La instalaci¨®n
En Madrid pueden visitarse actualmente varias exposiciones de inter¨¦s y algunas de aliento social, sean referidas a la ciudad de Bangkok, dentro del festival fotogr¨¢fico PHE01 o la gran antol¨®gica de Alberto que comprende desde sus inicios en Toledo hasta su ¨²ltima residencia en el Mosc¨² sovi¨¦tico (1939-1962). Ninguna sin embargo de tales producciones, evocadoras de la denuncia pol¨ªtica, alcanza la fuerza de la instalaci¨®n Sintel de 750 metros de largo por 20 de ancho montada desde el 28 de enero en el Paseo de la Castellana.
Esta formidable instalaci¨®n realizada con tablas y postes de madera, materiales mixtos de acarreo, pintura pl¨¢stica con lonas y acr¨ªlico azul, mobiliario desvencijado, enseres y utensilios dom¨¦sticos y poblada por varios cientos de obreros reales se ha constituido en la obra m¨¢s importante de la temporada. Nunca, ni siquiera con los experimentos de living art en etapas pasadas, se logr¨® un efecto de profundidad y sugesti¨®n comparables. Y no ya porque los signos presentes en la mencionada exposici¨®n potencien, gracias a la experiencia acumulada, la po¨¦tica de manifestaciones tan famosas como la Between Democracy and Redemption (Estocolmo, Moderna Museet, 1998), la Corporal Politics (Cambridge, MIT, 1992-1994) o incluso la provocadora Sensation (Londres, Royal Academy of Arts, 1997. Brooklyn, Museum of Arts, 2.000), sino por la extra?a condici¨®n de su verismo.
Millones de ciudadanos, madrile?os y no madrile?os, han tenido contacto con esta exposici¨®n que desde hace m¨¢s de 150 d¨ªas discurre en paralelo a la marcha de los autom¨®viles y desde cuyo interior es posible avistar c¨®mo los obreros se afeitan desolados o dormitan, juegan a las cartas, lavan su ropa, tosen, discuten, comen o barren los suelos de tierra, mientras aguardan jornada tras jornada alguna soluci¨®n gubernamental sin cobrar la n¨®mina, sometidos a la impiedad de ser tratados como mercanc¨ªas, explotados por el capital aut¨¦ntico como aut¨¦nticos seres humanos, olvidados por el Estado y entregados a la conmiseraci¨®n. Una completa muestra, en suma, que resultar¨ªa del todo insufrible si el arte no nos hubiera ense?ado a ver; y a cerrar los ojos.
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