Barricadas y fronteras
La cumbre del G-8 en G¨¦nova ha puesto de relieve dos cosas aparentemente absurdas. Por una parte, que las barricadas, como una muralla, se hab¨ªan erigido para defender a los mandatarios democr¨¢ticamente elegidos, cuando suele ser al rev¨¦s. Son los que se levantan, los que protestan, los que suelen erigir barricadas contra los que, en expresi¨®n de Max Weber, tienen el monopolio de la violencia leg¨ªtima. Algo marcha mal en las democracias cuando se llega a tal situaci¨®n. Aqu¨ª no hay revoluci¨®n, o si se quiere, la revoluci¨®n la produce la velocidad del cambio, antes que cualquier voluntad. En este mundo no hay un pensamiento ¨²nico, pero estamos en una fase, probablemente transitoria, en la que, en lo b¨¢sico, no hay grandes ideolog¨ªas que se confronten. Y ¨¦se es uno de los or¨ªgenes de la protesta.
Al tiempo, G¨¦nova ha marcado, en contra de la globalizaci¨®n y de la integraci¨®n europea, el regreso de las fronteras nacionales en la UE de la mano de la equivocada suspensi¨®n temporal del Tratado de Schengen por parte de las autoridades italianas. Es un proceso que defienden otros Gobiernos y ministros del Interior. Schengen y la supresi¨®n de los controles en las fronteras internas de la UE es una de las mayores aportaciones a un proceso de construcci¨®n de un espacio del que los ciudadanos se sienten alejados. No es balad¨ª. En este contexto, la medida italiana es un paso contraproductivo. Hay otros modos de luchar contra la violencia de los que, en el fondo, son unos pocos, aunque a menudo organizados. El Foro Social alternativo en G¨¦nova, como la manifestaci¨®n contra el racismo y a favor de los derechos de los inmigrantes, demostraron que se puede protestar sin violencia con eficacia e impacto, aunque la violencia, especialmente si produce muertos, llegue a taparlo todo.
En Europa hay un peligro m¨¢s que notable de un regreso a las fronteras. El espacio de libertad de circulaci¨®n de mercanc¨ªas, servicios, capitales y, en menor medida, personas, lo est¨¢n aprovechando tambi¨¦n las redes mafiosas, ya sea de narcotr¨¢fico de blanqueo de dinero, de prostituci¨®n o de terrorismo, lo que puede provocar ese paso atr¨¢s, y a reforzar la visi¨®n policial y judicial del control de ese espacio. Se justifica para los casos citados, pero no para los manifestantes no violentos que son los m¨¢s; una juventud transnacional que puede formar unos de los g¨¦rmenes de una ciudadan¨ªa cosmopolita y globalizada.
Las fronteras, se?ala la soci¨®loga Saskia Sassen en un libro que est¨¢ a punto de salir en Espa?a (?Perdiendo el control? La soberan¨ªa en la era de la globalizaci¨®n, ediciones Bellaterra) no son un concepto meramente geogr¨¢fico, sino una instituci¨®n, dirigida ahora, esencialmente, al control de los flujos de personas. Es decir, de la inmigraci¨®n. Para Sassen, 'la globalizaci¨®n econ¨®mica desnacionaliza la econom¨ªa nacional. En cambio, la inmigraci¨®n renacionaliza la pol¨ªtica y da una importancia renovada a su control soberano' en todos los pa¨ªses europeos, al menos hasta que haya una pol¨ªtica com¨²n europea en materia de inmigraci¨®n y asilo, que se deber¨ªa adoptar, seg¨²n las previsiones, en el 2004, a?o central para el devenir de la UE.
Claro que ¨¦sta es una visi¨®n desde una parte de Europa. Pues en otras, el concepto de soberan¨ªa estatal y fronteras constituye una entelequia que poco tienen que ver con la realidad. En algunas regiones africanas, o incluso en parte de los Balcanes, el Estado significa poco, pues su control sobre la geograf¨ªa que le incumbe es s¨®lo parcial. En ?frica sobre todo, muchas fronteras s¨®lo existen en el mapa, no en el terreno. Y por eso mismo la colaboraci¨®n con estos supuestos Estados para controlar en origen la inmigraci¨®n ilegal dar¨¢ pocos resultados, lo que reforzar¨¢ las fronteras de los pa¨ªses de inmigraci¨®n. As¨ª, la debilidad de unos Estados contribuye, temporalmente, a fortalecer otros.
aortega@elpais.es
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