La gloria
Si basta con un s¨®lo verso insigne para que un poeta vulgar se salve y un escritor mediocre puede pasar a la inmortalidad por una frase feliz que haga fortuna en plazas y mercados, tambi¨¦n ser¨¢ suficiente recordar en el lecho de muerte el perfume de una rosa o el sabor de una anchoa para que toda una vida tenga sentido: esa ultima sensaci¨®n habr¨¢ sido el eje de acero que ha armado el alma de la persona desechada ahora por la suerte. Todo el mundo ha obtenido un minuto de gloria en el pasado, pero hay que ser un artista para convertirlo en un asa donde agarrarse en medio de la desesperaci¨®n. En las noches de insomnio cualquiera se siente reconfortado imaginando que en cierta ocasi¨®n tambi¨¦n fue un h¨¦roe. Bastar¨¢ con recordar la salvaje emoci¨®n del primer beso en la adolescencia o el placer de haberse rebelado por una vez en la juventud o los elogios que recibi¨® de los amigos en la madurez por aquella famosa tortilla de patatas. Mientras unos atracan bancos sin disparar un tiro, otros dan conciertos de piano con igual virtuosismo en la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, pero no sufras si tu existencia no da para m¨¢s, ya que se puede pasar perfectamente por este mundo sin haber escrito Hamlet ni haber asesinado a nadie. Deber¨ªas resignarte sabiendo que Shakespeare y Jack el Destripador compart¨ªan contigo la mayor parte de las sensaciones diarias. Ambos sent¨ªan el mismo alivio al soplarse los saba?ones, se cre¨ªan inmortales cuando en el juego su naipe se repet¨ªa por tercera vez, se deprim¨ªan si no encontraban a un gran personaje o a una buena v¨ªctima, en las noches de calor estiraban la pierna hacia la parte fresca de las s¨¢banas como haces tu, y era tambi¨¦n igual para ellos el sabor de los arenques, el amor a la cerveza y el miedo a la muerte, y si los dos fueron genios en lo suyo, te servir¨¢ de consuelo saber que Shakespeare tiene algunos versos muy malos y acab¨® siendo prestamista, mientras Jack el Destripador tambi¨¦n dio algunas cuchilladas poco certeras y una vez salv¨® a una ni?a de morir ahogada. Puede que s¨®lo seas un peque?o cobarde que prefiere soportar la injusticia con tal de vivir incontaminado. As¨ª te quieren ellos, dedicado a los versos en la villa horaciana, entre gallinas y lechugas, tu contemplando el crep¨²sculo y ellos llenando el saco. El laurel tiene dos destinos: la cabeza del h¨¦roe o el estofado. Tal vez un d¨ªa fuiste un rebelde: fue aquel d¨ªa en que estuviste dispuesto a morir por no doblegarte. Ese es el minuto de gloria que te corresponde.
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