Posible ofensiva secesionista del nacionalismo vasco
Cada vez cobra m¨¢s fuerza la hip¨®tesis de que el nacionalismo vasco pueda desencadenar una ofensiva secesionista en el futuro inmediato. El an¨¢lisis de las palabras del lehendakari deja la cuesti¨®n en el aire, aunque el reto tiene el suficiente calado para que el Estado prepare una respuesta adecuada. Incluso suponiendo un resto de sensatez en la direcci¨®n del PNV, hay que tener en cuenta los efectos no deseados de una din¨¢mica desencadenada en esa direcci¨®n.
Todo hace indicar que la respuesta debe ir m¨¢s all¨¢ de la prohibici¨®n de los mecanismos que hagan posible esa secesi¨®n. Una reacci¨®n de estricta defensa de la legalidad, por mucho que la situaci¨®n pudiera hacerla obligada, deber¨ªa venir acompa?ada de una estrategia pol¨ªtica que haga comprensible el recurso a los mecanismos de excepci¨®n constitucionalmente previstos. De no hacerse as¨ª, podr¨ªa equipararse la respuesta a un argumento de fuerza, todo lo leg¨ªtimo que se quiera, pero de fuerza en ¨²ltima instancia. Y en un escenario democr¨¢tico la fuerza debe ir siempre acompa?ada de la legitimaci¨®n aportada por un discurso pol¨ªtico convincente y razonable. Es el discurso que deber¨ªa ser elaborado por el Gobierno, pactado con la oposic¨ª¨®n y sometido a la consideraci¨®n de una opini¨®n p¨²blica espa?ola, vasca especialmente, a la que tiene que darse la oportunidad de hacer innecesaria la utilizaci¨®n de medidas de excepci¨®n.
En mi opini¨®n, el primer punto de ese discurso deber¨ªa insistir en la falta de fundamento jur¨ªdico para un eventual recurso a la autodeterminaci¨®n. Falta ese fundamento en un derecho internacional que ha tratado la autodeterminaci¨®n en contextos pol¨ªticos que nada tienen que ver con el caso vasco en relaci¨®n a Espa?a, y falta fundamento igualmente en el derecho constitucional interno definido por el texto de 1978. En un contexto como el espa?ol, el llamado derecho de autodeterminaci¨®n se transforma en una expectativa de secesi¨®n de naturaleza estrictamente pol¨ªtica, una expectativa que necesita ser justificada y valorada como expediente superior a otros instrumentos jur¨ªdico-pol¨ªt¨ªcos dedicados a tratar las demandas a las que puede obedecer el recurso a la secesi¨®n. Habr¨¢ que empezar por pedir al nacionalismo vasco la justificaci¨®n de las razones que le animan a decantarse a favor de un instrumento tan traum¨¢tico. Habr¨ªa de continuarse con la discusi¨®n acerca de la supuesta inviabilidad de los instrumentos auton¨®micos para solventar los problemas en que se justifica la llamada a esa secesi¨®n. Y tendr¨ªa que llegarse, por ¨²ltimo, a un acuerdo sobre los procedimientos que har¨ªan factible la opci¨®n secesionista. En ¨²ltima instancia, se har¨ªa necesario reconducir un debate pol¨ªtico que se ha presentado abusivamente como propio del derecho natural, dando prioridad en la discusi¨®n a los fines de la propuesta, la independencia pol¨ªtica, sobre los aspectos estrictamente procedimentales de la misma.
Paralelamente, los representantes de la naci¨®n espa?ola deber¨ªan poner de manifiesto su posici¨®n respecto a una secesi¨®n que afectar¨ªa a un territorio significativo de ese espacio nacional. Por elementales razones de supervivencia del Estado y la naci¨®n espa?oles, no ser¨ªa dif¨ªcil de entender el rechazo a la eventual iniciativa del nacionalismo vasco, un rechazo que habr¨ªa de explicitarse en todos los frentes. Y en un lugar muy destacado, el frente europeo. Espa?a tiene hoy la capacidad de maniobra suficiente para encontrar la solidaridad de la UE en contra de un proceso de secesi¨®n que nunca iba a culminar en el encuentro del txoko particular para la hipot¨¦tica Euskadi independiente en el marco europeo.
En segundo lugar, Espa?a tiene un deber de solidaridad con aquella parte de la poblaci¨®n del Pa¨ªs Vasco que pudiera verse amenazada con el eventual recurso a la secesi¨®n. En tercer lugar, Espa?a debe hacer jugar sus derechos como una naci¨®n hist¨®rica europea a favor de su supervivencia. El lugar del patriotismo constitucional se dobla con la existencia de un genuino nacionalismo espa?ol de signo liberal, latente a lo largo y ancho del pa¨ªs, cuyo civismo y coherencia con el orden democr¨¢tico no deber¨ªa confundirse con su ausencia o debilidad.
Esta movilizaci¨®n de argumentos pol¨ªticos deber¨ªa preceder y, llegado el caso, arropar un eventual recurso a medidas de excepci¨®n proporcionadas al posible desaf¨ªo nacionalista. Har¨ªa mal el nacionalismo vasco en confundir la justificada resistencia a su empleo con la negativa sistem¨¢tica al mismo. Las medidas de excepci¨®n en el orden democr¨¢tico no las empujan los defensores de la legalidad sino los impugnadores del orden legal existente. El nacionalismo vasco tiene una experiencia equivocada, en parte alimentada por la mala opini¨®n sabiniana sobre el resto de los espa?oles, respecto a la capacidad de respuesta del Gobierno central a sus desaf¨ªos. Pero una cosa son los envites cubiertos por la legitimidad constitucional o estatutaria, y otra los que vienen radicalmente desprovistos de fundamento legal. Que no dude el nacionalismo vasco de que, por reticentes que sean los representantes del poder central al uso de medidas excepcionales, esas medidas se tomar¨¢n de no quedar otro remedio. Espa?a tiene un antecedente en la adopci¨®n de una posici¨®n de fuerza ante el desaf¨ªo al orden constitucional por parte de un poder aut¨®nomo: Catalu?a, octubre de 1934. Empujado al abismo, el Gobierno de centro-derecha entonces en el poder reaccion¨® en defensa del orden constitucional. Y de no haberse producido la tragedia de julio de 1936, esa respuesta hubiera podido enderezar la actitud desleal de un amplio sector del nacionalismo catal¨¢n del momento. El nacionalismo vasco no deber¨ªa poner a prueba la capacidad de reacci¨®n de nuestro sistema pol¨ªtico. Antes de embarcarse en cualquier aventura, deber¨ªa tener muy presente que, inevitablemente, la respuesta se producir¨¢ en forma proporcionada al desaf¨ªo que se emprenda, teniendo como objetivo ¨²ltimo la defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos espa?oles en general y vascos en particular. El PNV ha de aprender de una vez por todas las reglas de una negociaci¨®n pol¨ªtica en que lo conseguido no es un punto inamovible desde el que solamente es posible avanzar hacia nuevas conquistas. La autodeterminaci¨®n podr¨ªa traer en este sentido consecuencias para la autonom¨ªa. Hay que confiar, en ¨²ltima instancia, en que la ret¨®rica no se imponga sobre la estrategia pol¨ªtica, y que el PNV sepa frenar a tiempo un discurso pol¨ªtico que, probablemente, supone mayores riesgos para ¨¦l que para el resto de los actores pol¨ªticos espa?oles.
Andr¨¦s de Blas Guerrero es catedr¨¢tico de Teoria del Estado de la UNED.
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