Suspenso a los pol¨ªticos
En las ¨²ltimas semanas, muchos adolescentes y j¨®venes han o¨ªdo la fastidiosa pregunta de tantos familiares y amigos patosos: 'Qu¨¦, c¨®mo han ido las notas?'. Pues bien, si pusi¨¦ramos notas a los pol¨ªticos, me parece que, al menos en este final de curso, la calificaci¨®n ser¨ªa un claro suspenso. Y este caso, el suspenso, se generaliza no s¨®lo a los protagonistas de la pol¨ªtica espa?ola y catalana, sino tambi¨¦n a los de la pol¨ªtica internacional.
En efecto, es esperp¨¦ntica e impresentable la pretensi¨®n de autoinvestirse en gobierno mundial de facto de los presidentes de los ocho Estados que se consideran a s¨ª mismos los m¨¢s ricos de la Tierra. Deber¨ªamos remontarnos a la Edad Media para encontrar un caso de desfachatez semejante. En aquellos tiempos, quien ten¨ªa el poder econ¨®mico -la propiedad de la tierra, en manos de los se?ores feudales- tambi¨¦n detentaba el poder pol¨ªtico y decid¨ªa sobre la vida, libertad y propiedad de sus s¨²bditos. Precisamente, el Estado moderno fue un intento de disimular el predominio de las fuerzas econ¨®micas y crear una instancia algo m¨¢s neutral que actuara como mediadora entre ciudadanos y grupos sociales sin ser el representante directo de ninguno de ellos.
Un debate de tan bajo nivel sobre los conciertos escolares es, primero, un s¨ªntoma m¨¢s del clientelismo y desgobierno de los que hace m¨¢s de veinte a?os que est¨¢n en el poder, y segundo, de la escasa preparaci¨®n y calidad profesional de los pol¨ªticos de la oposici¨®n
Justamente fue Marx quien, en su juventud y de forma intelectualmente sugestiva aunque un poco simple, denunci¨® la situaci¨®n diciendo que el Estado no era m¨¢s que el comit¨¦ gestor de los intereses de la burgues¨ªa. Con ello apuntaba en la direcci¨®n correcta, pero tuvo la desgracia de que algunos de sus disc¨ªpulos creyeran que aquello era un dogma v¨¢lido en cualquier circunstancia y situaci¨®n. Sin embargo, en la pr¨¢ctica las cosas son algo m¨¢s complicadas de lo que opinan los simplificadores. Pues bien, ser¨ªa simplificador decir que en la actualidad el G-8 es s¨®lo el comit¨¦ gestor de los intereses de las compa?¨ªas multinacionales, aunque tal opini¨®n encierre, sin duda, una buena parte de verdad.
Ante tal situaci¨®n, el relativamente satisfactorio grado de democracia dentro de los Estados occidentales queda en grave entredicho: ?discuten previamente los parlamentos y la opini¨®n p¨²blica de cada uno de los democr¨¢ticos Estados del G-8 las decisiones que se toman en citas tan singulares como la reciente de G¨¦nova? En caso de no ser as¨ª, ?pueden considerarse democr¨¢ticas tales decisiones? Si lo que se decide en estas cumbres es importante para el resto de la humanidad, cabe preguntarse cu¨¢l es la legitimidad democr¨¢tica de estos gobiernos al tomar tales decisiones y c¨®mo repercuten tales anomal¨ªas en la calidad de las democracias occidentales.
Por ello, el llamado 'movimiento antiglobalizador' -todav¨ªa muy contradictorio- es, sin embargo, una esperanza de nuestra vida democr¨¢tica. Si existe, es porque hay una base social amplia que por lo menos t¨¢citamente lo apoya, y si adopta formas at¨ªpicas de lucha pol¨ªtica -que en casos de violencia son totalmente rechazables-, es porque sus ideas y proyectos no pueden canalizarse a trav¨¦s de las fuerzas pol¨ªticas tradicionales ya que, lamentablemente, a ¨¦stas no les hace ganar votos explicar a sus electores, entre otras cosas, que el nivel de vida occidental es alto gracias, por ejemplo, a los intereses de la deuda -contra¨ªda por dictadores protegidos por Occidente que la utilizaron en beneficio propio y la depositaron en un para¨ªso fiscal- que los pa¨ªses pobres pagan a la banca de los pa¨ªses ricos. Algo -o mucho- falla ah¨ª en nuestro sistema democr¨¢tico.
Pero, afortunadamente, existe en nuestra sociedad un movimiento, en el que predomina la juventud, que considera el sistema econ¨®mico mundial irracional y discriminatorio. A la dictadura de los mercados financieros -elemento b¨¢sico de la globalizaci¨®n-, este movimiento opone un orden social basado en valores y principios distintos, m¨¢s adecuados para que las personas, todas las personas, puedan ser libres e iguales. Ante un futuro que los ingenuos auguraban poco conflictivo, un mero final de la historia, este pensamiento radical, todav¨ªa poco depurado, es una reacci¨®n l¨®gica a un mundo crecientemente desigual y deshumanizado, que te devuelve el optimismo y te hace creer de nuevo en la capacidad de rebeli¨®n de la naturaleza humana.
Ante esta situaci¨®n mundial, los problemas de nuestro peque?o mundo espa?ol y catal¨¢n aparecen como nimiedades casi rid¨ªculas, pero en todo caso son nuestros problemas espec¨ªficos m¨¢s pr¨®ximos. Ciertos comportamientos de la clase pol¨ªtica en las ¨²ltimas semanas han mostrado la peor cara de la pol¨ªtica partidista. Por ejemplo, la forma de intentar nombrar a los miembros de altos ¨®rganos del Estado en los que el consenso es necesario ha dado la impresi¨®n de que los partidos han procurado m¨¢s por su intereses propios que por el buen funcionamiento de las instituciones.
Problemas de otro car¨¢cter aquejan al escenario pol¨ªtico catal¨¢n, cada vez m¨¢s parecido a un balneario de la tercera edad en el que todos son amigos, proceden de la misma clase social, tienen el mismo grado de cultura y profesan la misma religi¨®n pero que, como es natural, tienen a veces ciertas envidias y rencillas de poca monta que, en el fondo, les sirven para entretenerse y pasar el rato. Convocar una sesi¨®n extraordinaria del Parlament para hacer un debate de tan bajo nivel en un tema como el de los conciertos escolares, medular en nuestro sistema de ense?anza, es, primero, un s¨ªntoma m¨¢s del clientelismo y el desgobierno de los que hace m¨¢s de veinte a?os que est¨¢n en el poder, y segundo, de la escasa preparaci¨®n y calidad profesional de los pol¨ªticos de la oposici¨®n.
Ante tal panorama, el entusiasmo de la ciudadan¨ªa es perfectamente perceptible, y me parece que, si tuvieran ocasi¨®n de calificar, el suspenso estar¨ªa m¨¢s que cantado. Dos personas del mundo de la prensa fallecidas en los ¨²ltimos d¨ªas quiz¨¢ nos deber¨ªan hacer reflexionar. El periodista Indro Montanelli y la editora del Washington Post, Katherine Graham, han sido dos conservadores razonables y con principios. Yo, si quieren que les diga la verdad, prefiero un conservador liberal que sepa defender con tolerancia y energ¨ªa sus s¨®lidos principios de siempre a un progresista -si la palabra todav¨ªa vale- que s¨®lo pretende ir a la siempre cambiante ¨²ltima moda. Lo peor de los a?os ochenta no fue el triunfo de las ideas neoliberales, sino el predominio del posmodernismo. Por ah¨ª empezaron los males de la izquierda y quiz¨¢ hayamos llegado a un giro esperado y necesario.
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
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