Una cuesti¨®n de futuro
En estos doce meses hemos logrado conformar un modo diferente de hacer pol¨ªtica que no exige aniquilar al adversario ni poner en peligro el sistema democr¨¢tico.
Al inaugurar recientemente la Conferencia Pol¨ªtica que ha celebrado el Partido Socialista Obrero Espa?ol, afirm¨¦ que el PSOE era el mejor partido pol¨ªtico de Espa?a.
No persegu¨ªa simplemente caldear el ¨¢nimo de un auditorio muy numeroso como ten¨ªa aquel d¨ªa y tampoco hacer una t¨ªpica manifestaci¨®n de lo que en la jerga de los pol¨ªticos se suele conocer como 'patriotismo de partido'. Se trataba, simplemente, de hacer patente una de las caracter¨ªsticas m¨¢s singulares de la historia de la democracia espa?ola.
Si es verdad que para merecer atenci¨®n hay que generar inter¨¦s, tendremos que concluir que el PSOE, como organizaci¨®n pol¨ªtica, presenta, a los ojos de los ciudadanos y a los de los analistas pol¨ªticos de toda especie y condici¨®n, un inter¨¦s extraordinario. Nada de lo que ha ocurrido, ocurre, puede ocurrir en el futuro o, aunque no haya ocurrido nunca, se desea que suceda en el PSOE, ha generado indiferencia.
El fen¨®meno es tanto m¨¢s evidente cuando se piensa que esta atenci¨®n constante hacia la vida interna de un partido se ha mantenido a lo largo de las muy distintas experiencias que el PSOE ha vivido a lo largo de los ¨²ltimos treinta a?os. A ello ha contribuido, sin duda, nuestra inclinaci¨®n al debate, nuestra propensi¨®n a la contestaci¨®n, nuestra veta libertaria, nuestra asunci¨®n profunda de la democracia, nuestra resistencia a los modelos 'leninistas' de partido. Pero ha habido m¨¢s: y este m¨¢s ha sido la conciencia ciudadana de que, en torno al Partido Socialista, se articula esa mayor¨ªa social que, desde el comienzo de la democracia, se considera a s¨ª misma de centro-izquierda y, por tanto, sabe que lo que ocurra en el PSOE tendr¨¢ influencia directa en el destino colectivo de todos los espa?oles.
De ah¨ª que, desde la famosa foto de la tortilla, Suresnes, la crisis con UGT, las etiquetas de social-liberal, guerrista o renovador, los barones, las primarias, la democracia interna, la obsesi¨®n por la influencia de Felipe, los simpatizantes, la situaci¨®n del partido en los catorce a?os de gobierno y en los diez de las distintas etapas de oposici¨®n, y, para no callar nada, Filesa o la bicefalia, hayan sido, todos ellos, fen¨®menos conocidos por la opini¨®n p¨²blica y que han suscitado en ella una atenci¨®n permanente.
Con frecuencia, este hecho nos ha desasosegado a los socialistas, pues en muchas ocasiones hemos cre¨ªdo ver que tanta atenci¨®n s¨®lo se explicaba por muy concretos intereses que persegu¨ªan realmente desestabilizar nuestro partido para debilitar nuestras posiciones, distraer nuestras decisiones o reducir nuestras expectativas.
Ese recelo se hizo tanto mayor en alguna ¨¦poca en la que, ciertamente, algunos cayeron en la tentaci¨®n de quienes eso pretend¨ªan y cre¨ªmos que el adversario a batir estaba en casa y no en la de enfrente y pensamos que el mejor terreno para la batalla era el que nos ofrec¨ªan,'desinteresadamente', distintos medios de informaci¨®n.
Nos ha costado, pero hemos aprendido que los ciudadanos nos quer¨ªan vivos y variados pero unidos para poder hacer frente a las exigencias pero tambi¨¦n a las esperanzas y expectativas que depositaban en nosotros.
Sobre todo porque, al tiempo que ocurr¨ªa esto con el PSOE, nada parecido se puede descubrir en otros derroteros. Porque lo cierto es que ni el PCE, con toda la ¨¦pica y la m¨ªtica que en el imaginario colectivo se le mantiene, ni mucho menos IU, han generado una atenci¨®n semejante. Y en cuanto a la derecha, ni todos sus esfuerzos medi¨¢ticos y de propaganda logran que cale en los ciudadanos la conciencia de que el PP es un partido pol¨ªtico; en cuanto tal, simplemente no existe en la retina de los espa?oles. Probablemente, porque Aznar y debate interno son t¨¦rminos antit¨¦ticos y, desde ah¨ª, la disidencia es sin¨®nimo de exclusi¨®n y el silencio se torna en garant¨ªa de supervivencia.
Como mis convicciones me impiden juicios de valor colectivos, no puedo atribuir esta diferente actitud a la maldad intr¨ªnseca ni a la inquina antisocialista de todos los que informan o de todos los que analizan la realidad pol¨ªtica cotidiana. Y, por ello, la explicaci¨®n la he encontrado en la afirmaci¨®n que hice p¨²blica en mi intervenci¨®n a la que alud¨ªa al principio de estas l¨ªneas: el PSOE es el mejor partido pol¨ªtico de Espa?a y es el m¨¢s apreciado por los ciudadanos.
El que hayamos perdido dos elecciones generales consecutivas no empa?a, a mi juicio, el afecto que los ciudadanos nos han manifestado con una entrega que, bien mirado, a veces abruma. La mejor prueba de ello es que cuando m¨¢s les hemos fatigado con nuestras cosas, cuando m¨¢s les hemos desilusionado con nuestros despistes, lo que han hecho ha sido no votarnos..., pero tampoco lo han hecho a favor de otros: esta es la causa de una abstenci¨®n como la que se produjo en marzo de 2000 entre cientos de miles de espa?olas y espa?oles progresistas.
Hace ahora un a?o, el PSOE decidi¨® -como siempre: democr¨¢ticamente y sin miedo a la libertad- corregir la deriva que hab¨ªa seguido en los ¨²ltimos a?os y encarar su futuro desde bases nuevas. Fue una decisi¨®n que se acogi¨® con fuerte escepticismo: son muy j¨®venes, carecen de experiencia, les controlar¨¢n los barones, Felipe seguir¨¢ mandando, los guerristas vuelven a controlar el aparato... todo esto y mucho m¨¢s se dijo con ocasi¨®n de nuestro ¨²ltimo Congreso. Y se dijo por analistas y observadores, se dijo por nuestros adversarios pol¨ªticos y se dijo, tambi¨¦n, por algunos dirigentes y militantes de nuestro propio partido.
En estos doce meses, la atenci¨®n de la opini¨®n no nos ha abandonado. Es m¨¢s, creo que nos ha seguido con expectaci¨®n, dudando entre el miedo y la esperanza. Y ha triunfado esta ¨²ltima, no por casualidad sino en funci¨®n de lo que han ido viendo de tal modo que esa atenci¨®n se ha visto seguida de una valoraci¨®n crecientemente positiva respecto del funcionamiento del partido como principal fuerza de la oposici¨®n y tambi¨¦n respecto de nuestro funcionamiento como pura organizaci¨®n pol¨ªtica.
En estos doce meses hemos logrado -es verdad que todav¨ªa con dudas y con esfuerzo- conformar un modo diferente de hacer pol¨ªtica, que no exige la aniquilaci¨®n del adversario ni la puesta en peligro del sistema democr¨¢tico; que permite la cr¨ªtica dura pero tambi¨¦n el pacto en beneficio de todos; que combina las propuestas concretas y la elaboraci¨®n de pensamiento pol¨ªtico; que en un momento cr¨ªtico como el que vivimos ha vuelto a levantar la bandera de la defensa de la libertad pero conserva toda la fuerza de su pasi¨®n por la igualdad y la solidaridad entre los seres humanos.
Hemos logrado, tambi¨¦n, una forma de trabajo en el partido que nos ha permitido mostrar que todos los socialistas defendemos el mismo proyecto pol¨ªtico pero somos capaces de respetar las singularidades de cada territorio de los que constituyen Espa?a; que nos ha unido en la convicci¨®n de que todos queremos un partido fuerte pero que eso no es igual que monol¨ªtico; que nos llevado a aceptar cambios en nuestra forma de organizaci¨®n dirigidos a fomentar la democracia interna, la participaci¨®n igualitaria de mujeres y hombres, la presencia creciente en cargos de responsabilidad de los j¨®venes, la transparencia en nuestras tomas de decisiones y en nuestra financiaci¨®n y administraci¨®n.
Han sido l¨ªneas de trabajo que est¨¢n dando sus frutos. Las encuestas lo indican: lo hacen al valorar a los l¨ªderes pol¨ªticos, lo hacen al opinar sobre el debate del Estado de la Naci¨®n, lo hacen al reflejar el cambio, lento pero en constante progresi¨®n, de la intenci¨®n de voto de los espa?oles. Lo hacen, y esto es m¨¢s importante, al confirmar que los espa?oles ya han concedido a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero credibilidad suficiente como para confiar en ¨¦l la direcci¨®n del pa¨ªs en el futuro.
Y ¨¦sta es la clave. Los veteranos socialistas podemos sentirnos tranquilos y participar, con confianza, en este proyecto. Es el nuestro. Es tan nuestro como lo fue el que puso en pie Pablo Iglesias hace ya 121 a?os o el que protagonizaron los gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez durante los ochenta y buena parte de los noventa. Pero ahora es el proyecto que, por el apoyo y el afecto de los ciudadanos a los que estamos recuperando, se va a imponer cuando, en el a?o 2004, haya nuevas elecciones generales. Es una simple cuesti¨®n de futuro: el de los socialistas y el de todos los ciudadanosAl inaugurar recientemente la Conferencia Pol¨ªtica que ha celebrado el Partido Socialista Obrero Espa?ol, afirm¨¦ que el PSOE era el mejor partido pol¨ªtico de Espa?a.
No persegu¨ªa simplemente caldear el ¨¢nimo de un auditorio muy numeroso como ten¨ªa aquel d¨ªa y tampoco hacer una t¨ªpica manifestaci¨®n de lo que en la jerga de los pol¨ªticos se suele conocer como 'patriotismo de partido'. Se trataba, simplemente, de hacer patente una de las caracter¨ªsticas m¨¢s singulares de la historia de la democracia espa?ola.
Si es verdad que para merecer atenci¨®n hay que generar inter¨¦s, tendremos que concluir que el PSOE, como organizaci¨®n pol¨ªtica, presenta, a los ojos de los ciudadanos y a los de los analistas pol¨ªticos de toda especie y condici¨®n, un inter¨¦s extraordinario. Nada de lo que ha ocurrido, ocurre, puede ocurrir en el futuro o, aunque no haya ocurrido nunca, se desea que suceda en el PSOE, ha generado indiferencia.
El fen¨®meno es tanto m¨¢s evidente cuando se piensa que esta atenci¨®n constante hacia la vida interna de un partido se ha mantenido a lo largo de las muy distintas experiencias que el PSOE ha vivido a lo largo de los ¨²ltimos treinta a?os. A ello ha contribuido, sin duda, nuestra inclinaci¨®n al debate, nuestra propensi¨®n a la contestaci¨®n, nuestra veta libertaria, nuestra asunci¨®n profunda de la democracia, nuestra resistencia a los modelos 'leninistas' de partido. Pero ha habido m¨¢s: y este m¨¢s ha sido la conciencia ciudadana de que, en torno al Partido Socialista, se articula esa mayor¨ªa social que, desde el comienzo de la democracia, se considera a s¨ª misma de centro-izquierda y, por tanto, sabe que lo que ocurra en el PSOE tendr¨¢ influencia directa en el destino colectivo de todos los espa?oles.
De ah¨ª que, desde la famosa foto de la tortilla, Suresnes, la crisis con UGT, las etiquetas de social-liberal, guerrista o renovador, los barones, las primarias, la democracia interna, la obsesi¨®n por la influencia de Felipe, los simpatizantes, la situaci¨®n del partido en los catorce a?os de gobierno y en los diez de las distintas etapas de oposici¨®n, y, para no callar nada, Filesa o la bicefalia, hayan sido, todos ellos, fen¨®menos conocidos por la opini¨®n p¨²blica y que han suscitado en ella una atenci¨®n permanente.
Con frecuencia, este hecho nos ha desasosegado a los socialistas, pues en muchas ocasiones hemos cre¨ªdo ver que tanta atenci¨®n s¨®lo se explicaba por muy concretos intereses que persegu¨ªan realmente desestabilizar nuestro partido para debilitar nuestras posiciones, distraer nuestras decisiones o reducir nuestras expectativas.
Ese recelo se hizo tanto mayor en alguna ¨¦poca en la que, ciertamente, algunos cayeron en la tentaci¨®n de quienes eso pretend¨ªan y cre¨ªmos que el adversario a batir estaba en casa y no en la de enfrente y pensamos que el mejor terreno para la batalla era el que nos ofrec¨ªan,'desinteresadamente', distintos medios de informaci¨®n.
Nos ha costado, pero hemos aprendido que los ciudadanos nos quer¨ªan vivos y variados pero unidos para poder hacer frente a las exigencias pero tambi¨¦n a las esperanzas y expectativas que depositaban en nosotros.
Sobre todo porque, al tiempo que ocurr¨ªa esto con el PSOE, nada parecido se puede descubrir en otros derroteros. Porque lo cierto es que ni el PCE, con toda la ¨¦pica y la m¨ªtica que en el imaginario colectivo se le mantiene, ni mucho menos IU, han generado una atenci¨®n semejante. Y en cuanto a la derecha, ni todos sus esfuerzos medi¨¢ticos y de propaganda logran que cale en los ciudadanos la conciencia de que el PP es un partido pol¨ªtico; en cuanto tal, simplemente no existe en la retina de los espa?oles. Probablemente, porque Aznar y debate interno son t¨¦rminos antit¨¦ticos y, desde ah¨ª, la disidencia es sin¨®nimo de exclusi¨®n y el silencio se torna en garant¨ªa de supervivencia.
Como mis convicciones me impiden juicios de valor colectivos, no puedo atribuir esta diferente actitud a la maldad intr¨ªnseca ni a la inquina antisocialista de todos los que informan o de todos los que analizan la realidad pol¨ªtica cotidiana. Y, por ello, la explicaci¨®n la he encontrado en la afirmaci¨®n que hice p¨²blica en mi intervenci¨®n a la que alud¨ªa al principio de estas l¨ªneas: el PSOE es el mejor partido pol¨ªtico de Espa?a y es el m¨¢s apreciado por los ciudadanos.
El que hayamos perdido dos elecciones generales consecutivas no empa?a, a mi juicio, el afecto que los ciudadanos nos han manifestado con una entrega que, bien mirado, a veces abruma. La mejor prueba de ello es que cuando m¨¢s les hemos fatigado con nuestras cosas, cuando m¨¢s les hemos desilusionado con nuestros despistes, lo que han hecho ha sido no votarnos..., pero tampoco lo han hecho a favor de otros: esta es la causa de una abstenci¨®n como la que se produjo en marzo de 2000 entre cientos de miles de espa?olas y espa?oles progresistas.
Hace ahora un a?o, el PSOE decidi¨® -como siempre: democr¨¢ticamente y sin miedo a la libertad- corregir la deriva que hab¨ªa seguido en los ¨²ltimos a?os y encarar su futuro desde bases nuevas. Fue una decisi¨®n que se acogi¨® con fuerte escepticismo: son muy j¨®venes, carecen de experiencia, les controlar¨¢n los barones, Felipe seguir¨¢ mandando, los guerristas vuelven a controlar el aparato... todo esto y mucho m¨¢s se dijo con ocasi¨®n de nuestro ¨²ltimo Congreso. Y se dijo por analistas y observadores, se dijo por nuestros adversarios pol¨ªticos y se dijo, tambi¨¦n, por algunos dirigentes y militantes de nuestro propio partido.
En estos doce meses, la atenci¨®n de la opini¨®n no nos ha abandonado. Es m¨¢s, creo que nos ha seguido con expectaci¨®n, dudando entre el miedo y la esperanza. Y ha triunfado esta ¨²ltima, no por casualidad sino en funci¨®n de lo que han ido viendo de tal modo que esa atenci¨®n se ha visto seguida de una valoraci¨®n crecientemente positiva respecto del funcionamiento del partido como principal fuerza de la oposici¨®n y tambi¨¦n respecto de nuestro funcionamiento como pura organizaci¨®n pol¨ªtica.
En estos doce meses hemos logrado -es verdad que todav¨ªa con dudas y con esfuerzo- conformar un modo diferente de hacer pol¨ªtica, que no exige la aniquilaci¨®n del adversario ni la puesta en peligro del sistema democr¨¢tico; que permite la cr¨ªtica dura pero tambi¨¦n el pacto en beneficio de todos; que combina las propuestas concretas y la elaboraci¨®n de pensamiento pol¨ªtico; que en un momento cr¨ªtico como el que vivimos ha vuelto a levantar la bandera de la defensa de la libertad pero conserva toda la fuerza de su pasi¨®n por la igualdad y la solidaridad entre los seres humanos.
Hemos logrado, tambi¨¦n, una forma de trabajo en el partido que nos ha permitido mostrar que todos los socialistas defendemos el mismo proyecto pol¨ªtico pero somos capaces de respetar las singularidades de cada territorio de los que constituyen Espa?a; que nos ha unido en la convicci¨®n de que todos queremos un partido fuerte pero que eso no es igual que monol¨ªtico; que nos llevado a aceptar cambios en nuestra forma de organizaci¨®n dirigidos a fomentar la democracia interna, la participaci¨®n igualitaria de mujeres y hombres, la presencia creciente en cargos de responsabilidad de los j¨®venes, la transparencia en nuestras tomas de decisiones y en nuestra financiaci¨®n y administraci¨®n.
Han sido l¨ªneas de trabajo que est¨¢n dando sus frutos. Las encuestas lo indican: lo hacen al valorar a los l¨ªderes pol¨ªticos, lo hacen al opinar sobre el debate del Estado de la Naci¨®n, lo hacen al reflejar el cambio, lento pero en constante progresi¨®n, de la intenci¨®n de voto de los espa?oles. Lo hacen, y esto es m¨¢s importante, al confirmar que los espa?oles ya han concedido a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero credibilidad suficiente como para confiar en ¨¦l la direcci¨®n del pa¨ªs en el futuro.
Y ¨¦sta es la clave. Los veteranos socialistas podemos sentirnos tranquilos y participar, con confianza, en este proyecto. Es el nuestro. Es tan nuestro como lo fue el que puso en pie Pablo Iglesias hace ya 121 a?os o el que protagonizaron los gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez durante los ochenta y buena parte de los noventa. Pero ahora es el proyecto que, por el apoyo y el afecto de los ciudadanos a los que estamos recuperando, se va a imponer cuando, en el a?o 2004, haya nuevas elecciones generales. Es una simple cuesti¨®n de futuro: el de los socialistas y el de todos los ciudadanos
Manuel Chaves es presidente del Partido Socialista Obrero Espa?ol.
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