Pollos
El pasado fin de semana, la ola de calor se llev¨® por delante 90.000 pollos de nuestras granjas. La cifra de esta necrol¨®gica av¨ªcola no parece alterar los ¨¢nimos de los granjeros afectados ya que en opini¨®n del presidente de la patronal de productores de pollo, el n¨²mero de bajas 'entra dentro de los par¨¢metros que podemos considerar normales en casos de incremento de temperaturas'. Al parecer, 90 millares de aves, dentro de ese esp¨ªritu de la globalizaci¨®n que se va instalando progresivamente en las neuronas de la poblaci¨®n mundial, no es materia que preocupe, puesto que s¨®lo se trata del 0,5% de los pollos que se reproducen en las granjas de la Comunidad Valenciana, es decir, que la inclemencia climatol¨®gica ha sido en el fondo ben¨¦vola al consentir que de sus 18 millones de plum¨ªferos, s¨®lo la mitad del 1% perezca en holocausto.
Bueno es saberlo para medir con conocimiento y templanza la gravedad de ciertas noticias que uno asume como graves y que luego resultan tan balad¨ªes como un grito en el desierto. De cualquier modo, yo estoy, con Orwell, por la revoluci¨®n en la granja y la lucha solidaria de ese 99,5% de pollos supervivientes que subsiste bajo la amenaza de ver recortada su expectativa de vida por la mala planificaci¨®n de sus due?os. Salir del huevo y estar expuesto a sucumbir bajo los incontrolados rigores del calor es motivo suficiente como para manifestarse contra el avicultor genocida. Hacer huelga de pienso, picotear un¨¢nimemente al productor, asaltar los sembrados y chapotear en las charcas profiriendo cacareos contra la globalizaci¨®n pueden ser soluciones que amedrenten al amo y sensibilicen a la opini¨®n p¨²blica. Claro que siempre estar¨¢ Rajoy para justificar las cargas y detenciones efectuadas por el aparato de seguridad cuando los pollos m¨¢s agresivos acaben desplumados y listos para servir en envases reciclables. El car¨¢cter organizado de los plum¨ªferos y los violentos pollos infiltrados que montaron el caos ser¨¢n raz¨®n suficiente para relacionar la rebeli¨®n con los sucesos de Praga o Gotemburgo y, claro est¨¢, en las granjas valencianas no pod¨ªamos ser menos y consentir movidas anarquistas de semejante calibre.
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