Voramar
Pasear por la playa del Voramar, en Benic¨¤ssim, es algo que les recomiendo como suave ejercicio para el cuerpo y la mente, y como esponjamiento rom¨¢ntico del alma, contemplando lo que pudo haber sido y no fue. No soy enemigo del saludable veraneo junto al mar, de que las llamadas clases medias y populares disfruten masivamente de lo que antes s¨®lo disfrutaban los ricos, o de que los habitantes de regiones esteparias o boreales acudan a estas cl¨¢sicas y c¨¢lidas costas, etc¨¦tera. Ni de que el gremio de hoteleros, restauradores y asociados haga su negocio honestamente, dando de paso trabajo a camareros y camareras, tenderos variados, quiosqueros de prensa, vendedores de cremas solares y otros miembros permanentes o no del proletariado contempor¨¢neo. Muy bien. Soy enemigo, eso s¨ª, de la fealdad arquitect¨®nica y urbana, de la congesti¨®n de edificios alt¨ªsimos justo enfrente del mar, bloques altos y enormes y feos, pegados sin gracia, rompiendo toda posible armon¨ªa, y todo eso que ustedes ya saben y no voy a detallar porque es demasiado triste. Fue la pol¨ªtica permisiva del r¨¦gimen anterior, franquista primero, socialista despu¨¦s. Es la pol¨ªtica activa del r¨¦gimen presente, funesto proyecto para el pa¨ªs, felicidad para grandes y medianos constructores, vendedores de solares y amigos del que manda. Eso es lo que hay. Pero pudo haber habido otra cosa, y este paseo desde el hotel Voramar hasta la Torre de Sant Vicent, esta casi preservada delicia de lo que fueron las villas de Benic¨¤ssim con sus vallas de hierro, sus estatuas, palmeras y jardines, es una demostraci¨®n de que eso fue posible alg¨²n d¨ªa. Estas villas discretas y dignas demuestran, al menos, que los valencianos no hemos sido siempre y universalmente burros. No lo fue aquella mediana burgues¨ªa de principios de siglo que construy¨® esas casas. Ni quienes en una de ellas, el a?o 1932, firmaron unas normas ortogr¨¢ficas. La burrera ha venido despu¨¦s, y todav¨ªa dura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.