?M¨²-si-ca!
La plaza de toros de San Sebasti¨¢n, llamada de Illumbe, es muy de pedir m¨²sica, palmas de tango para eso, coro de voces a ritmo acompasado: '?M¨²-si-ca, m¨²-si-ca!' Todo muy bullanguero, por tanto muy festivo, que revela ganas de divertirse, un resultado triunfalista de la cuesti¨®n y, al acabar, si te he visto no me acuerdo.
As¨ª transcurri¨® la segunda corrida de la Semana Grande donostiarra, dentro del abono primera de lidia ordinaria; que es como se denomina t¨¦cnicamente la lidia a pie. Los tres diestros tuvieron petici¨®n de m¨²sica, pero con resultado aleatorio, ya que al presidente le daban ventoleras musicales. Y aunque se la concedi¨® presto a Enrique Ponce, con El Califa se hizo el inflexible, resisti¨® la acometida del p¨²blico que ya hab¨ªa convertido la festiva solicitud musical en seria exigencia, y la ¨²nica m¨²sica que le envi¨® al torero fue la del aviso. Tiene bemoles.
Torrestrella / Ponce, Rivera, Califa
Toros de Torrestrella, sin trap¨ªo, tres primeros impresentables, varios sospechosos de pitones, flojos, todos manejables y algunos, como 4? y 6?, tambi¨¦n borregos. Enrique Ponce: dos pinchazos -aviso- y estocada (silencio); pinchazo, otro perdiendo la muleta, otro muy bajo volvi¨¦ndola a perder, pinchazo hondo -aviso- y dobla el toro (ovaci¨®n y salida al tercio). Rivera Ord¨®?ez: dos pinchazos, bajonazo y rueda de peones (silencio); estocada corta trasera ca¨ªda, rueda insistente de peones, seis descabellos -aviso- y dos descabellos (algunas palmas y pitos). El Califa: estocada corta y rueda de peones (vuelta protestada); dos pinchazos -aviso- y estocada corta trasera(vuelta). Se guard¨® un minuto de silencio por el matador Antonio Jos¨¦ Gal¨¢n y el banderillero Juan Jos¨¦ Losada, fallecidos el pasado domingo en accidente de tr¨¢fico. Plaza de Illumbe, 13 de agosto. 2? corrida de feria. Cerca del lleno
Est¨¢bamos en el sexto toro o lo que fuese aquello pues m¨¢s parec¨ªa borrego. El Califa le hab¨ªa hecho una faena larga y tesonera, muy encimista, iniciada mediante el pase cambiado por la espalda, en la que abundaron naturales y derechazos, ninguno de ellos avenidos con el arte; incluy¨® circulares, pechugazos metido en el costillar, circulares citando de espaldas, porf¨ªas encimistas, y acab¨® tirando los trastos al viejo estilo tremendista. Con lo cual las peticiones de '?M¨²-si-ca!' llegaron a alcanzar el delirio. La inh¨¢bil interpretaci¨®n del volapi¨¦, durante la que cay¨® el aviso, desmereci¨® cuanto se hab¨ªa visto, y al alegre p¨²blico ya no le pareci¨® oportuno pedir la oreja.
La faena anterior de El Califa hab¨ªa tenido m¨¢s feos registros, quiz¨¢ porque el toro se comport¨® m¨¢s encastado y menos borrego. Falto de la t¨¦cnica esencial, sin gracia ni pellizco, El Califa lo tore¨® desacoplado por naturales y derechazos, quedando muchas veces a merced del toro, y esto tambi¨¦n impresion¨® al buen p¨²blico donostiarra.
El toreo de Rivera Ord¨®?ez mejor¨® el grado de mediocridad que hubo toda la tarde en lo que se refiere al manejo del capote -suyas fueron las ¨²nicas ver¨®nicas merecedoras de tal nombre- en tanto empeoraba en los turnos de muleta. Manej¨® Rivera Ord¨®?ez la pa?osa desde la precipitaci¨®n y las crispadas formas, d¨¢ndose a las tremendistas maneras para disimular la pobreza art¨ªstica y con escandaloso abuso del pico.
Lo del pico se lo afearon a Enrique Ponce algunos aficionados. Que no metiera el pico y que se cruzara aunque s¨®lo fuese alguna vez (a guisa de muestra testimonial) eran voces suplicantes que se o¨ªan ac¨¢ y acull¨¢ por el grader¨ªo. La primera faena de Ponce aburri¨® al personal y provoc¨® ciertas pitadas. La segunda, a su peculiar manera -buen temple, poca ligaz¨®n, mucha postura al embarcar, salir pitando al rematar- caus¨® el efecto habitual, fue aplaudida en numerosos pasajes, suscit¨® la petici¨®n apasionada de '?M¨²-si-ca!', produjo la concesi¨®n inmediata por parte del presidente, la banda toc¨® entonces Churumbeler¨ªas y todos felices y contentos.
P¨²blicos bullangueros y musiqueros como el de Illumbe siempre los hubo. Lo que pasa es que tiempo atr¨¢s los toreros eran m¨¢s consecuentes y daban lo que les ped¨ªan. O sea, las manoletinas, las espaldinas, las gurripinas, con la muleta; chicuelinas, serpentinas y rogerinas, con la capa. S¨®lo si les sal¨ªa el toro de sus sue?os y se sent¨ªan inspirados se pon¨ªan cl¨¢sicos y hondos, toreaban para s¨ª mismos, y le hac¨ªan un faen¨®n de los de caerse de espaldas.
Ruedo y tendido iban a juego, no hab¨ªa enga?o, se pasaba bien. Ahora, en cambio, estas figuras modernas se ponen en plan solemne y l¨ªder, les sale un churro, aburren al lucero del alba y acaban oyendo avisos. Que es la ¨²nica m¨²sica que les va, francamente.
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