El parto de los montes
El veterano Jalabert gana una etapa desquiciada por el viento
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Las leyes de la econom¨ªa no suelen cuadrar con el ciclismo. Eso de que a mayor trabajo mayor producci¨®n y de ah¨ª mayor rendimiento es radicalmente falso. Es imposible pensar en m¨¢s vatios de potencia que los generados por el US Postal en pleno, el ONCE-Eroski en pleno y el Telekom a medias en los campos de batalla de Verd¨²n barridos por el viento de lado a lado. Es tambi¨¦n imposible pensar en un menor rendimiento a tanto dispendio. Todo el despilfarro, finalmente, trabaj¨® para que Jalabert recibiera el pago de parte de su deuda con el Tour, que tan mal se ha portado con el mejor ciclista franc¨¦s de los ¨²ltimos a?os. Y para que el espl¨¦ndido Mancebo recibiera castigo a su generosidad y falta de c¨¢lculo. El ciclismo no es ciencia econ¨®mica, pero tampoco lo rigen los buenos sentimientos.
Todo lo ocurrido ayer, sin embargo, tiene su l¨®gica. Ciclista, claro. Humana. A la altura del avituallamiento se juntaron una raz¨®n y dos necesidades. Aunque Lance Armstrong lo niegue, su Tour, el tercer Tour que deber¨ªa ganar, es un Tour de orgullo. Aunque Manolo Saiz lo niegue, su Tour, el que deber¨ªa ser su primer Tour ganado como director, pasa por coger el maillot amarillo despu¨¦s de la contrarreloj por equipos. El orgullo de Armstrong es tambi¨¦n memoria, historia. Hace ocho a?os, en el mismo Verd¨²n, ganaba por primera vez una etapa en el Tour.
Las necesidades de los dos personajes se vieron amenazadas en el kil¨®metro 50, con una fuga de nueve en la que se hab¨ªa infiltrado el americano Julich (podio en el 98). El viento entraba del Oeste, por la derecha, a casi 50 kil¨®metros por hora. Las alertas se multiplicaron seg¨²n crec¨ªa la ventaja de los nueve de Julich. Cuando en el kil¨®metro 78 alcanz¨® un m¨¢ximo de 10.10 minutos, los temores eran certezas. Se lo dec¨ªan unos a otros, a gritos contra el viento: cuando el ONCE y el US Postal se pongan de acuerdo, ¨¦sto ser¨¢ el infierno. El acuerdo lleg¨® en el kil¨®metro 90, en el avituallamiento. Pese a todos los avisos, advertencias y ¨®rdenes, los de Armstrong y los de Saiz tensaron la cuerda y el pelot¨®n estall¨® en pedazos. 'Yo estaba avisado, y pude enlazar con Botero, pero nos tuvimos que dar una buena paliza', dec¨ªa, orgulloso, ?scar Sevilla, ligero escalador que en su primer Tour salv¨® un claro peligro en el llano. Mancebo y el Euskaltel en pleno no fueron capaces. Saiz y Armstrong ten¨ªan un doble poder en sus manos: aniquilar la fuga, machacar a los cortados. Sucumbieron a la tentaci¨®n de intentarlo todo. Con la fuga acabaron pronto, 43 kil¨®metros, una hora de trabajo. Armstrong y Heras relevaron. Tambi¨¦n Igor y Beloki. Cara de asunto importante. Como si fueran a ganar la guerra en una batalla. La segunda parte les oblig¨® a otra hora de esfuerzos, 44 kil¨®metros m¨¢s. Muchos equipos implicados en la caza: Domo, Fassa Bortolo, iBanesto.com. Durante 50 minutos rodaron a la misma velocidad delante que detr¨¢s: 1.10 minutos de ventaja inmutable. Quien primero cediera perder¨ªa todo. Levantaron antes el pie los de delante: la locura del dispendio la v¨ªspera de la contrarreloj por equipos no les llevar¨ªa a ninguna parte, aunque se cobraron sus v¨ªctimas: Cofidis y Euskaltel casi en pleno formaban parte del pelot¨®n de 100 corredores que lleg¨® a casi 20 minutos.
Los ¨²ltimos kil¨®metros fueron los de la rabia inmensa de Jalabert, cazado en la emboscada, y Mancebo. Los dos se fueron con Diercksxens. Mancebo los llev¨® en la cuesta y se vaci¨®. S¨®lo pudo ver de lejos, cuando le absorb¨ªa el pelot¨®n, c¨®mo Jalabert, de 33 a?os, ganaba su tercera etapa en el Tour.
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