La est¨¦tica de G¨¦nova
Las cr¨®nicas de G¨¦nova -donde el G-8, horrible nombre del supergrupo de megapoderosos de la Tierra, ha exhibido sin pudor su egolatr¨ªa al mismo tiempo que su insensibilidad y muerte imaginativa- han olvidado ciertos detalles de inter¨¦s, la est¨¦tica de toda la historia, por ejemplo. Una est¨¦tica rancia, de gran almac¨¦n y televisi¨®n generalista barata y casposa aunque huela a colonia cara, que suele ser la peor. ?Han mirado ustedes a Bush, a Berlusconi, a Putin, a Prodi, a Blair, a Chirac y a Schr?der? ?Alguno de ellos les inspira alguna confianza? Si no fuera porque apareci¨® mirando constantemente al suelo -y eso es, directamente, una mal¨ªsima se?al-, me quedar¨ªa con el primer ministro japon¨¦s, cuyo nombre he olvidado, y su ex¨®tico pelo largo y canoso. Las mujeres -ya se sabe- somos unas fr¨ªvolas impenitentes e intentamos a¨²n ver humanidad en esos megapoderes.
Es curioso que en la era de la imagen los asesores m¨¢s caros del mundo -que, imagino, son los de los robots del G-8- se atrevan a poner en evidencia su penuria cultural al exhibir ante el mundo ocho tipos hechos del pl¨¢stico barato de aquellos madelman con los que jugaron los ni?os. Ocho tipos de otro mundo, francamente. Es un bochorno para la democracia que sean dirigentes democr¨¢ticos estos dinosaurios impresentables, que arropan su miedo al mundo real con polic¨ªas y ej¨¦rcitos que resucitan la armadura como se?a de identidad, y que intentan conjurar su impotencia con escudos gal¨¢cticos antimisiles -que, a su vez, desarrollen nuevas armas para defenderse de unos enemigos desproporcionados en su miseria, si son los de las calles de G¨¦nova-. Es un bochorno para la democracia y un peligro para el planeta.
Los ocho madelman han dado en G¨¦nova un curso completo de mediocridad, mal gusto y vac¨ªo cerebral. Y para darse cuenta de eso s¨®lo bastaba con mirarlos, tan satisfechos de s¨ª mismos, tan contentos de haberse conocido, tan lejanos a cualquier realidad real: se dir¨ªa que esos tipos consideraban incluso normal que s¨®lo haya habido un muerto en la tarea ingente y prioritaria de defenderlos y protegerlos de tanto malvado, disidente y pacifista como hay en el mundo. Lo siento, pero -no soy nada original, por lo que voy viendo- no me caen muy simp¨¢ticos, que es para lo que supone que ha nacido la gente como ellos.
Ha sido, pues, la operaci¨®n de imagen y propaganda m¨¢s fallida de la historia reciente, y eso es un hito en la ciencia de las relaciones p¨²blicas y la mercadotecnia pol¨ªtica: m¨¢s bajo imposible. Los ocho madelman, despu¨¦s de G¨¦nova, son un punto de referencia negativo, y sin duda los h¨¦roes de la historia -pobrecillos- son esos chicos no muy limpios que llevaban a la vez extintores y flores, cascos de motos y pelos de rasta, camisetas rotas y m¨¢scaras antig¨¢s inservibles. Esta vez, la historia tan cuidadosamente planificada desde el poder ha salido al rev¨¦s. Y la imagen violenta de los manifestantes ha sido superada con creces por la violencia de los que vest¨ªan esas armaduras semimedievales, semigal¨¢cticas, de alta costura armament¨ªstica.
Lo que mejor define este fracaso es ese entorno de fort¨ªn inexpugnable en el que se metieron los ocho madelman. ?sta es la est¨¦tica de la reuni¨®n: los megapoderosos protegen sus superprivilegios con 20.000 polic¨ªas equipados para la guerra, kil¨®metros de alambrada y un gasto astron¨®mico. Cierran media ciudad. Ellos se defienden de todos nosotros, sus supuestos votantes. Una maravilla. Desde esa fortaleza, las buenas palabras posteriores son teatro del malo. Indigeribles. Si alguien deseaba hacerle un flaco favor a la pol¨ªtica democr¨¢tica, ponerla a punto del colapso, lo ha conseguido. El mundo feliz tiene otra est¨¦tica y otros l¨ªderes.
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