La dignidad y dos llaves
Siempre le recordar¨¦ como el hombre que prestaba a su jefe la llave de su piso de soltero y que acababa por devolverle otra llave, la del cuarto de ba?o especial para ejecutivos. Entre ambos momentos se constru¨ªa una gran pel¨ªcula, El apartamento, y algo a¨²n m¨¢s importante: la humanidad, la dignidad de un personaje.
Jack Lemmon hac¨ªa progresar los caracteres que encarnaba. Ya fuera como el ingenuo violonchelista de jazz que ten¨ªa que travestirse para sobrevivir, en Con faldas y a lo loco, o como el prejuicioso norteamericano medio que buscaba a su hijo en Chile, en Desaparecido. Ya como el esc¨¦ptico y mezquino hombre de negocios que descubr¨ªa la alegr¨ªa de vivir en el sur, en ?Qu¨¦ pas¨® entre tu padre y mi madre?, o como el estricto gendarme de Irma la dulce, cuya felicidad y entereza pasaba, precisamente, por la relajaci¨®n de costumbres.
Lemmon convert¨ªa a esos hombres en seres humanos decentes, que al final de cada pel¨ªcula te enviaban a casa con media sonrisa y la seguridad de que uno puede ser alguien mejor, si lo intenta. Conquist¨® la dignidad para los personajes que interpretaba, navegando a trav¨¦s de un mar de alcohol o atravesando la estepa del fracaso. Era humano.
Sus caracter¨ªsticas f¨ªsicas pod¨ªan haberle condenado, tanto en la vida como en el cine, a ser el amigo simp¨¢tico, el cu?ado necesario o un marido sin gancho. Sin embargo, su talento y su gracia innatas hicieron que, tanto en el cine como en la vida, se convirtiera en un gal¨¢n muy especial. Alguien que conquist¨® en la pantalla a mujeres tan importantes como Lee Remick o Shirley MacLaine... e incluso alg¨²n hombre. En la vida real estaba casado con Felicia Farr, una de las actrices m¨¢s delicadas y menos prodigadas del cine norteamericano.
Primero se fue Walter Matthau; ahora, ¨¦l. Billy Wilder, que les reuni¨® en tantas pel¨ªculas, a¨²n resiste. Seguro que espera la hora de reunirse con ellos para montar la gran pel¨ªcula definitiva. O para re¨ªrse.
Ha muerto Jack Lemmon, nuestro hombre amigo. No les d¨¦ pena. Pongan un v¨ªdeo suyo esta noche y beban a su salud.
Se merece un brindis.
Babelia
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