Moldavia
Cuando mencionaron Moldavia, reconozco que tuve que hacer un esfuerzo mental para situarla bien en el mapa. Sab¨ªa que era una de las republicas desgajadas de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, una de las que se encuentran m¨¢s al sur. No fui capaz, sin embargo, de pronunciar correctamente el nombre de su capital, Kishinev, y tampoco me vino a la cabeza un solo monumento ni un acontecimiento hist¨®rico que me situara en aquel territorio. En el colmo de mi ignorancia, lo ¨²nico que acudi¨® a mi memoria fueron unos personajes de Tint¨ªn, que supuestamente eran moldavos, y alguna menci¨®n puntual en pel¨ªculas de terror. Eso fue todo lo que mis pobres neuronas pudieron recopilar de esa peque?a rep¨²blica que, a buen seguro, tendr¨¢ parajes maravillosos y un considerable patrimonio hist¨®rico y cultural.
Lo peor es que, con ser paup¨¦rrimos, sospecho que mis conocimientos no eran inferiores a la media nacional. Ahora y desde hace diez d¨ªas, Moldavia figura en la mente de los ciudadanos de Madrid como ese pa¨ªs siniestro en el que naci¨® Pietro Arc¨¢n Petro, el tipo que el mi¨¦rcoles 5 de junio mat¨® presuntamente al abogado Arturo L¨®pez Castillo, hiri¨® a su esposa y a su hija mayor y agredi¨® sexualmente a la hija peque?a.
Al margen de la atrocidad que supone el destrozar por completo a una familia con esa cascada de actos criminales, este ciudadano moldavo de 23 a?os ha puesto en evidencia unos cuantos agujeros de nuestro sistema. Para empezar, el tal Pietro campaba por sus respetos en la regi¨®n, a pesar de poseer un curr¨ªculo delictivo como para no perderle de vista ni un solo minuto. En ¨¦l figuraban nueve antecedentes policiales, en su mayor¨ªa por robos con intimidaci¨®n y violencia. Le hab¨ªan detenido en Toledo, en Coslada, en Guadalajara y en Colmenar Viejo, y en todos los casos por atraco. Cuando en mayo de 1999 pis¨® por vez primera un comisar¨ªa espa?ola, le fue abierto un expediente de expulsi¨®n por incumplir la Ley de Extranjer¨ªa, expediente que paraliz¨® una orden judicial al ser arrestado cinco meses despu¨¦s por perpetrar varios robos. Es decir, que sin llegar a pisar la c¨¢rcel, la comisi¨®n de nuevos delitos le proporcionaba parad¨®jicamente una situaci¨®n administrativa en la que pod¨ªa moverse libremente sin la amenaza de ser expulsado del pa¨ªs. Un fallo en el sistema que ya nos tiene dados muchos disgustos, a pesar de lo cual nadie pone remedio alguno. Pietro Arc¨¢n se permit¨ªa el lujo de vivir tan ricamente en Coslada, donde era sobradamente conocido por su mal car¨¢cter, por rastrear las ventanas de los vecinos en busca de mujeres con poca ropa, y por presumir conduciendo coches robados. As¨ª se lo montaba ante nuestras narices un tipo al que Interpol buscaba desde hace m¨¢s de un a?o, acusado de asaltar, robar y matar al propietario de un chal¨¦ en Rumania. El motivo por el cual la polic¨ªa espa?ola no tuvo conocimiento de esa orden de detenci¨®n hasta un d¨ªa despu¨¦s del crimen de Pozuelo es otro de los boquetes memorables de coordinaci¨®n que el caso ha dejado al descubierto. Tambi¨¦n ha quedado en entredicho la eficacia policial al resultar tan poco efectivas las llamadas al 091 que la mujer del abogado asesinado realizo pidiendo auxilio la noche de autos.
Calificar de brillante la actuaci¨®n del cuerpo por haber detenido al criminal cuando en la casa qued¨® un cad¨¢ver y tres mujeres maltrechas resulta casi un sarcasmo. Un c¨²mulo de desprop¨®sitos que increment¨® generosamente el delegado del Gobierno en Madrid al referirse a la necesidad de contratar seguridad privada. De todas las declaraciones que pudo realizar para salir al paso ¨¦sa fue la m¨¢s torpe e inoportuna, y bastantes chaparrones le han ca¨ªdo ya por ellas. Lo cierto es que desde que se cometi¨® el crimen de Pozuelo la demanda de seguridad privada se ha disparado en las urbanizaciones de los alrededores de Madrid. M¨¢s sorda y preocupante es la reacci¨®n que este suceso ha provocado entre aquellos que tienen inmigrantes ocupados en el servicio dom¨¦stico. Lo ocurrido no hace sino reavivar las actitudes de recelo y desconfianza con quienes se ganan la vida honradamente. Es, de igual modo, una valiosa munici¨®n para quienes disparan con cualquier zafio argumento contra la inmigraci¨®n logrando que paguen justos por pecadores. Moldavia merece ser recordada por algo mejor que el asesinato de Pozuelo.
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