EL ?LTIMO TRAYECTO DE Horacio Dos
Resumen. La recepci¨®n en la Estaci¨®n Espacial Derrida se prolonga todo el d¨ªa, hasta llegar a la hora de la cena. Al d¨ªa siguiente, el Gobernador de Fermat IV visita a Horacio en su camarote, y le relata lo que pudo comprobar la noche anterior durante la cena: las gambas, mejillones y otros frutos de mar servidos con la paella no eran aut¨¦nticos, sino de pl¨¢stico.
15 Lunes, 17 de junio(continuaci¨®n)
Esta ma?ana, al acudir a desayunar al refectorio del palacio ducal de la Estaci¨®n Espacial Derrida, donde me encuentro alojado, junto con los dem¨¢s miembros de la expedici¨®n, advierto la ausencia del Gobernador, cosa que me sorprende, pues no es hombre que haga ascos a una comilona gratuita.
Preguntado el doctor Agustinopoulos si lo ha visto, me informa de que el Gobernador sali¨® la v¨ªspera del camarote que ambos comparten y ya no regres¨®.
En cambio la se?orita Cuerda s¨ª est¨¢ en el refectorio cuando yo hago mi entrada. Responde a mi saludo con concisa educaci¨®n no exenta de estima y sigue dando cuenta de sus tostadas con ruidosa voracidad. Desear¨ªa permutar sus sentimientos con respecto a m¨ª y a las tostadas, pero me abstengo de manifestar este deseo, as¨ª como de preguntarle d¨®nde estaba anoche cuando fui a su camarote y lo encontr¨¦ vac¨ªo.
Pregunto en cambio a los restantes miembros de la expedici¨®n por el Gobernador, pero nadie sabe darme raz¨®n de su paradero. No excluyo que exista una relaci¨®n entre la desaparici¨®n del Gobernador y las sospechas que anoche trat¨® de comunicarme, pero otros asuntos m¨¢s inmediatos reclaman mi atenci¨®n, pues hemos venido a la Estaci¨®n Espacial a proveernos de art¨ªculos de primera necesidad y no a zascandilear por los pasillos, de modo que decido aplazar para mejor ocasi¨®n la b¨²squeda del Gobernador y el an¨¢lisis de este suceso impertinente.
Acabado el desayuno, pido audiencia al Duque, que me la concede sin demora.
Acudo a su suntuoso despacho y una vez all¨ª, tras las cortes¨ªas de rigor, le planteo el objeto de nuestra visita a la Estaci¨®n Espacial Derrida, es decir, la adquisici¨®n de medicamentos as¨ª como de balastos y otras piezas mec¨¢nicas si las hubiere en stock.
El Duque asiente comprensivo y me asegura que todo se solucionar¨¢ a la mayor brevedad y a pedir de boca, pero a?ade que de momento son otras sus preocupaciones, de las que desear¨ªa hacerme part¨ªcipe.
Halagado por esta muestra de confianza, le insto a proseguir y ¨¦l me pone al corriente, con el rostro ensombrecido, de las dificultades econ¨®micas por las que atraviesa la Estaci¨®n Espacial.
Como yo ya hab¨ªa o¨ªdo y el propio Duque corrobora sin ambages, la Estaci¨®n Espacial ha perdido la autosuficiencia econ¨®mica de anta?o y ha de obtener ayuda exterior para equilibrar su balanza de pagos y evitar la bancarrota. Esta ayuda exterior procede exclusivamente de la subvenci¨®n anual con destino al c¨¦lebre Festival de las Artes que se viene celebrando a?o tras a?o en las espl¨¦ndidas instalaciones de la Estaci¨®n Espacial, unas instalaciones que el propio Duque no vacila en calificar de 'marco incomparable'.
Sin embargo, tambi¨¦n el Festival est¨¢, en palabras del Duque, 'de capa ca¨ªda'. Cada a?o el n¨²mero de espectadores es menor con respecto al del a?o anterior, de lo que se siguen varias consecuencias negativas.
A un primer nivel, como el Duque gusta de escalonarlas, la merma en los ingresos procedentes de la recaudaci¨®n directa, as¨ª como el perjuicio de la menor afluencia de visitantes sobre el sector terciario: hoteles, restaurantes, servicios, venta de souvenirs, etc¨¦tera.
A un segundo nivel, mengua del inter¨¦s en el Festival fuera del marco estrictamente local y, en consecuencia, reducci¨®n dr¨¢stica de los ingresos provenientes de patrocinio, publicidad, retransmisiones directas o diferidas, venta de v¨ªdeos, etc¨¦tera.
A un tercer nivel, desinter¨¦s creciente por participar en el Festival por parte de artistas individuales o agrupaciones art¨ªsticas, como orquestas sinf¨®nicas, compa?¨ªas teatrales o cuerpos de baile de reconocida fama. En resumen, una hecatombe.
Sin necesidad de ser preguntado por las causas de esta decadencia, el propio Duque dictamina que responde a una suma de ellas: la crisis econ¨®mica, la animadversi¨®n de los medios de informaci¨®n contra los ¨²ltimos reductos de la monarqu¨ªa, y, por ¨²ltimo y de manera decisiva, un cambio en las preferencias del p¨²blico, cada vez m¨¢s embrutecido por lo que ¨¦l llama 'bestial cultura de masas'. Tal vez existan otras causas, a?ade, pero las tres enumeradas con anterioridad son, a su juicio, las m¨¢s importantes.
Acto seguido, a media voz, con la mirada perdida, como si no hablara conmigo, sino consigo mismo, agrega que la suerte presente y futura de la Estaci¨®n Espacial, aun preocup¨¢ndole mucho, no es su ¨²nica, ni siquiera su principal preocupaci¨®n, siento ¨¦sta algo m¨¢s importante, que ¨¦l mismo no vacila en calificar de 'trascendental'.
Le pregunto a qu¨¦ se refiere y responde que le preocupa sobremanera el presente y futuro de la cultura y el arte, del que se siente, en cierto modo, responsable.
Acto seguido, poni¨¦ndose a s¨ª mismo como ejemplo viviente de su propia tesis, me hace ver c¨®mo en el momento actual y dentro de lo que ¨¦l denomina las corrientes del pensamiento moderno, el refinamiento y la ilustre cuna no tienen ning¨²n valor.
De inmediato aclara que esta queja no viene motivada por el deseo de recuperar unos privilegios que ¨¦l mismo es el primero en tachar de 'anacronismos' y que en un pasado reciente, en los ¨²ltimos meses de la monarqu¨ªa, llevaron a las masas enfurecidas a desempolvar la guillotina, sino a lo que todo esto supone de refinamiento, discernimiento y nobleza espiritual.
De resultas de la desaparici¨®n de estas cualidades innatas en ciertas personas, sigue diciendo el Duque, la cultura y el arte han ca¨ªdo en manos de especuladores sin escr¨²pulos, dispuesto a manipular la cultura y sobre todo el arte para embaucar al pueblo y obtener de este embaucamiento beneficios de tipo econ¨®mico y pol¨ªtico.
Por estas razones, y no por af¨¢n de notoriedad, defiende el Duque con tanto empe?o el Festival, convencido de que s¨®lo unas personas como ¨¦l y la Duquesa, herederos de una larga tradici¨®n o, vistos desde el presente, seleccionados desde tiempos antiguos para mantener viva la llama de la cultura y el arte, pueden impedir que devengan simples mercader¨ªas. Porque mercadear con la cultura y el arte, que son el fundamento, el sost¨¦n y la fuerza motriz del esp¨ªritu humano, equivale a mercadear con dicho esp¨ªritu humano y, por consiguiente, a convertir al g¨¦nero humano en una triste raza de esclavos.
Le expreso mi total acuerdo, mi solidaridad y mi condolencia, pero a?ado que nada puedo hacer al respecto. A esto responde el Duque con prontitud que no me ha expuesto sus cuitas para solicitar mi ayuda, sino s¨®lo para desahogar su ¨¢nimo en presencia de una persona que, aun sin conocerla a fondo, intuye que puede comprenderle. Un alma que no duda en calificar de sensible y a cuya opini¨®n ¨¦l concede la m¨¢xima importancia.
Le agradezco estas palabras y tras una pausa le insto a tratar el tema de los medicamentos y los balastos, a lo que responde que ya habr¨¢ ocasi¨®n para hablar de este asunto, pero que ahora no puede ocuparse de nada, pues los preparativos del Festival absorben todo su tiempo. Tampoco puede delegar en nadie la negociaci¨®n, dado el r¨¦gimen de administraci¨®n personalista por el que se rige la Estaci¨®n Espacial.
Acto seguido a?ade que todo se arreglar¨¢ bien y de prisa tan pronto acabe el Festival, que empieza pasado ma?ana y dura s¨®lo tres d¨ªas.
No hace falta decir que en todos los actos que integran dicho Festival, cuenta con mi presencia y la de mis compa?eros, todos en calidad de invitados personales del Duque y la Duquesa y, por supuesto, en forma gratuita.
Me dispongo a decirle que no podemos demorar tanto nuestra estancia en la Estaci¨®n Espacial, pero en aquel momento entra el Chambel¨¢n en el despacho donde tiene lugar nuestra reuni¨®n, hace una profunda reverencia, presenta mil excusas por la interrupci¨®n y dice que la Duquesa solicita ser recibida por su marido as¨ª como por su ilustre hu¨¦sped, si su presencia no nos incordia y tenemos a bien recibirla. Accedemos de inmediato a esta respetuosa petici¨®n y el Chambel¨¢n se retira.
Continuar¨¢
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