Los no resignados
El temor ante las manifestaciones de globalizadores alternativos el pr¨®ximo fin de semana en la cumbre del G-8 en G¨¦nova, o el hecho de que la Organizaci¨®n Mundial del Comercio vaya a celebrar su pr¨®xima reuni¨®n en Qatar, reflejan no ya un problema real de orden p¨²blico, sino el distanciamiento entre la pol¨ªtica y una parte de la ciudadan¨ªa que va marcando terreno. Globalizadores alternativos, conviene llamarlos, y no antiglobalizadores, pues lo que, en general pretenden estos movimientos que se desarrollan sobre la base de oportunidades que brinda la globalizaci¨®n es otra globalizaci¨®n, como qued¨® de manifiesto en el curso sobre Pros y contras de la globalizaci¨®n la semana pasada en El Escorial. Susan George, la autora del Informe Lugano, prefiere hablar de 'neointernacionalistas' que defienden un 'nuevo tipo de solidaridad'. Antiglobalizadores, de verdad, son los sectores que pretenden mantener el proteccionismo m¨¢s reaccionario y la defensa de sus intereses estrechos, que tambi¨¦n estaban en Seattle.
Pese a las teor¨ªas conspiratorias sobre la fase actual de la globalizaci¨®n econ¨®mica, ¨¦sta no tiene un plan de ruta. Las alternativas a esta globalizaci¨®n tampoco, aunque otros probablemente opinen de modo diferente. No hay pizarras con los caminos pintados, como no los hubo en las sucesivas revoluciones industriales. Si acaso, lo que hay son agendas, o propuestas parciales de reformas, salvo para los rupturistas. G¨¦nova, seg¨²n Ram¨®n Fern¨¢ndez Dur¨¢n, miembro de Ecologistas en Acci¨®n, va a marcar un punto de inflexi¨®n, no porque los gobiernos empiecen a asumir los postulados alternativos, sino por la amplitud de la manifestaci¨®n: se espera que en torno a unos 100.000, que, si no se les deja entrar, colapsar¨¢n las fronteras de Italia, paralizando la entrada de turistas por tierra. Para los alternativos y parte de la izquierda italiana, es tambi¨¦n la ocasi¨®n de la primera gran manifestaci¨®n contra el Gobierno de Berlusconi. Pero en este mare m¨¢gnum hay movimientos que ponen por delante la violencia, lo que puede echar por tierra la imagen de las protestas, y hacer pasar a un segundo plano el debate de las ideas.
Debate de ideas, entre otras cosas sobre modelos de producci¨®n y de consumo, haylo y debe haberlo. Un mundo de m¨¢s de 6.100 millones de habitantes y que sigue creciendo tendr¨¢ que inventarlo, aunque no es f¨¢cil. Hace unos meses le preguntaron al presidente surafricano Thabo Mbeko qu¨¦ modelo quer¨ªa para sus ciudadanos. Y contest¨®: 'Pues el mismo: vestirse decentemente, tener una buena sanidad y educaci¨®n, disponer de un coche y poder hacer turismo, etc¨¦tera'. Es decir, que los no globalizados quieren estar globalizados, aunque los alternativos pretenden que se les globalice de otra forma. De hecho, parte de estas pretensiones comienzan a entrar en las agendas pol¨ªticas. En muchos aspectos -no todos-los alternativos han ido por delante de la pol¨ªtica cl¨¢sica, de los partidos y de unos sindicatos que ya se dejaron adelantar por el movimiento de parados en Francia, que ahora se han quedado rezagados y pretenden estar presentes en las manifestaciones, aunque s¨®lo sea con sus banderas.
Lo que ha cambiado en unos a?os en estos movimientos es que han conseguido crecer y difundir un mensaje de no resignaci¨®n ante la inevitablidad de un modelo de globalizaci¨®n que algunos califican de 'neoliberal' y otros consideran que est¨¢ dirigido por las multinacionales. Lo que la situaci¨®n reclama es politizar la globalizaci¨®n. El vac¨ªo de pol¨ªtica en la globalizaci¨®n lo han llenado las multinacionales, el derecho y los arbitrajes privados, que, seg¨²n la soci¨®loga Saskia Sassen, llevan a una 'relocalizaci¨®n de la capacidad de regular'. La gobernaci¨®n global requiere probablemente una forma no jer¨¢rquica de hacer pol¨ªtica, aunque ese liberal pesimista que es John Gray no cree posible el control pol¨ªtico de la globalizaci¨®n. Como cuando en G¨¦nova, dirigentes nacionales se re¨²nen para hablar de problemas globales, la distancia pol¨ªtica parece darle la raz¨®n a Gray.
aortega@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.