Jefe, que no me suben las pulsaciones
'El atleta pierde su vitalidad. Le cuesta concentrarse o fijar su atenci¨®n en algo. Se levanta cansado porque apenas ha dormido por la noche. Sus ojos est¨¢n algo hundidos. Su car¨¢cter, mucho m¨¢s irritable que de costumbre... Y, sobre todo, pierde peso. Incluso de un d¨ªa para otro, y ni comiendo lo recupera. Lo m¨¢s llamativo es que son necesarias semanas, incluso meses, para que se recupere del todo'. As¨ª de bien describ¨ªa en 1923 un estudioso del deporte, McKenzie, algunos de los signos y s¨ªntomas de lo que hoy conocemos como s¨ªndrome de sobreentrenamiento o fatiga cr¨®nica. ?Seguro que por aquel entonces ya hab¨ªa deportistas sobreentrenados! Por ejemplo, en el Tour de aquel a?o, con 5.386 kil¨®metros en 15 etapas, pasando por los Alpes y los Pirineos, s¨®lo 48 corredores, de los 139 que comenzaron la prueba, fueron capaces de llegar a Par¨ªs. Tan intuitivo era McKenzie, que atribu¨ªa el sobreentrenamiento a una especie de envenenamiento del sistema nervioso. Lo mismo que un eminente bioqu¨ªmico de Oxford, Newsholme, unos setenta a?os despu¨¦s. En efecto, ahora sabemos que una sustancia, el tript¨®fano, invade el cerebro del sobreentrenado. Una vez dentro, se transforma en un neurotransmisor, la serotonina, capaz de deprimir y adormecer al cerebro: es el envenenamiento o atontamiento que describ¨ªa McKenzie.
El ciclista se mantiene a salvo del temido sobreentrenamiento siempre que sea capaz de recuperarse de un d¨ªa para otro, en las escasas 18 horas de que dispone entre el final de una etapa y el inicio de la del d¨ªa siguiente. Y esto lo consigue en gran medida equilibrando las energ¨ªas gastadas durante la etapa con las que consume en las comidas. Durante muchos d¨ªas, como los de las t¨ªpicas etapas llanas de cuatro o cinco horas de duraci¨®n, s¨ª puede alcanzar este equilibrio energ¨¦tico: debe comer unas 6.000 calor¨ªas al d¨ªa, las mismas que ha gastado. ?Qu¨¦ significa comer 6.000 calor¨ªas en un d¨ªa? Unas 19 hamburguesas con queso para el que le guste la comida r¨¢pida o 60 huevos fritos para los m¨¢s castizos. El problema viene a partir de la segunda semana: llegan las maratonianas etapas de monta?a. Algunas, de m¨¢s de seis horas, o lo que es lo mismo, 8.000 y hasta 9.000 calor¨ªas gastadas al d¨ªa, o 90 huevos fritos... No hay tiempo para tanta comida. Y llega el desequilibrio energ¨¦tico.
?Qu¨¦ hace el cuerpo en esta situaci¨®n doblemente estresante (al estr¨¦s de las etapas se suma el estr¨¦s de la desnutrici¨®n)? Sacar energ¨ªa de donde sea. Por ejemplo, de su propia masa muscular. Para ello, la gl¨¢ndula suprarrenal, que es la que se activa en las situaciones de estr¨¦s, ha de trabajar a todo trapo, produciendo grandes cantidades de una hormona, el cortisol, que es capaz de quemar (o catabolizar) las propias prote¨ªnas del cuerpo, como las que componen el tejido muscular, con tal de obtener energ¨ªa. Mal asunto: el ciclista pierde peso enseguida (pues el m¨²sculo que se est¨¢ empezando a consumir pesa m¨¢s que la grasa), y fuerzas. Tanto trabajan las suprarrenales que al final del Tour pueden llegar a agotarse. Entre las hormonas que sufren esta situaci¨®n de agotamiento o regulaci¨®n a la baja est¨¢ la adrenalina. Su misi¨®n es, entre otras, acelerar el coraz¨®n y hacerlo bombear con fuerza. As¨ª, cuando el ciclista est¨¢ fuerte, el pulso le sube r¨¢pido en los puertos y aguanta bien el sufrimiento: sus gl¨¢ndulas suprarrenales est¨¢n intactas. En cambio, si a pesar de pasarlas canutas el pulso no le sube como de costumbre, hay que empezar a preocuparse: el sobreentrenamiento acecha. Por ejemplo, es el caso del ciclista acostumbrado a subir los grandes puertos a m¨¢s de 180 lpm (latidos por minuto) y que de un d¨ªa para otro comprueba que no puede pasar de 165 lpm. 'Hoy no me sube el pulso', se queja entonces al m¨¦dico del equipo.
El sobreentrenamiento lleva a una situaci¨®n parad¨®jica, aparentemente absurda: cuando el cuerpo necesita estar activado y despierto (por el d¨ªa, en plena etapa), la serotonina lo tiene deprimido y no hay suficiente adrenalina como para activarlo. De hecho, no suben las pulsaciones. Por la noche, cuando necesita descansar, el cortisol sigue trabajando hasta agotarse, intentando sacar energ¨ªas del propio cuerpo, ya que las calor¨ªas que vienen de la comida son insuficientes. As¨ª, el ciclista se despierta con el pulso elevado (por ejemplo, 50 en vez de 30 lpm). Algo as¨ª como si hubiera tenido etapa tambi¨¦n por la noche.
Alejandro Luc¨ªa es fisi¨®logo de la Universidad Europea.
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