Gebreselassie, destronado
El keniano Kamathi hace historia a costa del gran et¨ªope en unos 10.000 metros brillantes para Roncero, quinto, y R¨ªos, sexto
Ya no hay atletas invencibles. Jones no gana ya todas sus carreras. Eso se supo el lunes. Gebreselassie ha perdido un 10.000. Eso se ha sabido en la madrugada de un jueves de agosto. Testigos privilegiados del hecho hist¨®rico, de una carrera que por primera vez desde 1993 no ha ganado el sonriente et¨ªope, fueron tres espa?oles: Fabi¨¢n Roncero, Jos¨¦ R¨ªos y Chema Mart¨ªnez. Como sus compa?erops de los 3.000 metros obst¨¢culos, fueron los ¨²nicos europeos que pudieron abrir la boca en medio del imperio africano. Quinto, espl¨¦ndido, tras un keniano y tres et¨ªopes, termin¨® Roncero, sexto R¨ªos y duod¨¦cimo Mart¨ªnez.
El hombre que, por fin, acab¨® con la leyenda de Gebrselassie, culminando una dura t¨¢ctica de todo el equipo keniano, no fue, no pod¨ªa serlo, Tergat, el rival hist¨®rico de Gebrselassie que, frustrado hasta no poder m¨¢s, se pas¨® al marat¨®n el pasado invierno. As¨ª, gan¨® Tergat, pero gracias a un corredor interpuesto; a un joven, 23 a?os, polic¨ªa de Nairobi que asombr¨® a Europa hace dos temporadas corriendo en Bruselas por debajo de los 27 minutos y que se llama Charles Kamathi.
La carrera fue un trabajo paciente y delicado de los tres kenianos con un objetivo ¨²nico: robarle la velocidad a Gebreselassie. El et¨ªope era una inc¨®gnita a la que hab¨ªa que poner a prueba. No hab¨ªa corrido un 10.000 en pista desde los Juegos Ol¨ªmpicos de Sydney 2000 y hab¨ªa sufrido una operaci¨®n en el tend¨®n de Aquiles. Si era el de siempre o hab¨ªa perdido algo de su capacidad deb¨ªa comprobarse enseguida.
La carrera no fue muy r¨¢pida, pero s¨ª complicada. La t¨¢ctica keniana consist¨ªa en romper el ritmo a los et¨ªopes. Gebreselassie, que corre de puntillas porque, de peque?o, en los pedregales de Arssi, en el altiplano et¨ªope, a 3.000 metros de altitud, era la ¨²nica forma de no destrozarse las plantas de los pies persiguiendo a las cabras, es sobre todo un atleta con un final rapid¨ªsimo, un cambio de ritmo incre¨ªble, tras aguantar alt¨ªsimos ritmos -a¨²n es el plusmarquista mundial de los 5.000 y los 10.000-. As¨ª que, cuando Gebreselassie lograba que sus compa?eros marcaran un ritmo regular, llegaban las tropas kenianas y aceleraban, forzando el cambio, para frenarse de repente. As¨ª, una y otra vez. As¨ª pasaron los miles. Los primeros 5.000, lentos, en 14m 15s. Gebre, poco a poco, se desgastaba.
Hab¨ªa una preocupaci¨®n a?adida para el et¨ªope: hace unos d¨ªas sufri¨® una gripe. Con fiebre de 39 grados incluso visit¨® el hospital una madrugada. La enfermedad no le hizo perder su velocidad de crucero, pero le vaci¨®, le dej¨® sin apenas cambio de ritmo. En definitiva, a sus 29 a?os oficiales -hay dudas sobre el asunto- padeci¨® un duro castigo.
El segundo 5.000 fue otro cantar y se hizo en 13m 37s. Fue el del esplendor espa?ol. El de Roncero y compa?¨ªa. Los kenianos fueron incrementando el ritmo. Gebreselassie se vio obligado a ponerse delante para volver a su comp¨¢s. Entonces, a falta de 4.000 metros, entr¨® en acci¨®n Roncero. El de Canillejas se dio un lujo. No se aguant¨® sus ganas de acelerar la carrera, harto como estaba de ir a tirones, de aguantar y sufrir la ley del pelot¨®n, patadas, codazos y tacos clavados en las espinillas. Tir¨® una vez y todos se pusieron en fila india tras ¨¦l. Se hizo el acorde¨®n, pero otra vez el impaciente madrile?o volvi¨® a estirar al grupo. La cosa ya se puso seria de verdad. Poco a poco empez¨® a seleccionarse la cuesti¨®n. Empezaron 28. En el 8.000 s¨®lo quedaban una docena, entre ellos los tres pelados espa?oles. En el 9.000, ocho: tres kenianos, tres et¨ªopes y dos perlas blancas, dos espa?oles de frente brillante, p¨®mulos afilados, piel pegada a los huesos, carrera incansable, ojos determinados y brillantes. Mart¨ªnez, con menos cambio de ritmo, hab¨ªa sucumbido.
Cuando son¨® la campana, a falta de 400 metros, y Gebrselassie intentaba economizar al m¨¢ximo sabiendo de sus pocas fuerzas, Roncero a¨²n aguantaba. Era el ¨²nico europeo. Y a¨²n pudo ver de cerca el ataque, esperado, aunque d¨¦bil, del et¨ªope al inicio de la ¨²ltima curva. Kamathi, el ¨²nico hombre capaz de correr a m¨¢s de 2.000 metros de altitud un 10.000 en 27m 47s, le aguant¨® f¨¢cil, como tambi¨¦n su aprendiz, Assefa Mezgebu. As¨ª, cuando Kamathi cambi¨® de ritmo de verdad, con gran dureza, a falta de 150 metros, Gebreselassie ya estaba asfixiado. Roncero y R¨ªos, corriendo hacia el quinto y el sexto puesto, a¨²n los vieron en la ¨²ltima recta.
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