Juan Pons brilla en un cautivador Puccini
No es una novedad que un compositor como Giacomo Puccini cautive al p¨²blico. Era un maestro en estos menesteres. Pero tiene mayor m¨¦rito que lo haga, como el martes en Peralada, con una obra de programaci¨®n mucho menos frecuente que una Boh¨¨me, una Tosca o una Butterfly. Su maravilloso Gianni Schicchi, una aut¨¦ntica obra maestra, un torbellino de inspiraci¨®n, fresca comicidad y eficaz teatralidad, inspirado en un episodio de La divina comedia, de Dante. Obra dif¨ªcil de conjuntar, alcanz¨® en esta ocasi¨®n una excelente versi¨®n, con un magistral Juan Pons a la cabeza.
Cautiv¨® un poco menos Il Tabarro, que podr¨¢ no ser una obra maestra, pero que posee tambi¨¦n indudables atractivos, con ese clima s¨®rdido, de un verismo un tanto grand-gignolesco. Pero la versi¨®n, en su conjunto, interes¨® menos, porque la experta batuta de Miguel ?ngel G¨®mez Mart¨ªnez, salvo en momentos puntuales, estuvo m¨¢s 'pl¨¢cida' de lo que conviene a la obra, como m¨¢s preocupada de coordinar y asegurar que de crear intensidades.
En este Tabarro ya impuso autoridad, presencia, voz y buen hacer Juan Pons. A su lado, una Francesca Patan¨¨ guap¨ªsima que, aun con una voz no especialmente pura, hizo una Giorgetta temperamental y muy bien vista y un veterano Giorgio Merighi (debut¨® en el Liceo hace 32 a?os) que, ya con alguna desigualdad, conserva arrestos y frescura en el timbre.
Mucho m¨¢s redonda fue la versi¨®n de Gianni Schicchi y no s¨®lo por un Juan Pons definitivamente magistral. Aqu¨ª G¨®mez Mart¨ªnez se implic¨® m¨¢s en la interpretaci¨®n y tambi¨¦n creando climas, mimando la vocalidad y consiguiendo un excelente rendimiento de la notable Orquesta de Cadaqu¨¦s.
Juan Pons hizo una creaci¨®n espl¨¦ndida del protagonista. De poderosos medios vocales, supo plegarlos convenientemente a las necesidades del personaje ya que en varios momentos debe desfigurar la voz para suplantar al ya fallecido Buoso Donati. Como actor estuvo formidable tambi¨¦n, con recursos, con matices, llenando la escena.
Al lado del protagonista de Gianni Schicchi debe haber un conjuntado equipo de cantantes. Lo hubo, comenzando por la exquisita y sensible Lauretta, de Montserrat Mart¨ª, que cant¨® un O mio babbino caro con clase y categor¨ªa. Form¨®, adem¨¢s, una juvenil y visualmente adecuada pareja con el tenor Salvador Carb¨®, una voz no muy voluminosa, pero de bello timbre, y un excelente fraseador.
En esta obra, con una funcional y bien vista escenograf¨ªa, la direcci¨®n esc¨¦nica de Guti¨¦rrez y Crehuet, que prestaron ritmo y agilidad a la acci¨®n, tuvo la virtud de efectuar una lectura fiel de lo escrito por los autores. ?Para qu¨¦ otra cosa si Puccini y su libretista Forzano ya lo hab¨ªan dicho todo?
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