Rohmer aporta un filme excepcional para avalar el Le¨®n de Oro a su carrera
Cierran el concurso buenas pel¨ªculas del franc¨¦s Philippe Garrel y del yugoslavo Goran Pascalievic
Eric Rohmer lleg¨® de Par¨ªs escoltado por sus j¨®venes 82 a?os y por algunas zancadillas del rancio subsuelo nacionalista de su tierra, que no le perdona que haya adoptado 'un punto de vista extranjero' para narrar sucesos capitales de la Revoluci¨®n Francesa en La inglesa y el duque. Es ¨¦sta una pel¨ªcula inolvidable, inundada de generosidad, inteligencia y esp¨ªritu de libertad, una obra maestra, llena de universo y que es cumbre de uno de los m¨¢s eminentes cineastas europeos que existen. Con ella, Rohmer ilumina la justicia que ayer le hizo due?o de un Le¨®n de Oro en reconocimiento de toda su inmensa obra.
Rohmer ha extra¨ªdo La inglesa y el duque del Diario de mi vida durante la Revoluci¨®n Francesa, de la escocesa Grace Elliot, esposa del lord ingl¨¦s John Elliot y amante del futuro rey brit¨¢nico Jorge V, con el que tuvo una hija, antes de viajar a Par¨ªs e instalarse all¨ª como amante de Philippe, duque de Orleans, un arist¨®crata que se convirti¨® en dirigente revolucionario del Partido de los Girondinos y que vot¨® en la Convenci¨®n Nacional de enero de 1793, bajo el directorio del jefe de los jacobinos Robespierre, la ejecuci¨®n en la guillotina de su primo el rey Luis XVI.
Dice Rohmer: 'La revoluci¨®n tuvo momentos bellos y felices, como el entusiasmo de las multitudes en las calles, el estallido de la solidaridad y la Concordia. Pero esto ya lo ha contado el cine franc¨¦s. En cambio, lo que no ha contado es el terror. De los acontecimientos de 1789 a 1794 apenas se sabe nada en nuestras pantallas. Parece que hay miedo a hablar de ello. Pero yo no tengo miedo'. Y a?ade: 'No hablo de la revoluci¨®n sino del terror', y en su filme propone con gallard¨ªa la idea de que el terror nunca es revolucionario y que hay que desconfiar de sus profetas: 'Robespierre era un hombre peligroso, a la manera en que siempre son peligrosos los hombres demasiado virtuosos'.
La hermosa imagen pict¨®rica na?f con la que Rohmer hace cine qu¨ªmicamente puro mediante la ritualizaci¨®n y teatralizaci¨®n de los sucesos es una prodigiosa aplicaci¨®n de las t¨¦cnicas de efectos digitales a la conquista de una verdad mediante una ficci¨®n. El efecto digital, casi siempre asociado al enga?o anticinematogr¨¢fico, es aqu¨ª absorbido por la sutil fuerza de la busca de ideas. El retrato que Rohmer hace de Grace Elliot es viv¨ªsimo, de luz sorprendente, pero su hondura aumenta en la indagaci¨®n del cineasta dentro del enigma del duque de Orleans, que sin duda es una figura que apasiona a Rohmer, y ¨¦ste traslada su fascinaci¨®n a una creaci¨®n f¨ªlmica memorable, insuperable: 'No amo las pel¨ªculas maniqueas', dice el viejo cineasta, 'porque todos tenemos doble personalidad y yo adoro las contradicciones y las paradojas, como las del republicano duque de Orleans, padre del futuro rey Louis Philippe y primo del rey que mand¨® a la guillotina'.
El otro filme franc¨¦s es Salvaje inocencia, donde Philippe Garrel intenta otro de sus ba?os de cine inh¨®spito sin tregua. Esta vez acude Garrel a la ayuda del viejo Raoul Coutard, que le proporciona una fotograf¨ªa antigua de poderos¨ªsima vigencia, las asombrosas miradas grises, blancas y negras de los primeros filmes de Jean-Luc Godard y su forja del golpe de tim¨®n formal del que Garrel a¨²n alimenta su cine, que tiene fuerza, pero cuyo juego crepuscular roza el manierismo autoplagio.
Muy fuerte e interesante es El hombre que quer¨ªa ser ¨¢rbol, filme irland¨¦s del yugoslavo Goran Pascalievic, que hace un trabajo notabil¨ªsimo de direcci¨®n de actores y el irland¨¦s Colm Meaney se convirti¨® ayer en un inesperado favorito.
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