Estado de la naci¨®n
Aparte de la alternativa de Zapatero como l¨ªder de la oposici¨®n, con una faena que un cr¨ªtico taurino calificar¨ªa de decorosa, el debate sobre pol¨ªtica general de estos d¨ªas apenas ha apuntado algunas de las nubes que empiezan a aparecer en el horizonte de la econom¨ªa y ha dejado constancia una vez m¨¢s de las dificultades para recomponer la relaci¨®n entre el Gobierno y el nacionalismo vasco, un asunto que preocupa especialmente por su incidencia sobre el problema terrorista. El debate culmin¨® ayer con la presentaci¨®n de casi 150 propuestas de resoluci¨®n, que el PP administr¨® desde su mayor¨ªa absoluta para dar m¨ªnimas satisfacciones a sus asociados de CiU y Coalici¨®n Canaria y rechazar todas las que firmaban otros grupos.
Como resultado del mano a mano de Zapatero con Aznar queda la duda de hasta qu¨¦ punto el tono de m¨¢xima moderaci¨®n empleado por el l¨ªder socialista no le llev¨® a abdicar de su responsabilidad como l¨ªder de la oposici¨®n, al que en un debate de este tipo le toca llevar el peso principal de la cr¨ªtica al Gobierno. Que las diferencias ideol¨®gicas se hayan diluido en buena medida no significa que no existan alternativas a las pol¨ªticas del PP. Tal vez lo m¨¢s sorprendente fue que eludiera cualquier menci¨®n a su propuesta de reforma del IRPF.
Tampoco se han cumplido las esperanzas de que el debate sirviera para recomponer la relaci¨®n entre el Gobierno y el nacionalismo vasco. El a?o pasado, rota la tregua de ETA, Aznar pregunt¨® a Anasagasti, en el debate de investidura, qu¨¦ m¨¢s ten¨ªa que pasar para que su partido rompiera con Lizarra. Pero tambi¨¦n dijo que las relaciones con los nacionalistas no estar¨ªan condicionadas por las divergencias ideol¨®gicas, sino por el respeto a las reglas de juego y la actitud ante la violencia. Ninguna de estas inc¨®gnitas ha quedado despejada en un debate en el que Aznar respondi¨® a los emplazamientos de Anasagasti con el mantenimiento de un comp¨¢s de espera hasta que Ibarretxe defina su programa de gobierno. Populares y socialistas coincidieron en el rechazo de una propuesta planteada por el PNV para abrir un di¨¢logo con todas las fuerzas parlamentarias, lo que incluir¨ªa a Esukal Herritarrok.
El PSOE introdujo entre sus proposiciones una modificaci¨®n del estatuto del ministerio fiscal para impedir la intervenci¨®n jer¨¢rquica del fiscal general en procedimientos que afecten a miembros del Gobierno. La iniciativa responde a un problema bien real. Es el Gobierno el que nombra y destituye al fiscal general del Estado. ?No proyecta ello una sombra de duda sobre cualquier intervenci¨®n del fiscal que involucre a las personas de las que depende su propia permanencia en el cargo? La propuesta del PSOE, al margen del caso que lo inspira, podr¨ªa dar motivo para una reforma, urgente tambi¨¦n por otros motivos, del estatuto del ministerio fiscal, siguiendo las recomendaciones recientes del Grupo de Estados contra la Corrupci¨®n del Estado (Greco).
Que el PSOE se abstuviera en la proposici¨®n de Izquierda Unida que instaba a Aznar a destituir ya a los ministros Piqu¨¦ y Matas puede entenderse por razones de coherencia: todav¨ªa no han sido imputados formalmente. Seguramente influye tambi¨¦n el temor de Zapatero a proyectar la imagen de una oposici¨®n como la que protagoniz¨® Aznar contra el ¨²ltimo Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez; sin embargo, es ins¨®lito que el asunto fuera expresamente esquivado por el l¨ªder del primer partido de la oposici¨®n durante el debate. Aznar y su partido est¨¢n aplicando al caso de esos ministros, y en particular a Piqu¨¦, criterios que contradicen su doctrina del pasado y los que proclaman en su propio c¨®digo ¨¦tico. Se?alar una contradicci¨®n tan clara es algo que en un r¨¦gimen parlamentario le corresponde al l¨ªder de la oposici¨®n. El de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, tambi¨¦n nuevo en la plaza, le rob¨® el sitio en este lance.
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