EL ?LTIMO TRAYECTO DE Horacio Dos
Resumen. Contra todo pron¨®stico, Horacio y sus acompa?antes consiguen huir de la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, ayudados inesperadamente por el gobernador, que escapa con ellos. Cumplida la misi¨®n, la nave prosigue su camino, hasta que Horacio se da cuenta de que, aunque bien aprovisionados de alimentos y agua, hay escasez de medicinas, por lo que decide poner rumbo a otra Estaci¨®n Espacial.
12 Mi¨¦rcoles, 12 de junio
La navegaci¨®n prosigue sin m¨¢s contratiempos que los habituales en este tipo de viajes. As¨ª, por ejemplo, de resultas de los sucesos acaecidos en la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, el ex gobernador es ahora hu¨¦sped forzoso de nuestra nave y, como hasta tanto la Federaci¨®n no haga efectivo su cese, contin¨²a ostentando su antiguo rango oficial y tiene derecho a camarote individual de primera. Esto obligar¨ªa a desplazar a uno de los dos segundos de a bordo o al doctor Agustinopoulos a un camarote de segunda o a pedirles que compartieran un camarote de literas, a lo que se negar¨ªan en redondo sin que yo pudiera obligarles, porque, aplicando el reglamento en sentido estricto, soy yo quien deber¨ªa ceder mi propio camarote al depuesto gobernador.
En vista de lo cual, con car¨¢cter provisional y alegando motivos de edad, salud e inestabilidad emocional, de todo lo cual el doctor Agustinopoulos ha expedido el correspondiente certificado, lo hemos alojado en el sector de los Ancianos Improvidentes, preserv¨¢ndole, sin embargo, algunas prerrogativas propias de su antiguo cargo, como el derecho a toalla propia y a usar en privado la ducha y el retrete.
Al mismo tiempo, y para paliar un poco la mala impresi¨®n que pudieran haberle causado estas medidas, anoche le invit¨¦ a cenar en mis aposentos y descorch¨¦ en su honor la ¨²ltima botella de Poully Montr?chet.
En el transcurso de la sobremesa, el depuesto gobernador me cont¨® que hab¨ªa sido ¨¦l quien, a?os atr¨¢s, hab¨ªa ideado y puesto en pr¨¢ctica el fruct¨ªfero negocio de contrabando en la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, no tanto por maldad o por codicia como por despecho, y tambi¨¦n para dotar a dicha Estaci¨®n Espacial, largo tiempo postergada por las autoridades, de un medio de subsistencia. Adem¨¢s, hab¨ªa influido en su decisi¨®n la necesidad de mantener a su querida hija en buenos colegios y de permitirle un tren de vida adecuado a este nivel, muy por encima del de un simple gobernador. Con el tiempo, y como el negocio de la Estaci¨®n Espacial hab¨ªa resultado de lo m¨¢s provechoso y seguro, fueron llegando a ¨¦sta individuos sin escr¨²pulos dispuestos a hacerse con las riendas del negocio y del poder.
Poco a poco la Estaci¨®n Espacial Fermat IV se convirti¨® en un verdadero nido de criminales y las actividades de contrabando degeneraron en actos de pirater¨ªa de los que no estaban excluidos ni el secuestro ni el asesinato. Cuando el gobernador se percat¨® de ello y quiso ponerle coto ya era tarde. No se le permit¨ªa establecer contacto con las autoridades federales y, aun cuando hubiera podido hacerlo, la denuncia habr¨ªa supuesto para ¨¦l la c¨¢rcel, y para su hija, el deshonor y la ruina.
Esta angustiosa situaci¨®n cambi¨® con nuestra llegada y por un motivo aparentemente trivial, cual fue el haber llamado la se?orita Cuerda la atenci¨®n del gobernador, por encontrarla ¨¦ste no s¨®lo atractiva de vista y de trato, sino el vivo retrato de su difunta esposa, cuya memoria idolatraba. Esta impresi¨®n, que lleg¨® a hacerse obsesiva en la mente del pobre gobernador, se reforz¨® cuando ¨¦ste, habiendo alojado a la se?orita Cuerda en el camarote contiguo a su propia habitaci¨®n, tuvo ocasi¨®n de observarla a trav¨¦s de un orificio practicado en el tabique de separaci¨®n con ayuda de un berbiqu¨ª.
Para salir de dudas, aprovech¨® un momento en que la se?orita Cuerda estaba en la ducha y reemplaz¨® el vestido de ella por el camis¨®n y complementos ya descritos, que hab¨ªan pertenecido a su difunta esposa. Cuando vio a la se?orita Cuerda as¨ª ataviada ya no le cupo duda de la identidad de ¨¦sta. Se hizo el prop¨®sito de no revelar a nadie su descubrimiento, porque no quer¨ªa que su hija lo viera convertido en un proscrito, pero tampoco pod¨ªa permitir que corri¨¦ramos la suerte destinada a los incautos visitantes de la Estaci¨®n Espacial, y menos a¨²n la que le estaba destinada a ella.
De este modo, y despu¨¦s de algunas confusiones y malentendidos, atribuibles a los cambios de vestimenta entre la se?orita Cuerda y yo y a la pobre iluminaci¨®n de los pasillos, lleg¨® a tiempo de salvarnos de una muerte cierta abriendo las compuertas de la d¨¢rsena, facilitando nuestra fuga y uniendo de este modo su suerte a la nuestra.
Al o¨ªr este relato juzgu¨¦ al depuesto gobernador m¨¢s loco que lo que el doctor Agustinopoulos hab¨ªa supuesto, pero me abstuve de dec¨ªrselo.
A la ma?ana siguiente, es decir, la ma?ana de hoy, mi¨¦rcoles, he convocado a la se?orita Cuerda y, dejando de lado la promesa hecha la v¨ªspera al depuesto gobernador de no revelar a nadie la historia que me hab¨ªa contado, se la he referido. Al o¨ªrla, la se?orita Cuerda se ha encogido de hombros y se ha limitado a decir que la vida da muchas vueltas.
Acto seguido le he preguntado de d¨®nde hab¨ªa sacado la pistola que con tanto acierto hab¨ªa utilizado en la Estaci¨®n Espacial y, sobre todo, c¨®mo hab¨ªa conseguido mantenerla oculta con un atuendo tan reducido y tenue.
A estas dos preguntas se ha negado a responder y tambi¨¦n a la orden de devolver el arma, as¨ª como a la propuesta de cambiar su alojamiento por otro m¨¢s c¨®modo, como, por ejemplo, el m¨ªo, prefiriendo seguir en el sector de las Mujeres Descarriadas para evitar murmuraciones.
Todas estas decisiones, aunque formuladas en un tono ligeramente burl¨®n, me han parecido razonables, por lo que he accedido a ellas, a cambio de la promesa de que vendr¨ªa a visitarme cuando lo considerase oportuno sin necesidad de solicitar previamente fecha y hora.
Asimismo he accedido a que Gara?¨®n conserve la escopeta de ca?¨®n recortado, no porque me convencieran sus razonamientos, sino porque antes de ocultarse en el carromato de los piratas con intenci¨®n de apoderarse de ¨¦l a la primera ocasi¨®n propicia hab¨ªa ocultado entre las mercader¨ªas seis botellas de Sancerre, que se ofreci¨® a compartir conmigo si me mostraba tolerante con lo de la escopeta.
En cuanto al providencial contraataque efectuado desde la nave en el momento m¨¢s indicado, he averiguado que se debi¨® a una afortunada serie de fallos por ambas partes. En primer lugar, la orden de desactivar las defensas de la nave nunca fue recibida, porque el guardia de corps que deb¨ªa transmitirla fue secuestrado por los piratas de la Estaci¨®n Espacial. Gracias a esto, todos estaban en sus puestos, y muy especialmente los dos servidores del howitzer, los cuales, advirtiendo el peligro que se cern¨ªa sobre la nave, dispararon la granada que destruy¨® el carro de combate y a sus ocupantes.
Los he convocado y felicitado por su buena punter¨ªa y me han confesado que en realidad ellos apuntaban al carromato en que ¨ªbamos nosotros, tom¨¢ndolo por la vanguardia de las fuerzas enemigas, pero que debido a la escasa visibilidad, al nerviosismo y a su vista cansada, hab¨ªan calculado mal el ¨¢ngulo de tiro y hab¨ªan acertado al carro de combate por error.
Jueves 13 de junio
Aprovechando la calma, por no decir el tedio de una navegaci¨®n sin incidentes, organizo las honras f¨²nebres por el guardia de corps que, habiendo quedado en poder de los piratas en la Estaci¨®n Espacial Fermat IV, sin duda debe de haber pagado con su vida la c¨®lera de aqu¨¦llos.
La ceremonia resulta un tanto deslucida porque la tripulaci¨®n ha vuelto a consumir sin autorizaci¨®n bebidas alcoh¨®licas y otras sustancias t¨®xicas y no para de cantar y corear mi exordio con gritos de o¨¦, o¨¦, o¨¦. Para colmo de males, apenas concluida la ceremonia, ha aparecido el guardia de corps atado y amordazado dentro de uno de los sacos de cacag¨¹eses, donde por lo visto lo hab¨ªan metido provisionalmente los piratas y donde qued¨® olvidado hasta que, por pura chiripa, fue cargado en la nave con el resto de las mercader¨ªas. Vuelto en s¨ª tras varios d¨ªas de inconsciencia debido a los efluvios de los cacag¨¹eses, no recuerda nada de lo sucedido, aunque se resiente de un fuerte golpe en la cabeza. Tambi¨¦n ha olvidado su nombre y todo cuanto se refiere a su identidad y a su pasado. Lo pongo en manos del doctor Agustinopoulos y preventivamente hago una anotaci¨®n negativa en su hoja de servicios.
Continuar¨¢
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