El hombre de hielo sonr¨ªe por fin
David Duval es un campe¨®n serio. Un tipo que no sonr¨ªe con facilidad. Un hombre fr¨ªo resguardado detr¨¢s de unas gafas de sol oscuras que recorre el circuito americano desde 1993 con la etiqueta de perdedor. De talentoso perdedor. Ayer se quit¨® las gafas y el lastre de pertenecer al grupo de los que casi consiguen vencer... Gan¨® su primer grande y al fin sonri¨®.
Duval, nacido en una soleada localidad de Florida, Jacksonville, hace 29 a?os, a¨²n confiaba en s¨ª mismo: 'S¨¦ que tengo un grande dentro de la bolsa de palos. No gano, pero la mayor¨ªa de las veces pienso que juego muy bien'. Este a?o no parec¨ªa el mejor para Duval, 25? en la clasificaci¨®n de la PGA y abatido por su aura de segund¨®n. Tampoco los recorridos que firm¨® los dos primeros d¨ªas invitaban a confiar en ¨¦l: el viernes se alejaba de Lytham con un empate con el campo guardado en el bolsillo, a seis golpes de Colin Montgomery. Pero en dos d¨ªas de inspiraci¨®n ha regateado todas las trampas del campo.
Una victoria inesperada que no sorprende a nadie. Duval es uno de los jugadores que golpean con las maderas a mayor distancia y tiene un buen juego corto. Domina todos los resortes del golf. Pero le fallaba el m¨¢s importante: la cabeza. Considerado desde su irrupci¨®n en el circuito como el perfecto anti-Woods, la fragilidad a la hora de afrontar la competici¨®n le fue empeque?eciendo hasta plantarse en 2001 sin ning¨²n triunfo.
'?sa es la clave, la concentraci¨®n', recalcaba ayer con el trofeo bien cosido a su brazo. El hombre de hielo es un jugador de mentalidad quebradiza que necesita esconder sus ojos del sol para no da?arlos. Su gran temporada fue la de 1999. Entonces se impuso en cuatro importantes torneos del circuito americano, pero sin el prestigio de los cuatro grandes, esos que se exigen como garant¨ªa necesaria para acceder a los anales del golf . Ahora podr¨¢ descansar en su mansi¨®n junto al campo de Ponte Vedra con la sensaci¨®n del deber cumplido. Ya puede re¨ªr, la tara de ser considerado s¨®lo un 'buen jugador' se borr¨® para siempre.
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