Las avalanchas de inmigrantes en Andaluc¨ªa
En estos d¨ªas de agosto, mientras le¨ªa a don Antonio Dom¨ªnguez Ortiz en Espa?a, tres milenios de historia, tropec¨¦ con las declaraciones de un connotado dirigente del PP que me requer¨ªa, como consejero del Gobierno de la Junta de Andaluc¨ªa, a que explicara qu¨¦ pasa con las continuas avalanchas de inmigrantes que llegan a Espa?a. En estas ¨²ltimas semanas se ha llegado a cifras excesivas, de enorme preocupaci¨®n.
A estas alturas ya no se sabe hasta d¨®nde llega el cinismo o d¨®nde empieza la ignorancia. En este caso creo que exigir a un gobierno auton¨®mico o a un gobierno municipal que ofrezca una explicaci¨®n sobre la incesante y continua llegada de inmigrantes indocumentados es m¨¢s bien fruto de un nivel de cinismo desbordado. Todos los que tenemos relaci¨®n con la actividad pol¨ªtica sabemos que el control de las fronteras, las pol¨ªticas de extranjer¨ªa, la determinaci¨®n de contingentes de inmigrantes, la regularizaci¨®n de los indocumentados es una competencia exclusiva del Estado; aqu¨ª y en todos los pa¨ªses del mundo. No comprendo qu¨¦ nivel de provocaci¨®n o de estulticia se contiene en esa llamada.
La triste realidad es que desde el a?o 1996, en el que se inicia el Gobierno del PP en Espa?a, la pol¨ªtica de inmigraci¨®n se ha limitado a explicar que la llegada de inmigrantes indocumentados era consecuencia de la Ley de Extranjer¨ªa 4/2000, que propiciaron altos cargos del PP como Amalia G¨®mez o Manuel Pimentel, una legislaci¨®n calificada por el se?or Aznar como ingenuamente generosa con los derechos de los inmigrantes, que provocaba un 'efecto llamada'(sic). Se pidi¨® el voto en las ¨²ltimas elecciones con el compromiso de aprobar una ley severa, que limitara los derechos de reuni¨®n, de asociaci¨®n y otros, y que permitir¨ªa la expulsi¨®n r¨¢pida de inmigrantes... Ninguno de los objetivos que dec¨ªan pretenderse se ha correspondido con la realidad.
La situaci¨®n es bien distinta: a Espa?a apenas llegan inmigrantes con contratos en origen, de manera legal; pr¨¢cticamente s¨®lo los que vienen a reunirse con sus familiares ya regularizados y que entraron de manera irregular. En los ¨²ltimos seis a?os han llegado menos de 4.000 inmigrantes legales temporales. Esta cifra ejemplifica la carencia de pol¨ªtica de inmigraci¨®n de los sucesivos gobiernos del PP, con el objeto de lograr convertir la inmigraci¨®n en una actividad legal. Uno de estos meses de buen tiempo llegan a Tarifa el doble de los legales en una verdadera avalancha de seres humanos desesperados.
Se desconoce, y el Gobierno lo oculta, que s¨®lo los inmigrantes marroqu¨ªes detenidos en las playas de Andaluc¨ªa pueden ser retornados a su pa¨ªs; el resto, generalmente negros del ?frica subsahariana o argelinos, se queda en Espa?a como ilegales, con un documentado que les obliga a marcharse, pero que nadie puede ejecutar porque el Gobierno espa?ol carece de convenios de retorno con la mayor¨ªa de los pa¨ªses de donde proceden. Las expulsiones de algunos nigerianos no han pasado de ser un ejercicio visual para las c¨¢maras de televisi¨®n. La carencia de pol¨ªtica del Gobierno convierte a todos estos seres humanos en indocumentados e ilegales, para que se conviertan en juguete f¨¢cil en manos de las mafias de todo tipo, pero permanecen en nuestro pa¨ªs o emigran, a su vez, hacia otros pa¨ªses de la Uni¨®n Europea.
El Gobierno, desgraciadamente, parece desconocer qu¨¦ sucede en el mundo de la inmigraci¨®n: no sabe cu¨¢ntos inmigrantes se necesitan en Espa?a, pero tampoco sabe cu¨¢ntos hay en este momento. Ha causado gran sorpresa comprobar que han sido 322.761 personas los que se han acogido a la regularizaci¨®n por arraigo cuando el Gobierno esperaba s¨®lo 180.000...
La sociedad espa?ola ya ha detectado que la integraci¨®n de los inmigrantes puede convertirse en un problema serio, si no se aborda con generosidad, con decisi¨®n y con la verdad. El Gobierno del PP no debe seguir centrifugando las consecuencias de la inmigraci¨®n, sin control, hacia ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas que carecen de las competencias para la normalizaci¨®n y la regularizaci¨®n.
Si se encuentran centenares de negros subsaharianos en Barcelona viviendo al raso o hay m¨¢s de 200 argelinos deambulando por las calles de Ceuta no es responsabilidad de los ayuntamientos respectivos, es la consecuencia de una carencia lamentable de anticipaci¨®n ante los problemas de la inmigraci¨®n. Ser¨¢ preciso el esfuerzo de todos para buscar soluciones, pero no son los ayuntamientos o las autonom¨ªas los primeros responsables.
Represento al Gobierno andaluz en el Consejo Superior de Inmigraci¨®n y all¨ª he explicado nuestro punto de vista sobre la ¨²nica manera de ganar la batalla a la inmigraci¨®n: traer inmigrantes legales, con contrato en origen que cubran nuestra demanda de empleo e integrarlos en una sociedad que haga de la interculturalidad una manifestaci¨®n natural. Hemos reiterado las dificultades de hacer pol¨ªticas de inmigraci¨®n con inmigrantes indocumentados y en su gran mayor¨ªa de paso hacia otras zonas de Europa o de Espa?a. Hemos explicado que este a?o todav¨ªa ir¨¢n 10.000 andaluces a la vendimia francesa en un sistema semejante al que pod¨ªa utilizarse para traer a trabajadores marroqu¨ªes legales, que volvieran a su pa¨ªs una vez terminada las campa?as agr¨ªcolas, ¨²nica actividad econ¨®mica en la que necesitamos inmigraci¨®n.
El presidente de la Junta de Andaluc¨ªa ha reiterado al Gobierno espa?ol la necesidad de un pacto de Estado que unifique pol¨ªticas y respuestas pero, con frecuencia, parece que para el PP la inmigraci¨®n todav¨ªa es una buena fuente de votos electorales o un elemento de refugio para enviar mensajes f¨¢ciles y manipulables a la sociedad espa?ola. El Gobierno andaluz es el gobierno auton¨®mico que m¨¢s recursos econ¨®micos emplea en integrar y atender a los inmigrantes. Es necesario y positivo que se nos exijan respuestas desde la oposici¨®n y desde los sectores sociales implicados, pero no desde el cinismo cuando nos ocupamos de pol¨ªticas que afectan a seres humanos.
Alfonso Perales es consejero de Gobernaci¨®n.
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