El gran barullo
Cuando Jardiel estren¨® Madre, (el drama padre), estaba ya en la etapa de sus sufrimientos por los ataques de los cr¨ªticos -salvo Marquer¨ªe y alg¨²n otro- y de los bienpensantes, en los que, por algunas razones misteriosas, hab¨ªa cre¨ªdo siempre: el p¨²blico de la derecha, a la que cre¨ªa pertenecer contra toda l¨®gica. Esta parodia del cine de follet¨ªn gust¨® poco y no suele aparecer en los comentarios generales sobre su obra. Tuvo, adem¨¢s, el furor de los que ve¨ªan en ella una especie de aceptaci¨®n del incesto. El enredo de Jardiel con la paternidad y la maternidad de cuatro chicas que se casan con cuatro chicos, de forma que podr¨ªan ser todos hermanos, serlo de dos en dos o de ninguna manera, produce atropellados cambios de situaci¨®n y de colocaci¨®n mental de los personajes y del p¨²blico que pueden aturdir.
Quiz¨¢, a pesar de la pesadez del autor en explicar todo una y otra vez sin que quede ning¨²n cabo suelto, como era su obsesi¨®n de autor, no todo el mundo siguiera bien (ni ahora) el absurdo cambiante; dentro de ¨¦l, la tendencia sexual de todos por encima de lo que podr¨ªa ser el incesto m¨²ltiple y la huida hacia el connubio, sin importarles otro tipo de relaciones.
La realidad es que el p¨²blico puede hoy pasar por encima de la l¨®gica o de la necesidad de seguir el hilo, porque lo que importa es el gran barullo. Pas¨® por la censura de Franco, llega a nuestro pudoroso tiempo y la patrocina este Gobierno por su Centro Dram¨¢tico Nacional, que hace bien al elegirla. Probablemente ese asunto tiene menor importancia: el enredo esc¨¦nico est¨¢ bien planteado.
No comparto el poco ¨¦xito de entonces, ni las malas cr¨ªticas; ni la opini¨®n de que es una obra de importancia menor en el teatro de Jardiel. El g¨¦nero de la parodia va siempre a la exageraci¨®n y a la comicidad absoluta, y aqu¨ª est¨¢ conseguida, adem¨¢s de ese misterioso encaje de bolillos de la justificaci¨®n de todo. Encuentro que el paso del tiempo es significativo en la longitud y en la reiteraci¨®n, y admiro que el Centro y el director, Sergi Belbel, hayan respetado la integridad del texto: no ten¨ªan necesidad, y hubieran favorecido a la obra y al autor. Pienso que ¨¦l mismo la hubiera aligerado.
Cualquier superviviente de su ¨²ltima ¨¦poca -y hay muchos, afortunadamente- lo recordar¨¢n corrigiendo, cortando escenas, a?adiendo otras, rectificando, creando personajes nuevos en la noche misma del estreno. Como le recordar¨¢n en ese trabajo infinito de rehacer que era el proceso de la escritura: en la mesa del caf¨¦, con cuartillas, tijeras y pegamento tachando escenas, poniendo trozos encima de lo escrito, escribiendo frases que recortaba para sustituir otras.
Sergi Belbel ha hecho algo m¨¢s que esa operaci¨®n de respeto, y es mantener una brillante teatralidad, permitir que los actores coloquen las frases dentro de la acci¨®n con una fuerza grande. Me refiero a todos, pero resalto los mismos que el p¨²blico a la hora de los aplausos finales porque coincidimos: Blanca Portillo y Tony Mis¨®, aunque se pueden citar los 20 personajes, los peque?os solos de cada uno y las escenas de conjunto. La utilizaci¨®n del decorado y sus sorpresas (previstas por Jardiel), los movimientos, las carreras, los gritos, van a luchar contra la fatiga de seguir la acci¨®n. Quiz¨¢ los gritos sean excesivos, sobre todo en las primeras filas, pero ?no eran un secreto -a voces- del teatro c¨®mico? Repito la palabra c¨®mico por su diferencia con el humor. Y para resaltar que dentro del teatro c¨®mico de la ¨¦poca esta obra est¨¦ por encima.
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