El pe¨®n Manuel Dorado sufre dos cornadas
El banderillero Manuel Dorado sufri¨® un cogid¨®n, que llaman. Uno de esos percances que parece como si duraran una eternidad y ponen los pelos de punta. Result¨® con dos cornadas menos graves, pero seg¨²n se produjo la cogida, casi podr¨ªa decirse que tuvo suerte. En lo que cabe, claro; enti¨¦ndase.
Acababa de saltar a la arena el sexto novillo -serio y cuajado, igual que toda la novillada- y Manuel Dorado lo cit¨® para cerrarlo a tablas. Se le arranc¨® el novillo, el pe¨®n corri¨® a guarecerse en el burladero y apenas hab¨ªa metido dentro medio cuerpo cuando el novillo lo alcanz¨®, lo levant¨® prendido por un muslo, lo estrell¨® contra las talanqueras, tir¨® una nueva cornada que dej¨® doblado sobre el asta al banderillero durante unos segundos angustiosos, lo zarande¨® de nuevo... Finalmente el novillo solt¨® al torero en el equivalente al callej¨®n en una plaza de talanqueras, que as¨ª es la de Arganda del Rey.
Ese fue el acontecer m¨¢s destacado de la tarde y dej¨® un agrio sentimiento de consternaci¨®n en el ¨¢nimo de los asistentes. La verdad es que, con semejante final, la novillada no hab¨ªa podido ser peor. Transcurri¨® aburrida, sin momento brillante alguno, porque al ganado que envi¨® Antonio Doblas no hab¨ªa posibilidad de darle fiesta. Todo manso sin paliativos. Y adem¨¢s de manso, descastado, hasta alcanzar la categor¨ªa de morucho.
No es que sacara peligro; es que no embest¨ªa. Ya el primero dio un curso acerca de las caracter¨ªsticas que ha de reunir una res para ser declarada morucha integral. Julien Lescarret, franc¨¦s con vocaci¨®n torera, hizo cuanto ser¨ªa imaginable para sacar partido a ese prodigio de la mansedumbre, y al que sali¨® cuarto, de semejante catadura, y no hubo manera. Ambos regalos se soltaban de los enga?os y se pon¨ªan reservones junto a las talanqueras o en la querencia del chiquero.
Mat¨ªas Tejela consigui¨® ciertos muletazos de gusto, largura y ligaz¨®n en el segundo, ¨²nico aproximadamente manejable, y le cost¨® una voltereta. Rehecho r¨¢pidamente del percance, sigui¨® por derechazos y acab¨® por manoletinas. Al quinto quiso aplicarle los naturales con pundonorosa insistencia, mas la especie de mulo aquel se le escapaba al abrigo de las talanqueras.
Torero empe?oso en cuajar naturales fue Andr¨¦s Luis Dorado, lo que ya supone gran m¨¦rito teniendo en cuenta lo que le correpondi¨® lidiar. Se los sac¨® al tercero, y tambi¨¦n derechazos de aseada factura. Luego, al salir de su primer volapi¨¦, le alcanz¨® el novillo peg¨¢ndole una voltereta.
El sexto alcanz¨® la cumbre de la moruchez y Andr¨¦s Luis Dorado no pod¨ªa sacarle partido pese a sus porf¨ªas. El morucho era incapaz de embestir; pero no de tirar cornadas y estuvo a punto de causar una tragedia con las que le peg¨® al pe¨®n.
Aquel ganado no estaba concebido para la lidia sino para el matadero.
Babelia
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