El Tour loco llega a los Alpes
El ruso Ivanov se impone en una etapa de traslado hasta el pie de las monta?as
Sergu¨¦i Ivanov, un ruso s¨ªmbolo del Tour del esc¨¢ndalo (1998, equipo TVM), excluido de la ronda el pasado a?o por su elevado hematocrito, gan¨® ayer una etapa del Tour de la renovaci¨®n, de rostro humano, que dicen los optimistas, del Tour sin alma, que proclaman los realistas, del Tour loco, que coinciden todos.
Fue, la etapa que acab¨® en Aix-les-Bains, una etapa de puro traslado f¨ªsico bordeando los montes jur¨¢sicos, necesaria porque los Alpes no pueden cambiarse de sitio, que sirvi¨® para que el equipo vasco del Euskaltel recuperara algo los colores (David Etxebarria, con su estilo habitual, anduvo fugado con el ruso y con el australiano McGee y acab¨® segundo) y para que el pelot¨®n reflexionara triste sobre la etapa de la v¨ªspera, los 35 minutos de Pontarlier, y asustado sobre la etapa del d¨ªa siguiente, el Alpe d'Huez que se sube hoy.
No llovi¨®. No s¨®lo se pens¨®, se vol¨®: casi 47 de media para los 185 kil¨®metros entre Pontarlier y Aix-les-Bains. La media general supera los 42 por hora. Todo un r¨¦cord.
El alma del Tour son las ventanillas bajadas de los coches de los directores. Las conversaciones, los faroles, las mentiras, las negociaciones a voz en grito, los juegos de apariencias, el dontancredismo, la impavidez, el nerviosismo aparente, entre frenazos, chirridos y volantazos. Todos a la vista de todos.
Todo ha desaparecido devorado por la t¨¦cnica. Ya no existe aquel director ansioso, nervioso porque no entran en acci¨®n las fuerzas que desea, que ve que la etapa se le escapa de las manos, que en vez de dar gritos hist¨¦ricos disimula leyendo el peri¨®dico con un rabillo del ojo mientras con el otro observa los movimientos de los dem¨¢s.
En el Tour 2001 los directores llevan las ventanillas subidas. Tienen aire acondicionado. Hablan por tel¨¦fono todo el tiempo. O si no, por la radio interna con los corredores. 'Ya no conozco a ning¨²n director. No se puede hablar con nadie. Yo no entiendo nada', dice Ferretti, del Fassa Bortolo, el ¨²nico viejo que a¨²n lleva volante. 'O mejor dicho, entiendo que los dem¨¢s no entienden de ciclismo'. El Tour ha perdido el alma. Y el pelot¨®n perdi¨® 35 minutos camino de Pontarlier. Ning¨²n director fue capaz de negociar. Nadie baj¨® la ventanilla. Burbujas m¨®viles manejadas por hombres que s¨®lo miran al frente.
Los directores no hablan y los corredores se calan. 'Llegu¨¦ a meta que no pod¨ªa cerrar los ojos por el fr¨ªo. Se me hab¨ªan medio congelado las pesta?as', contaba Santiago Botero, el colombiano del Kelme, que ama el fr¨ªo, en la salida de ayer. 'Sufrimos m¨¢s que si hubi¨¦ramos ido m¨¢s deprisa'.
Llueve, hace fr¨ªo y el pelot¨®n se resiente, ya no es la acorazada robotizada a 52% de hematocrito que supera sin parpadear todos los obst¨¢culos, dicen quienes piensan que el fin de la EPO est¨¢ cerca y eso se nota. Se corre tan deprisa como en los a?os EPO, como a finales de los 90, pero los corredores no se recuperan, por eso sufren, por eso se cortan, por eso pierden tiempo. Por eso pas¨® lo de Pontarlier, insisten los optimistas.
Los corredores llegaron ayer a la meta destrozados. Sin moral. Los gregarios han sufrido la peor primera semana de Tour de los ¨²ltimos a?os. Los veteranos recuerdan con nostalgia los a?os aquellos de sol y llanura. Kil¨®metros y kil¨®metros regulados por el Saeco y los sprints de Cipollini. Los j¨®venes preguntan si esto es el Tour. No han tenido descanso ni en llano. Se acuerdan de Lieja, de la contrarreloj por equipos, de los abanicos de Verdun, del agua de Pontarlier, de los hoteles que est¨¢n a dos horas de la meta, de que duermen poco, de que no descansan, de que no tienen grasas que les protejan del fr¨ªo, de que todos acabar¨¢n acatarrados o con dolor de est¨®mago, o con tendinitis. Y piensan que Alpe d'Huez no ser¨¢ una cima, sino el primer d¨ªa de una semana terrible. La semana decisiva del Tour loco.
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