨¦gimen.
Un cuarto de siglo despu¨¦s, la situaci¨®n ha cambiado considerablemente. Recuperada la libertad de expresi¨®n y pensamiento, la actividad literaria, y cultural, es grande (conferencias, exposiciones, mesas redondas, presentaciones de libros. premios institucionales, etc¨¦tera), las instituciones la apoyan moral y financieramente, no son pocas las personas que se dedican a la gesti¨®n de la cultura, las tiradas de los libros se han multiplicado, el n¨²mero de ¨¦stos ha crecido exponencialmente, la edici¨®n espa?ola es fuerte, escritores hay que cobran derechos sustanciosos y la traducci¨®n de libros espa?oles se ha normalizado, de manera que son bastantes los autores que tienen sus obras vertidas en las lenguas europeas.
No significa nada de esto, sin duda, que vivamos en el mejor de los mundos. Periodos de nuestra historia hubo mucho m¨¢s pobres materialmente y, sin embargo, muy ricos -?o m¨¢s ricos?- intelectualmente, como la Restauraci¨®n, que Ortega calific¨® expeditivamente de 'fantasmagor¨ªa' pero que permiti¨® la convivencia en su seno de figuras como los hombres del realismo, los escritores del 98, los modernistas, los novecentistas y los poetas del 27, adem¨¢s de la pintura posimpresionista y vanguardista, la m¨²sica nacionalista, la escuela m¨¦dica de Cajal, etc¨¦tera.
No vivimos en un erial. Tenemos figuras de relieve, objetivamente consideradas, aunque queda mucho por hacer, comenzando por la dr¨¢stica reducci¨®n del analfabetismo funcional, que sigue siendo galopante y al que colaboran hoy otros factores nuevos, derivados de la apoteosis audiovisual, y aunque se agiten tambi¨¦n muchos fantasmones por el ruedo ib¨¦rico, pero ?cu¨¢ndo no los ha habido? Mientras que no exista una verdadera red de bibliotecas p¨²blicas, como la de Gran Breta?a, por ejemplo, no se producir¨¢ el deseable incremento cualitativo de la poblaci¨®n dedicada a las tareas culturales. Se echan en falta, desde luego, mayores niveles en muchos dominios del discurso literario (y cultural), pero considerado en su conjunto ¨¦ste ha subido mucho, aunque no nos encontremos -pero ?qui¨¦n se encuentra?- en la Viena finisecular. Nos parece que esta conclusi¨®n se impone si se aplican criterios objetivos.
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