Perversiones de la clase obrera
En esta comunidad aut¨®noma ya puedes ser todo lo concejal que quieras y tener tu coche oficial y tu despacho con moqueta, que nadie se entera de qui¨¦n eres si no haces una burrada de vez en cuando. Aqu¨ª preguntas a la gente por el concejal de Limpieza, que en el fondo es un ministro, a escala municipal, de acuerdo, pero ministro al fin, y resulta que los madrile?os ni siquiera conocen la existencia de esa concejal¨ªa.
-Pero si ¨¦sta es la ciudad m¨¢s cochina de Europa, por favor.
-Pues hay un concejal de Limpieza, se?ora, y se llama Alberto L¨®pez Viejo, tome nota.
En efecto, Alberto L¨®pez Viejo es el concejal de Limpieza del Ayuntamiento de Madrid y tiene su coche oficial y su despacho con moqueta y quiz¨¢ su retrato de Franco en la pared. Es un hombre importante, pues, pero no lo conoce ni Dios, as¨ª que ha dicho hasta aqu¨ª hemos llegado y ha escrito un libro escandaloso para conseguir los 15 minutos de gloria a los que tiene derecho todo bicho viviente. La acci¨®n discurre en el paseo de la Castellana y trata de las clases bajas, de los obreros de mierda, en fin, que van llenando todo de basura a su paso. M¨¢s en concreto, se refiere a la heroica lucha mantenida por los trabajadores de Sintel, cuya empresa fue malvendida a un protector del PP que especul¨® con ella hasta hacerse completamente multimillonario.
La originalidad del eximio escritor L¨®pez (?qu¨¦ rayos querr¨¢ decir eximio?) consiste en modificar el punto de vista que ten¨ªamos sobre dicho conflicto hist¨®rico, convirtiendo la heroica resistencia en una org¨ªa t¨ªpicamente obrera. L¨®pez Viejo es un autor de tesis, de manera que no s¨®lo le preocupa atrapar al lector desde la primera p¨¢gina, sino demostrar algo. Lo que demuestra en esta obra es que es tonto del culo, con perd¨®n de las t¨¦mporas. Para llegar a esta conclusi¨®n en un volumen que no va m¨¢s all¨¢ de las cien p¨¢ginas, ha tenido que hacer un notable esfuerzo de econom¨ªa narrativa. Muchos lectores interpretar¨¢n este br¨ªo ahorrador como una falta de capacidad intelectual, y lo es: L¨®pez Viejo tiene l¨ªmites, pero dentro de su ofuscaci¨®n ha comprendido que una imagen vale m¨¢s que mil palabras. As¨ª, el texto va acompa?ado de fotograf¨ªas a color, donde las justas reivindicaciones de los ex trabajadores de Telef¨®nica (cuyo proceso de privatizaci¨®n sirvi¨® tambi¨¦n para que se forrara Villalonga, otro amigo de Aznar) quedan empa?adas por su mala educaci¨®n, ya que durante los 187 d¨ªas que dur¨® la acampada jam¨¢s utilizaron cubiertos de pescado.
El eximio (e interpreten lo de eximio como ustedes quieran, pues insistimos en desconocer su significado), el eximio, digo, autor Alberto L¨®pez Viejo no conf¨ªa, en cualquier caso, todo a la imagen y desde ya anunciamos a los futuros lectores que su novela (o lo que sea) contiene p¨¢rrafos de una eficacia literaria sobrecogedora. Valga, como muestra, este bot¨®n: 'Fue necesaria la intervenci¨®n de equipos de desinfecci¨®n y desinsectaci¨®n, ya que un terrible olor preocupaba sobremanera a los vecinos, que tuvieron que ser tranquilizados'.
No se puede decir m¨¢s en menos espacio: se nos muestran las perversiones de la clase obrera, que disfruta infect¨¢ndose e insect¨¢ndose, como ya sabemos, pero no es eso lo que m¨¢s estremece, sino la ambig¨¹edad diab¨®lica que recorre el texto dot¨¢ndolo de ese car¨¢cter polis¨¦mico, con perd¨®n de la polisemia, espec¨ªfico de la literatura. ?Los vecinos de qui¨¦n estaban preocupados?, se pregunta el lector. ?Y de qu¨¦ modo fueron tranquilizados? El autor podr¨ªa haberlo dicho, pero lo deja a la inventiva del lector. ?Ustedes se imaginan a L¨®pez Viejo sedando a los vecinos despu¨¦s de haberlos desinfectado y desinsectado? Eso no se puede contar, eso hay que imaginarlo.
Abundan, pues, en esta peque?a obra de la miseria humana joyas verbales que describen, en apenas una frase, a un grupo social. As¨ª, como cuando el autor, en el pie de una foto, apunta: 'El arbolado sufri¨® todo tipo de actos vand¨¢licos'. De manera, se dice el lector, que los obreros no s¨®lo disfrutan con los insectos y con las infecciones, sino que tarde o temprano violan a los ¨¢rboles o los someten a humillaciones en las que el autor no se explaya, no ya por sus limitaciones verbales, sino porque al tratarse de un eximio de buena familia evita caer en descripciones tremendistas que herir¨ªan la sensibilidad de Mas Canosa. A la espera, en fin, de lo que digan los especialistas de Babelia, nos atrevemos a adelantar que el libro del concejal de Limpieza es, parad¨®jicamente, una basura. Pero ¨¦l tiene su coche oficial, y su despacho con moqueta y quiz¨¢ su foto de Franco en la pared. O sea, que un respeto.
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