La URSS sigue viva en Bielorrusia
El presidente Lukashenko gobierna con m¨¦todos sovi¨¦ticos un pa¨ªs que a¨²n no ha encontrado su identidad
Pese a sus diez a?os de independencia, Bielorrusia, que el 9 de septiembre celebra unas controvertidas elecciones presidenciales, es a¨²n un producto de la desintegraci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y no ha logrado formar su identidad como Estado. El presidente, Alexandr Lukashenko, un populista que lleg¨® al poder en 1994, ha conseguido mantener o restaurar muchos rasgos de la URSS en este pa¨ªs que, a diferencia de sus vecinos, no ha encontrado a¨²n su identidad.
Con m¨¢s de diez millones de habitantes y una superficie equivalente a la mitad de Espa?a, Bielorrusia no tiene las tensiones entre el este y el oeste de Ucrania, ni se aglutina en torno a una religi¨®n como Polonia, ni se aferra a su propia lengua como los b¨¢lticos. Los bielorrusos, adem¨¢s, tienen tanto en com¨²n con los rusos, que afirmar las diferencias resulta artificial.
'A Bielorrusia la independencia le cay¨® del cielo como el man¨¢, pero el pa¨ªs no ten¨ªa una ¨¦lite capaz de aprovecharla', se?ala el economista Pavel Daneyko, del Centro de Desarrollo de la Competencia de Mink. 'Occidente nos confundi¨® con el B¨¢ltico y lanz¨® aqu¨ª mucho dinero para abonar ideas que no arraigaron', dice la escritora Svetlana Alex¨¦ievich. 'Cuando obtuvimos la independencia, el ambiente intelectual se anim¨® y hablar en bielorruso se convirti¨® en algo prestigioso. Despu¨¦s, con Lukashenko, se han cerrado centenares de escuelas bielorrusas y todo dio marcha atr¨¢s', a?ade.
En 1996, Lukashenko recurri¨® a un refer¨¦ndum para librarse del Parlamento. Una mayor¨ªa apoy¨® entonces al pol¨ªtico que se presentaba como el luchador insobornable contra la corrupci¨®n. Para muchos, el presidente ha sido el garante de una estabilidad m¨ªnima, mientras otros pa¨ªses lidiaban con la transici¨®n del comunismo al mercado. Para sus adversarios, liderados por intelectuales liberales, Lukashenko preside el pa¨ªs con los mismos m¨¦todos con los que el pasado dirigi¨® una explotaci¨®n agr¨ªcola colectiva. La oposici¨®n, unida hoy en torno al candidato Vlad¨ªmir Gonch¨¢rik, le reprocha el haber construido un r¨¦gimen personal que ha reproducido la corrupci¨®n que pretend¨ªa combatir.
A los bielorrusos les pagan con mayor regularidad que a rusos o ucranios, aunque sus ingresos tengan unos niveles medios de menos de 100 d¨®lares (18.500 pesetas) para los sueldos y de 30 d¨®lares para las pensiones. Los bielorrusos cuentan con un sistema de salud que asegura tratamientos m¨¦dicos gratuitos a las v¨ªctimas del accidente nuclear de Chern¨®bil. Por si fuera poco, la presencia de trabajadores temporeros procedentes de Ucrania, atra¨ªdos por las condiciones locales, convence a algunos de que el modelo de Lukashenko no est¨¢ tan mal. As¨ª que en lugar de mirar hacia Polonia o hacia el B¨¢ltico, Bielorrusia mira hacia atr¨¢s, hacia la URSS y sus instituciones.
Las explotaciones agr¨ªcolas colectivas (sovjoses y koljoses) siguen existiendo, al igual que los planes de producci¨®n y los precios regulados. El sector privado es d¨¦bil y las grandes empresas estatales, aunque formalmente son sociedades an¨®nimas, siguen dirigidas desde las instituciones gubernamentales. El modelo Lukashenko, sin embargo, tiene l¨ªmites. La inflaci¨®n ha sido del 122% en la primera mitad de este a?o y los sueldos est¨¢n muy lejos de las metas del presidente y se pagan con retraso, seg¨²n comprob¨® esta corresponsal en las cercan¨ªas de Pruzhani (en el oeste del pa¨ªs). All¨ª, en el sovj¨®s de Slonimtsi, las orde?adoras llevaban dos meses sin cobrar y los tractoristas reconoc¨ªan ganar el equivalente a 30 d¨®lares en plena cosecha y a ocho d¨®lares en invierno.
Las modestas exigencias de los bielorrusos favorecen a Lukashenko. La II Guerra Mundial est¨¢ todav¨ªa en la mente de las generaciones de m¨¢s edad. Svetlana Alex¨¦ievich afirma que su padre, director de una escuela rural, est¨¢ convencido de que el presidente ha conseguido salvar a Bielorrusia de la guerra con la OTAN. La propaganda oficial del r¨¦gimen se encarga de reforzar esta idea.
Como en los tiempos sovi¨¦ticos, el r¨¦gimen intimida a la oposici¨®n cerrando imprentas, enviando inspectores de impuestos a las redacciones y confiscando ordenadores. El presidente transforma cualquier cr¨ªtica contra ¨¦l en un intento de desestabilizar el pa¨ªs y de minar la relaci¨®n especial con su vecino oriental. En 1996, Rusia y Bielorrusia formaron una uni¨®n que deber¨ªa culminar en el futuro con la fusi¨®n en un solo Estado. Esta meta, se?alan observadores en Minsk, ten¨ªa sentido para Lukashenko, cuando la decadencia f¨ªsica del presidente Bor¨ªs Yeltsin le hac¨ªa pensar que llegar¨ªa a dirigir ambos pa¨ªses eslavos.
La llegada de Vlad¨ªmir Putin al poder en Rusia, se?alan los analistas, ha puesto fin a este sue?o. Pese a su fervor prorruso, el presidente bielorruso dif¨ªcilmente acceder¨¢ a ser un subordinado de su vecino. Para Mosc¨², Bielorrusia tiene una importancia geopol¨ªtica clave, como lugar de paso de la red de gasoductos y oleoductos hacia Europa Occidental. Ret¨®rica al margen, Lukashenko mantiene f¨¦rreamente el control sobre los sectores clave de la econom¨ªa y no lo ha cedido a las grandes compa?¨ªas rusas que, entre otras cosas, cortejan el complejo petroqu¨ªmico bielorruso. 'Las empresas rusas amenazan su poder personal y ¨¦sa es la base de este r¨¦gimen', se?ala Daneyko.
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