Sangre de campeones
La primera investigaci¨®n sobre dopaje sangu¨ªneo se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Cient¨ªficos estadounidenses estudiaron la adaptaci¨®n a la atm¨®sfera hip¨®xica (con menor presi¨®n parcial de ox¨ªgeno) de los pilotos que deb¨ªan bombardear la Alemania de Hitler. Al trasfundirles un litro de sangre compatible con su grupo sangu¨ªneo, su hematocrito aumentaba desde sus valores normales, entre 40% y 50% hasta 55%-58%, sin efectos adversos para su salud. Adem¨¢s, les hicieron correr sobre un tapiz rodante: los pilotos 'dopados' rend¨ªan mejor que el correspondiente grupo control, compuesto por pilotos que no hab¨ªa sido trasfundidos. Si aquellos cient¨ªficos hubiesen sabido lo que ese hallazgo significar¨ªa a?os m¨¢s tarde para el deporte...
De todos modos, fueron los Juegos Ol¨ªmpicos de 1968, celebrados en M¨¦xico, a 2.225 metros de altitud, los que marcaron un 'antes' y un 'despu¨¦s' en la historia de la medicina deportiva... Las pruebas de fondo en atletismo fueron dominadas por 'nativos de las alturas': kenianos y et¨ªopes. Este hecho dio que pensar a m¨¦dicos y entrenadores: 'Quiz¨¢s su dominio se debe a que su hematocrito es m¨¢s alto', pensaron. En efecto, en los nativos de las alturas (personas que han nacido y vivido siempre por encima de los 2.000 metros) el hematocrito es mayor (m¨¢s cerca de 50% que de 40%) que en los atletas no acostumbrados a la altura, cuyo hematocrito suele estar m¨¢s cerca de 40%. Y es que la hipoxia hace que el cuerpo produzca m¨¢s eritropoyetina (EPO), una hormona encargada de acelerar la producci¨®n de gl¨®bulos rojos.
La ciencia del deporte no se hace esperar mucho: a principios de los setenta, un sueco, Ekblom, publica un estudio pionero sobre dopaje sangu¨ªneo. Al trasfundir sangre a un grupo de deportistas, su consumo m¨¢ximo de ox¨ªgeno (VO2max) aumenta significativamente. Despu¨¦s, se suceden los estudios. Y los resultados parecen claros: cuanto mayor sea el aumento del hematocrito inducido artificialmente por las transfusiones, mayor es el VO2max. En ciclismo, la ecuaci¨®n es as¨ª de simple: cuanto m¨¢s hematocrito, m¨¢s vatios.
Llegan a los ochenta: ya no hace falta pasar por el l¨ªo de las transfusiones porque la EPO sintetizada por ingenier¨ªa gen¨¦tica est¨¢ disponible en el mercado farmacol¨®gico. Su efecto es dosis-respuesta: cu¨¢nto m¨¢s EPO se inyecta uno, m¨¢s rinde. Pero la EPO est¨¢ prohibida. Queda el entrenamiento en altura.
Lo malo del entrenamiento en altura es que no es un m¨¦todo realmente efectivo para incrementar el hematocrito de aquellos que no son nativos de las alturas: son necesarias muchas semanas (hasta 9) y muchos metros de altura (desde luego, m¨¢s de 2.000-3.000 metros) para que sus efectos sobre el hematocrito se asemejen a los del dopaje sangu¨ªneo. Primer problema: ?qu¨¦ ciclista puede dejar de competir durante 2 o 3 meses en plena temporada para concentrarse en altura? Segundo problema, a¨²n mayor: cu¨¢nto m¨¢s sube uno (por encima de 3.000 metros), mejor para el hematocrito, pero peor para el entrenamiento. En efecto, a tanta altura se hace muy dif¨ªcil entrenar a un ritmo intenso, y en el mejor de los casos son necesarias varias semanas para que el deportista se aclimate del todo.
Un estadounidense, Benjamin Levine, parece dar con la combinaci¨®n perfecta: dormir en altura, para estimular a la EPO al menos durante 8 horas diarias, y entrenar abajo (a nivel del mar), para que el entrenamiento siga siendo suficientemente intenso y efectivo. Por ejemplo: dormir en el centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada y hacer series en Granada. Una soluci¨®n m¨¢s refinada llega de la mano de fisi¨®logos escandinavos: no hace falta irse a Sierra Nevada para dormir a m¨¢s de 2.000 metros: se puede transformar la casa de uno en 'una casa de altura'. Es relativamente sencillo: basta con quitarle ox¨ªgeno al aire que se respira en la casa, metiendo mayor cantidad del gas m¨¢s abundante de todos, y que adem¨¢s es inocuo: el nitr¨®geno. El nuevo gas puede entrar a trav¨¦s del aire acondicionado, por ejemplo. Y funciona: el hematocrito aumenta, y no hacen falta inc¨®modos desplazamientos. Lo malo es que los ciclistas se pasan m¨¢s de 90 d¨ªas al a?o compitiendo y durmiendo en hoteles. O sea, que se perder¨ªan m¨¢s de 90 noches hip¨®xicas, de esas que hacen aumentar el hematocrito. Tampoco hay problema: para eso est¨¢n las nuevas tiendas de campa?a hip¨®xicas y port¨¢tiles, en cuyo interior se pueden simular atm¨®sferas de hasta 5.000 metros de altura. As¨ª, un deportista podr¨ªa viajar con estas claustrof¨®bicas tiendas, en las que apenas cabe una persona tumbada, y montarlas cada noche en la habitaci¨®n del hotel de turno. Lance Armstrong as¨ª lo ha hecho.
Alejandro Luc¨ªa es fisi¨®logo de la Universidad Europea.
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