De Ibiza al cielo, desde alta mar
Un joven con peritonitis, objeto de un espectacular rescate con helic¨®ptero en un buque de Transmediterr¨¢nea
Atemorizados por el poderoso zumbido de los rotores, elevaron las caras bronceadas hacia el cielo. El helic¨®ptero sigui¨® descendiendo como una enorme cigarra caqui, todo estr¨¦pito sobre el impoluto azul. 'Joder', aventur¨® alguien entre el sobrecogido personal. 'Como en Apocalipse Now, macho', aport¨® otro. Los que admiraban ayer a las tres de la tarde la maniobra del enorme aparato militar no eran veteranos marines de la compa?¨ªa K en la colina Pork Chop, sino el variopinto pasaje del buque de Transmediterr¨¢nea Ciudad de Sevilla, en ruta de Ibiza a Barcelona.
'Oiga, por favor, ret¨ªrese que ha de venir un helic¨®ptero'. El individuo desparramado sobre la cubierta de encima de la piscina, tomando el sol con el aspecto de una v¨ªctima de los comanches, se lo tom¨® a broma y apenas abri¨® un ojo. 'Me querr¨¢n quitar el sitio', se dijo. No. Miembros de la tripulaci¨®n proced¨ªan a despejar el sitio de cara a un rescate de emergencia en alta mar. La noticia corri¨® por el buque como un reguero de p¨®lvora. Y es que la mayor perspectiva de emoci¨®n hasta el momento, aparte del ba?o de una italiana con un tanga tan sucinto que se le entreve¨ªa el alma, era el bingo de las siete. Los rumores se desataron. Se hab¨ªa informado que el helic¨®ptero evacuar¨ªa a un pasajero enfermo, pero al poco alguien sab¨ªa de buena tinta que se trataba de recoger a Tom Cruise. O a un ministro.
El buque cambi¨® de ruta para recibir mejor al aparato. La b¨²squeda del helic¨®ptero en el cielo ofreci¨® un primer pasatiempo. La gente recorr¨ªa el horizonte con la devoci¨®n de serviola del Arizona tras el ataque a Pearl Harbor de la primera oleada japonesa. Ah¨ª estaba. Se fue haciendo grande, grande, enorme. Hasta quedar suspendido como un insecto imposible, atronador, sobre las cabezas de los asombrados pasajeros. 'Ahora una mala maniobra y ?plaff! se estrella encima de nosotros', coment¨® alguien. Todo el mundo retrocedi¨® un paso. '?Que lance un misil, mam¨¢!', exclam¨® un futuro miembro de la Asociaci¨®n del Rifle.
Se abri¨® la portezuela lateral del aparato y apareci¨® un tipo corpulento de aspecto competente, con uniforme verde. Descendi¨® con una cuerda hasta la cubierta y entonces pudo verse al enfermo: un joven muy p¨¢lido en calzones negros y ten¨ªa puesto suero. Miembros de la tripulaci¨®n le ayudaban a caminar. El militar lo tom¨® por la cintura, lo rode¨® con un arn¨¦s y, en menos de lo que se tarda en contarlo, los izaron a ambos. Permanecieron un instante sobre el mar mientras el helic¨®ptero se separaba del buque, como una extra?a pareja de vigor e insania entregada a un fascinante vals en el aire.
Luego los subieron al interior del aparato y ¨¦ste se alej¨® velozmente. Otro soldado se asom¨® antes de cerrar la portezuela y salud¨®. Hubo una masiva contestaci¨®n desde el barco e incluso alg¨²n aplauso. La nota insolidaria la puso un tipo que apunt¨®: 'Seguro que llegaremos con retraso'. El resto del viaje prosiguieron los rumores, ahora sobre la naturaleza de la dolencia del evacuado. 'Intento de suicidio por amor', anotaba un rom¨¢ntico. En realidad, se trat¨® de una peritonitis. El enfermo, Ra¨²l Chaparro Gonz¨¢lez, fue trasladado por el helic¨®ptero de salvamento mar¨ªtimo al aeropuerto General Asensio de Palma de Mallorca y qued¨® ingresado en el hospital de Son Dureta.
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