Vacaciones so?adas
No es preciso estudio alguno para alertarnos sobre la pl¨¢stica cualidad del tiempo y menos todav¨ªa en estos momentos de la vacaci¨®n. Existe un tiempo de trabajo que parece pertenecer a un amo exterior, y un tiempo de la vacaci¨®n ante cuya frontera se contiene la garra del jefe y se despliega, a continuaci¨®n, una ins¨®lita propiedad personal. De esa propiedad se deriva, adem¨¢s, una peculiar idea que consiste en traducir la temporalidad en espacialidad.
O lo que es lo mismo: el mes de la vacaci¨®n parece sobrevenir menos como una bolsa de temporalidad que como un razonable solar en propiedad, una suerte de parcela propia sobre la que poder tumbarse, pasear, viajar, perder -en su misma espacialidad- el tiempo.
Las vacaciones son el efecto de esta imaginada posesi¨®n territorial. Dentro del tiempo desnudo no se experimenta, como en el espacio puro, la sensaci¨®n de desahogo y de amplitud. El tiempo que llamamos libre se escapar¨ªa de nuestras manos, se disipar¨ªa, si no quedara localizado. Igualmente, nuestra impresi¨®n de libertad no ser¨ªa eficaz si, junto a la suspensi¨®n del cron¨®metro no se abriera un ¨¢rea exenta. Hay diferentes clases y lotes del tiempo pero este favorable de las vacaciones se presenta de la manera caracter¨ªstica de un espacio neto.
No siempre, por otra parte, los tiempos fueron iguales. Hab¨ªa un tiempo en la ¨¦poca del protocapitalismo en que los periodos de trabajo y descanso estaban regidos por los estados del cielo. Era ¨¦ste un tiempo c¨®smico y su reglamentador era la Naturaleza o Dios. A continuaci¨®n sucedi¨® otra ¨¦poca, en el capitalismo de producci¨®n, donde predomin¨® un tiempo homologado por el reloj. Fue el tiempo cronol¨®gico de horas iguales cuyo reglamentador era la F¨¢brica o el Patrono.
Con ese tiempo cronol¨®gico gobern¨¢ndolo casi todo en la sociedad industrial se lleg¨®, a mediados del siglo XX, una tercera fase. A una nueva fase del tiempo que, sin anular plenamente a las anteriores, emergi¨® con diferente naturaleza: fue el tiempo ef¨ªmero, veloz y cambiadizo, de la sociedad de consumo y su reglamentador no fue ni la F¨¢brica o el Patrono, la Naturaleza o Dios, sino la Moda. La Moda en la ciencia, en la ropa, en el arte o en la religi¨®n. Finalmente, en el actual capitalismo de ficci¨®n, el tiempo en auge es la instanteneidad y su reglamentador es la Transmisi¨®n; la Transmisi¨®n en vivo y en directo.
En vivo y en directo aceptamos la realidad-real y todo aquello que no se ofrece hoy en tales condiciones resulta una realidad de segundo orden, barata, desgastada, incomparablemente m¨¢s anticuada que el tiempo efectivo en que se retrasa la comunicaci¨®n.
El mundo entero se hace, partir de esta nueva experiencia de inmediatez, un mundo global y el espacio se convierte a su vez, por virtud de la instantaneidad, en un rel¨¢mpago. Un fulgor sin misterio, una espacialidad sin rostro. Contra esta creaci¨®n sin faz, arrasada y aterradora, luchan moral e instintivamente los movimientos antiglobalizaci¨®n.
S¨®lo ahora gracias a la vacaci¨®n -a la suspensi¨®n temporal de ese tiempo instant¨¢neo- creemos recobrar algo parecido al tiempo humano cosmol¨®gico, abierto, indeterminado, potencialmente ofrecido a la exploraci¨®n. Nos levantamos en vacaciones cuando el ritmo corporal lo decide, trasnochamos hasta que el cuerpo aguanta, vivimos el verano en un simulado reencuentro con el mar, el firmamento, las virtuales escenas perdidas.
Supuestamente apartados del control del reloj pero, sobre todo, simulando la liberaci¨®n de la vigilancia espacial en el que la determinaci¨®n productora, la temporada del consumo o la instantaneidad ( en vivo y en directo de la incesante transmisi¨®n) nos hab¨ªa sometido. Ahora de repente, de manera s¨²bita e infinita, el tiempo construido parece que se abate, la estructura carcelaria parece que se esfuma y el pan¨®ptico s¨®lo otea un imaginario escenario donde vuelven a imperar -a¨²n ficticiamente- los argumentos del agua, de la sombra o del sol.
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