Rogge, favorito para suceder a Samaranch
El continuismo modernista del cirujano belga se impone a la involuci¨®n del surcoreano Kim
El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI) vot¨® el viernes por el cambio al elegir a Pek¨ªn como sede de los Juegos de 2008. Hoy, todos los indicios apuntan a que el continuismo en la l¨ªnea de modernizaci¨®n iniciada por Juan Antonio Samaranch ser¨¢ el valor fundamental que adorne al nuevo presidente.
El m¨¦dico cirujano ortop¨¦dico belga Jacques Rogge, que ha irrumpido en los ¨²ltimos a?os con seriedad y eficacia en los puestos de m¨¢xima responsabilidad, es el gran favorito. Aunque la sorpresa por la formaci¨®n de alianzas a lo largo de las votaciones no est¨¢ descartada, el abogado canadiense Richard Pound, durante a?os el mejor colocado, ha cometido demasiados errores de arrogancia echando a perder 13 a?os m¨¢s de experiencia. Y el pol¨ªtico surcoreano Un Yong Kim, la alternativa involucionista con su oferta de devolver los viajes a los miembros, no s¨®lo ha sido perjudicado por una mancha de corrupci¨®n, sino tambi¨¦n la elecci¨®n de Pek¨ªn, que ha llenado sobradamente el vaso asi¨¢tico en el COI. La estadounidense Anita DeFrantz y el h¨²ngaro Pal Schmitt se descolgaron desde el principio.
Hace exactamente 21 a?os, Samaranch, un d¨ªa antes de cumplir los 60 de edad (ma?ana cumplir¨¢ 81), fue el vencedor de una elecci¨®n tambi¨¦n con cinco candidatos. Y lo hizo a la primera, con mayor¨ªa absoluta de 44 votos, frente a los 21 del suizo Marc Hodler (a¨²n hoy en el COI y entonces con 62 a?os, presidente de la Federaci¨®n Internacional de Esqu¨ª) y s¨®lo seis del canadiense James Worrall (66 a?os, antiguo atleta de 400 metros vallas), y cinco del alem¨¢n Willi Daume (67, presidente del comit¨¦ organizador de los Juegos de M¨²nich 72 y que se present¨® el d¨ªa antes). El quinto aspirante, el neozeland¨¦s Lance Cross (68), hombre de confianza del anterior presidente, el irland¨¦s lord Killanin, que presidi¨® el COI desde 1972 a 1980, se retir¨® inmediatamente antes de la votaci¨®n porque entonces, con un COI en ruinas, el continuismo era impensable. Los miembros apostaron por aquel espa?ol que se mov¨ªa como pez en el agua en el olimpismo desde su entrada en 1966. Jefe de protocolo, miembro de la comisi¨®n ejecutiva y hasta dos a?os antes, vicepresidente. Y que adem¨¢s de estar apadrinado por Avery Brundage y el propio Killanin, era apoyado por dos bloques importantes. El latinoamericano, con el que el brasile?o Joao Havelange le garantizaba los 13 votos hispanos, y otros tantos de los pa¨ªses de la Europa del Este, que ¨¦l se hab¨ªa ganado con su diplom¨¢tica estancia en Mosc¨² de tres a?os, desde 1977, como primer embajador de Espa?a con la democracia. Y a¨²n tuvo 12 votos m¨¢s del resto del mundo. Era el principio de su marcha triunfal, aparte de sus logros externos, pues fue reelegido tres veces por aclamaci¨®n y s¨®lo pidi¨® someterse a una votaci¨®n de confianza en 1999, tras el esc¨¢ndalo de Salt Lake City, para saber si contaba con el apoyo de sus colegas para seguir. El resultado fue abrumador. De 89 votos, 86 a favor, dos en contra y uno en blanco.
Por todo ello, hoy ser¨¢ la primera elecci¨®n en 21 a?os. Rogge da las mejores sensaciones de poder seguir con la ya pesada carga del COI sin debilidad, pero tambi¨¦n con transparencia. Ver a Kim con un guardaespaldas siempre tras ¨¦l mientras maneja los hilos y prebendas de la Asociaci¨®n de Federaciones Internacionales que preside, da ya para pensar en que su poder tiene tambi¨¦n sus contrapartidas. Hasta hace poco tiempo ten¨ªa problemas para ir a Estados Unidos, donde su hijo estaba con un grave caso de residencia ilegal, algo de lo que no quiere hablar. Es el m¨¢s veterano y no est¨¢ descartada una alianza con Pound, cuyos votantes le apoyar¨ªan si s¨®lo se quedara cuatro a?os. Ayer, cuando Rogge empezaba el informe sobre el enorme ¨¦xito de los Juegos de Sydney 2000, cuya excelente coordinaci¨®n le lanz¨® a la presidencia, el candidato canadiense se levantaba y se iba de la sala. Acababa de leer otro informe sobre las nuevas t¨¦cnicas, pero es que quiz¨¢ tampoco quer¨ªa oir antes de tiempo a su nuevo jefe.
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