Un montaje especial

Xavier Albert¨ª es un creador distinto. Construye con un sentido esencialmente musical, y a esta estructura r¨ªtmica le agrega texto e imagen, de modo que el espacio, las luces, los objetos (el piano, por supuesto, que el mismo Albert¨ª toca) y los actores modulando los sentimientos y las ideas, todo transita por una l¨ªnea fragil¨ªsima, quebradiza, como un delicad¨ªsimo hilo continuo que va envolviendo al p¨²blico en una telara?a po¨¦tica. En M¨¢s extra?o que el para¨ªso parte, adem¨¢s, de textos de Jaime Gil de Biedma, combinados con otros de Llu?sa Cunill¨¦, una mezcla sin duda interesante y efectiva, que rezuma un humor distante, elegante, helado y, sin embargo, afable. La direcci¨®n y la dramaturgia de Xavier Albert¨ª son, de nuevo, impecables.

Jaime Gil de Biedma est¨¢ presente con su poderos¨ªsima prosa, su verso, con su manera de tejer el mundo cotidiano, palpable, ese desdoblamiento entre el yo que escribe y reflexiona con elegancia estoica y el otro yo que vive en la pasi¨®n, en la aventura, en las noches inacabables de borrachera. Los textos de Gil de Biedma, muchos de ellos an¨¦cdotas hechas literatura, son apenas pinceladas surgidas de obras diversas y de distinto signo (Diario del artista en 1956, Al pie de la letra, cartas a Joan Ferrat¨¦ e, incluso, el gui¨®n de la pel¨ªcula que escribi¨® para Jaime Camino, adem¨¢s de alg¨²n poema). M¨¢s que la presencia de Gil de Biedma, lo que hay de ¨¦l en M¨¢s extra?o que el para¨ªso es un aroma, algo ligero, luminoso, vol¨¢til, como el mismo espect¨¢culo.

Albert¨ª ha contado para esta obra con un grupo de actores af¨ªn a su est¨¦tica, y que est¨¢n sencillamente soberbios, cada cual en su registro, en sus di¨¢logos fragmentarios, en su frase ensamblada sin aparente coherencia en el conjunto. Lurdes Barba haciendo de pitonisa, Manuel Carlos Lillo comentando un poema como quien reflexiona en voz alta, Jordi Collet convertido en vocalista hortera, Lina Lambert haciendo de Rita Hayworth, Alicia P¨¦rez puede ser una muchacha sola en la barra de una g¨¹isquer¨ªa, Isabel Cab¨®s alcanzando la fama que ha de darle el ca?¨®n de luz, M¨°nica Quintana, la escen¨®grafa, incorporada aqu¨ª tambi¨¦n a la escena, y el propio Albert¨ª al piano. Todos tienen intervenciones concretas en este puzzle r¨ªtmico.

Un espect¨¢culo ligero, inteligente. Pl¨¢sticamente impecable, con esa s¨²bita luz amarilla, o azul, que ilumina de pronto el ¨¢bside de la iglesia del Convent dels ?ngels. Espacio habitado por personajes que aparecen de pronto para fundirse al instante de nuevo en el conjunto silencioso, pero siempre presente. A la busca de los para¨ªsos, ¨¦se es el tema, para¨ªsos posibles, humanos, hechos de noches, de sexo, de alcohol, pero tan refinados que son inaccesibles. Un montaje en definitiva especial, infrecuente en nuestra cartelera, que deja un sabor limpio en la boca, un humor sano en el recuerdo.