Marruecos y Espa?a, m¨¢s all¨¢ del titular
El autor cree que ser¨ªa un error pensar que las recientes r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas de responsables p¨²blicos de ambos pa¨ªses pudieran llevar a replantearse las relaciones bilaterales
?Nos hemos vuelto todos locos? La sucesi¨®n de titulares m¨¢s o menos estridentes en los medios en estas ¨²ltimas semanas bien pudiera hacer pensar que las relaciones entre Espa?a y Marruecos est¨¢n al borde del abismo. Como si de una partida de ping-pong se tratara, hemos asistido a una sucesi¨®n de r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas entre distintos responsables p¨²blicos de ambos pa¨ªses, en una escalada verbal aparentemente sin l¨ªmite. La ruptura, o cuando menos el replanteamiento de la relaci¨®n bilateral, parecer¨ªa inevitable. La fallida visita -por causas de salud- a Madrid, el pasado viernes, del secretario de Estado de Asuntos Exteriores marroqu¨ª, no ha hecho sino alimentar las especulaciones m¨¢s alarmistas y confirmar los augurios m¨¢s pesimistas de una parte no desde?able de nuestra opini¨®n p¨²blica.
Espa?a mantiene hoy con Marruecos la relaci¨®n m¨¢s completa de cuantas pueda tener en el mundo
Es imprescindible actuar sobre la estructura operativa de la inmigraci¨®n ilegal, opere donde opere
Y sin embargo, como part¨ªcipe directo en este asunto, debo manifestar que esa percepci¨®n no se ajusta, a mi entender, plenamente a la realidad. Para empezar, m¨¢s all¨¢ de los titulares, lo cierto es que a ambos lados del Estrecho han abundado en los ¨²ltimos tiempos las declaraciones conciliadoras, que, sin soslayar los contenciosos pendientes, han resaltado la necesidad de colaboraci¨®n y de di¨¢logo, desde una voluntad declarada de fortalecer, todav¨ªa m¨¢s, la relaci¨®n bilateral. Pero, por definici¨®n, esos posicionamientos constructivos y dialogantes son poco ruidosos, atraen poca atenci¨®n y han quedado as¨ª, desgraciadamente, ahogados por el titular altisonante. Capacidad insuficiente de explicar y de transmitir, se dir¨¢. Es posible. Pero tambi¨¦n es verdad que estamos ante un asunto muy delicado, donde es imprescindible separar bien las voces de los ecos si realmente queremos ser capaces de comprender lo que est¨¢ pasando.
Porque a mi entender, lo sucedido en los ¨²ltimos meses es m¨¢s el reflejo de un cambio progresivo y trascendental en los asuntos que afectan a los dos pa¨ªses que de un supuesto replanteamiento de la voluntad pol¨ªtica de mantener una relaci¨®n privilegiada. Y es cierto que el desencuentro en el ¨¢mbito de la pesca pudo alentar ciertas desconfianzas y ser causa de leg¨ªtimas decepciones, pero todos somos conscientes de que nuestra relaci¨®n de vecindad y de amistad es demasiado importante como para verse condicionada de forma determinante por ello. Como digo, la clave est¨¢ en la aparici¨®n de nuevos fen¨®menos que condicionan nuestra relaci¨®n y a los cuales debemos ser capaces de dar respuesta. El drama de la inmigraci¨®n ilegal, los contenciosos -l¨®gicos- derivados de la creciente presencia de empresas espa?olas en Marruecos o el hecho de que la comunidad marroqu¨ª sea ya la m¨¢s numerosa y la que crece m¨¢s r¨¢pidamente entre los residentes legales extranjeros en Espa?a crean situaciones nuevas, a menudo no f¨¢ciles de gestionar, a las que debemos dar respuesta de forma conjunta.
Aunque pueda parecer parad¨®jico, lo cierto es que las bases para hacer frente a estos nuevos retos son muy s¨®lidas. El ruido de las ¨²ltimas semanas no debe ocultar que existe una relaci¨®n privilegiada entre nuestros dos pa¨ªses. Sin exageraci¨®n, Espa?a mantiene hoy con Marruecos la relaci¨®n m¨¢s completa de cuantas pueda en el mundo. Marruecos es el primer receptor de fondos espa?oles de cooperaci¨®n al desarrollo, por encima incluso de cualquier pa¨ªs iberoamericano. Las facilidades financieras otorgadas a Marruecos (en forma de pr¨¦stamos y de transformaci¨®n de deuda en inversiones) son las m¨¢s generosas de todas, superando incluso las otorgadas a un pa¨ªs econ¨®micamente tan importante como es China. Con cinco sedes del Instituto Cervantes y hasta once colegios de titularidad p¨²blica espa?ola (donde estudian cerca de 3.000 ni?os marroqu¨ªes), la cooperaci¨®n acad¨¦mica y cultural con Marruecos es la m¨¢s extensa que existe...
Los retos que los dos pa¨ªses afrontamos a futuro en nuestra relaci¨®n bilateral son especialmente delicados porque, m¨¢s all¨¢ de los medios materiales, requieren dosis elevadas de confianza mutua y de compromiso pol¨ªtico. Quisiera a continuaci¨®n centrarme en los tres asuntos que he mencionado m¨¢s arriba: la inmigraci¨®n, la inversi¨®n espa?ola en Marruecos y la comunidad marroqu¨ª en Espa?a.
Analicemos el caso de la inmigraci¨®n. Se trata de un fen¨®meno que tiene su origen en las tremendas diferencias en el nivel de vida entre una y otra orilla del Estrecho. Eso es bien sabido. Pensemos pues en soluciones y distingamos, a efectos pr¨¢cticos, entre el corto y el largo plazo. A largo plazo, encauzar el problema exige reducir esas diferencias, propiciando el desarrollo de los pa¨ªses del sur. ?C¨®mo se propicia ese desarrollo? ?A trav¨¦s de ayudas puntuales? S¨ª, pero eso ser¨¢ siempre una gota en un vaso de agua. La verdadera mejora, como sabemos bien en Espa?a por nuestra experiencia de los ¨²ltimos 40 a?os, vendr¨¢ de la mano del comercio y la inversi¨®n. Es imprescindible, pues, que abramos progresivamente nuestros mercados (y los de todos los pa¨ªses europeos) a los productos provenientes de Marruecos (y de los dem¨¢s pa¨ªses mediterr¨¢neos), sobre todo a los m¨¢s intensivos en mano de obra (como los agr¨ªcolas o los textiles), pues son los que producen preferentemente esos pa¨ªses. Este proceso de apertura no es f¨¢cil y exige un ejercicio de valent¨ªa pol¨ªtica y de pedagog¨ªa importante. Debemos explicar a nuestra opini¨®n p¨²blica que los flujos comerciales acaban siendo sustitutivos de los flujos de personas, que el trabajador marroqu¨ª puede venir directamente en patera o que puede hacerlo 'indirectamente' en forma de tomate o de camiseta, y que, tanto para ese trabajador como para nosotros, la segunda opci¨®n es mucho mejor que la primera.
A corto plazo, la cuesti¨®n inmigratoria exige un esfuerzo de gesti¨®n importante. Es f¨¢cil comprender que, en inter¨¦s de todos, ¨¦se debe ser un proceso ordenado, y de ah¨ª la necesidad de distinguir entre inmigraci¨®n legal e ilegal. El acuerdo en materia de flujos de migraci¨®n laboral firmado recientemente entre nuestros dos pa¨ªses procura el marco adecuado para la inmigraci¨®n legal, y debe por ello ser puesto inmediatamente en marcha. Es muy importante tambi¨¦n garantizar que los trabajadores que se acojan al mismo gozan de todos los derechos y que, como ya se est¨¢ haciendo, desde la inspecci¨®n de trabajo se ponen en marcha todas las medidas necesarias para combatir la contrataci¨®n ilegal.
Queda entonces la inmigraci¨®n ilegal, que es la cuesti¨®n que ha monopolizado el debate estos ¨²ltimos d¨ªas. Se trata de un fen¨®meno que, desgraciadamente, nunca ser¨¢ posible eliminar pero s¨ª reducir de forma importante. T¨¦cnicamente esa reducci¨®n no parece dif¨ªcil de alcanzar. El control de una franja no muy extensa de la costa marroqu¨ª, que es de donde parten las pateras, debe ser factible. Adicionalmente, es imprescindible actuar sobre la estructura operativa de la inmigraci¨®n ilegal, es decir, sobre las mafias, operen donde operen. El hecho de que el flujo de inmigrantes ilegales se haya doblado este a?o muestra que los medios utilizados son insuficientes. De ah¨ª la insistencia de Espa?a en la necesidad de hacer un mayor esfuerzo y el ofrecimiento de todo tipo de colaboraci¨®n, en el entendimiento de que existe por parte de Marruecos una plena consciencia de lo que est¨¢ en juego y una voluntad pol¨ªtica decidida y expl¨ªcita de combatir esta lacra.
Pasemos a la cuesti¨®n de la inversi¨®n espa?ola en Marruecos. En los ¨²ltimos a?os, la presencia de empresas espa?olas en Marruecos ha aumentado de forma espectacular. Se habla de entre 800 y 1.000 compa?¨ªas operando en Marruecos. La mayor¨ªa de ellas son pymes, pero en los ¨²ltimos a?os ha habido tambi¨¦n inversiones importantes de grandes empresas espa?olas. En general, los resultados de esa presencia han sido buenos para las dos partes, si bien hay que se?alar que, en algunos casos puntuales, se arrastran contenciosos derivados de situaciones de inseguridad jur¨ªdica que requieren una soluci¨®n urgente. El resultado de todo ello ha sido que Espa?a se ha convertido, con Francia, en el principal inversor extranjero en Marruecos. Todo ello est¨¢ muy bien. Pero conviene no olvidar que todav¨ªa queda un largo camino por recorrer. Porque, por ejemplo, mientras en los diez ¨²ltimos a?os las empresas espa?olas han invertido cerca de 7 billones de pesetas en un pa¨ªs como Argentina (que tiene una poblaci¨®n menor que Marruecos), la inversi¨®n total de esas 1.000 empresas espa?olas presentes en Marruecos no alcanza el medio bill¨®n de pesetas: ?una relaci¨®n de 1 a 14 a pesar del diferencial geogr¨¢fico!
?Qu¨¦ significa todo esto? Varias cosas. Primero, que la relaci¨®n entre nuestros dos pa¨ªses es cada vez m¨¢s 'econ¨®mica', lo que es positivo para todos. Segundo, que existe un potencial inversor importante que s¨®lo se ha materializado parcialmente. Que ese potencial inversor se realice depende, en ¨²ltima instancias, de que se profundice en el proceso de transici¨®n en que se halla inmersa la econom¨ªa marroqu¨ª. Quiz¨¢ con cierta impaciencia, desde Espa?a nos gustar¨ªa, a veces, ver una mayor aceleraci¨®n de esas reformas. El proceso, en todo caso, no es f¨¢cil porque, al final, toda reforma remite a la eliminaci¨®n de privilegios o prebendas de determinados colectivos. Pero se trata, en definitiva, de una cuesti¨®n estrictamente marroqu¨ª, donde la voluntad modernizadora del nuevo monarca ser¨¢ decisiva.
He dejado para el final la cuesti¨®n a mi entender m¨¢s importante y m¨¢s delicada, que es la progresiva constituci¨®n de una comunidad marroqu¨ª en nuestro pa¨ªs. En apenas 5 a?os, esa comunidad se ha multiplicado por 4, alcanzando hoy ya las 200 mil almas. Sabemos que va a seguir creciendo en el futuro, y no parece aventurado pensar que en 10 o 15 a?os esa cifra se acerque al mill¨®n de personas. Por s¨ª solo, este hecho va a cambiar la relaci¨®n entre Espa?a y Marruecos. Y la cambiar¨¢, a mi entender, en un campo fundamental como es el de las percepciones. La imagen rec¨ªproca que cada uno de nuestros pa¨ªses tendr¨¢ del otro estar¨¢ fuertemente influida por c¨®mo se produzca la integraci¨®n de esa comunidad marroqu¨ª en Espa?a. Y al rev¨¦s, y eso es lo que ahora m¨¢s me interesa destacar, esa integraci¨®n va a depender de las im¨¢genes respectivas que transmitamos entre pa¨ªses. De ah¨ª la importancia de que nos conozcamos y nos reconozcamos m¨¢s y mejor, de que hagamos un esfuerzo por centrarnos en la sustancia y no quedarnos en el titular. Es mucho lo que est¨¢ en juego, y me parece imprescindible que hagamos ese esfuerzo. En Espa?a y en Marruecos. Es un ejercicio y una responsabilidad que nos incumbe a todos. A la sociedad, a los medios y, por supuesto y en primer lugar, a los Gobiernos.?Nos hemos vuelto todos locos? La sucesi¨®n de titulares m¨¢s o menos estridentes en los medios en estas ¨²ltimas semanas bien pudiera hacer pensar que las relaciones entre Espa?a y Marruecos est¨¢n al borde del abismo. Como si de una partida de ping-pong se tratara, hemos asistido a una sucesi¨®n de r¨¦plicas y contrarr¨¦plicas entre distintos responsables p¨²blicos de ambos pa¨ªses, en una escalada verbal aparentemente sin l¨ªmite. La ruptura, o cuando menos el replanteamiento de la relaci¨®n bilateral, parecer¨ªa inevitable. La fallida visita -por causas de salud- a Madrid, el pasado viernes, del secretario de Estado de Asuntos Exteriores marroqu¨ª, no ha hecho sino alimentar las especulaciones m¨¢s alarmistas y confirmar los augurios m¨¢s pesimistas de una parte no desde?able de nuestra opini¨®n p¨²blica.
Y sin embargo, como part¨ªcipe directo en este asunto, debo manifestar que esa percepci¨®n no se ajusta, a mi entender, plenamente a la realidad. Para empezar, m¨¢s all¨¢ de los titulares, lo cierto es que a ambos lados del Estrecho han abundado en los ¨²ltimos tiempos las declaraciones conciliadoras, que, sin soslayar los contenciosos pendientes, han resaltado la necesidad de colaboraci¨®n y de di¨¢logo, desde una voluntad declarada de fortalecer, todav¨ªa m¨¢s, la relaci¨®n bilateral. Pero, por definici¨®n, esos posicionamientos constructivos y dialogantes son poco ruidosos, atraen poca atenci¨®n y han quedado as¨ª, desgraciadamente, ahogados por el titular altisonante. Capacidad insuficiente de explicar y de transmitir, se dir¨¢. Es posible. Pero tambi¨¦n es verdad que estamos ante un asunto muy delicado, donde es imprescindible separar bien las voces de los ecos si realmente queremos ser capaces de comprender lo que est¨¢ pasando.
Porque a mi entender, lo sucedido en los ¨²ltimos meses es m¨¢s el reflejo de un cambio progresivo y trascendental en los asuntos que afectan a los dos pa¨ªses que de un supuesto replanteamiento de la voluntad pol¨ªtica de mantener una relaci¨®n privilegiada. Y es cierto que el desencuentro en el ¨¢mbito de la pesca pudo alentar ciertas desconfianzas y ser causa de leg¨ªtimas decepciones, pero todos somos conscientes de que nuestra relaci¨®n de vecindad y de amistad es demasiado importante como para verse condicionada de forma determinante por ello. Como digo, la clave est¨¢ en la aparici¨®n de nuevos fen¨®menos que condicionan nuestra relaci¨®n y a los cuales debemos ser capaces de dar respuesta. El drama de la inmigraci¨®n ilegal, los contenciosos -l¨®gicos- derivados de la creciente presencia de empresas espa?olas en Marruecos o el hecho de que la comunidad marroqu¨ª sea ya la m¨¢s numerosa y la que crece m¨¢s r¨¢pidamente entre los residentes legales extranjeros en Espa?a crean situaciones nuevas, a menudo no f¨¢ciles de gestionar, a las que debemos dar respuesta de forma conjunta.
Aunque pueda parecer parad¨®jico, lo cierto es que las bases para hacer frente a estos nuevos retos son muy s¨®lidas. El ruido de las ¨²ltimas semanas no debe ocultar que existe una relaci¨®n privilegiada entre nuestros dos pa¨ªses. Sin exageraci¨®n, Espa?a mantiene hoy con Marruecos la relaci¨®n m¨¢s completa de cuantas pueda en el mundo. Marruecos es el primer receptor de fondos espa?oles de cooperaci¨®n al desarrollo, por encima incluso de cualquier pa¨ªs iberoamericano. Las facilidades financieras otorgadas a Marruecos (en forma de pr¨¦stamos y de transformaci¨®n de deuda en inversiones) son las m¨¢s generosas de todas, superando incluso las otorgadas a un pa¨ªs econ¨®micamente tan importante como es China. Con cinco sedes del Instituto Cervantes y hasta once colegios de titularidad p¨²blica espa?ola (donde estudian cerca de 3.000 ni?os marroqu¨ªes), la cooperaci¨®n acad¨¦mica y cultural con Marruecos es la m¨¢s extensa que existe...
Los retos que los dos pa¨ªses afrontamos a futuro en nuestra relaci¨®n bilateral son especialmente delicados porque, m¨¢s all¨¢ de los medios materiales, requieren dosis elevadas de confianza mutua y de compromiso pol¨ªtico. Quisiera a continuaci¨®n centrarme en los tres asuntos que he mencionado m¨¢s arriba: la inmigraci¨®n, la inversi¨®n espa?ola en Marruecos y la comunidad marroqu¨ª en Espa?a.
Analicemos el caso de la inmigraci¨®n. Se trata de un fen¨®meno que tiene su origen en las tremendas diferencias en el nivel de vida entre una y otra orilla del Estrecho. Eso es bien sabido. Pensemos pues en soluciones y distingamos, a efectos pr¨¢cticos, entre el corto y el largo plazo. A largo plazo, encauzar el problema exige reducir esas diferencias, propiciando el desarrollo de los pa¨ªses del sur. ?C¨®mo se propicia ese desarrollo? ?A trav¨¦s de ayudas puntuales? S¨ª, pero eso ser¨¢ siempre una gota en un vaso de agua. La verdadera mejora, como sabemos bien en Espa?a por nuestra experiencia de los ¨²ltimos 40 a?os, vendr¨¢ de la mano del comercio y la inversi¨®n. Es imprescindible, pues, que abramos progresivamente nuestros mercados (y los de todos los pa¨ªses europeos) a los productos provenientes de Marruecos (y de los dem¨¢s pa¨ªses mediterr¨¢neos), sobre todo a los m¨¢s intensivos en mano de obra (como los agr¨ªcolas o los textiles), pues son los que producen preferentemente esos pa¨ªses. Este proceso de apertura no es f¨¢cil y exige un ejercicio de valent¨ªa pol¨ªtica y de pedagog¨ªa importante. Debemos explicar a nuestra opini¨®n p¨²blica que los flujos comerciales acaban siendo sustitutivos de los flujos de personas, que el trabajador marroqu¨ª puede venir directamente en patera o que puede hacerlo 'indirectamente' en forma de tomate o de camiseta, y que, tanto para ese trabajador como para nosotros, la segunda opci¨®n es mucho mejor que la primera.
A corto plazo, la cuesti¨®n inmigratoria exige un esfuerzo de gesti¨®n importante. Es f¨¢cil comprender que, en inter¨¦s de todos, ¨¦se debe ser un proceso ordenado, y de ah¨ª la necesidad de distinguir entre inmigraci¨®n legal e ilegal. El acuerdo en materia de flujos de migraci¨®n laboral firmado recientemente entre nuestros dos pa¨ªses procura el marco adecuado para la inmigraci¨®n legal, y debe por ello ser puesto inmediatamente en marcha. Es muy importante tambi¨¦n garantizar que los trabajadores que se acojan al mismo gozan de todos los derechos y que, como ya se est¨¢ haciendo, desde la inspecci¨®n de trabajo se ponen en marcha todas las medidas necesarias para combatir la contrataci¨®n ilegal.
Queda entonces la inmigraci¨®n ilegal, que es la cuesti¨®n que ha monopolizado el debate estos ¨²ltimos d¨ªas. Se trata de un fen¨®meno que, desgraciadamente, nunca ser¨¢ posible eliminar pero s¨ª reducir de forma importante. T¨¦cnicamente esa reducci¨®n no parece dif¨ªcil de alcanzar. El control de una franja no muy extensa de la costa marroqu¨ª, que es de donde parten las pateras, debe ser factible. Adicionalmente, es imprescindible actuar sobre la estructura operativa de la inmigraci¨®n ilegal, es decir, sobre las mafias, operen donde operen. El hecho de que el flujo de inmigrantes ilegales se haya doblado este a?o muestra que los medios utilizados son insuficientes. De ah¨ª la insistencia de Espa?a en la necesidad de hacer un mayor esfuerzo y el ofrecimiento de todo tipo de colaboraci¨®n, en el entendimiento de que existe por parte de Marruecos una plena consciencia de lo que est¨¢ en juego y una voluntad pol¨ªtica decidida y expl¨ªcita de combatir esta lacra.
Pasemos a la cuesti¨®n de la inversi¨®n espa?ola en Marruecos. En los ¨²ltimos a?os, la presencia de empresas espa?olas en Marruecos ha aumentado de forma espectacular. Se habla de entre 800 y 1.000 compa?¨ªas operando en Marruecos. La mayor¨ªa de ellas son pymes, pero en los ¨²ltimos a?os ha habido tambi¨¦n inversiones importantes de grandes empresas espa?olas. En general, los resultados de esa presencia han sido buenos para las dos partes, si bien hay que se?alar que, en algunos casos puntuales, se arrastran contenciosos derivados de situaciones de inseguridad jur¨ªdica que requieren una soluci¨®n urgente. El resultado de todo ello ha sido que Espa?a se ha convertido, con Francia, en el principal inversor extranjero en Marruecos. Todo ello est¨¢ muy bien. Pero conviene no olvidar que todav¨ªa queda un largo camino por recorrer. Porque, por ejemplo, mientras en los diez ¨²ltimos a?os las empresas espa?olas han invertido cerca de 7 billones de pesetas en un pa¨ªs como Argentina (que tiene una poblaci¨®n menor que Marruecos), la inversi¨®n total de esas 1.000 empresas espa?olas presentes en Marruecos no alcanza el medio bill¨®n de pesetas: ?una relaci¨®n de 1 a 14 a pesar del diferencial geogr¨¢fico!
?Qu¨¦ significa todo esto? Varias cosas. Primero, que la relaci¨®n entre nuestros dos pa¨ªses es cada vez m¨¢s 'econ¨®mica', lo que es positivo para todos. Segundo, que existe un potencial inversor importante que s¨®lo se ha materializado parcialmente. Que ese potencial inversor se realice depende, en ¨²ltima instancias, de que se profundice en el proceso de transici¨®n en que se halla inmersa la econom¨ªa marroqu¨ª. Quiz¨¢ con cierta impaciencia, desde Espa?a nos gustar¨ªa, a veces, ver una mayor aceleraci¨®n de esas reformas. El proceso, en todo caso, no es f¨¢cil porque, al final, toda reforma remite a la eliminaci¨®n de privilegios o prebendas de determinados colectivos. Pero se trata, en definitiva, de una cuesti¨®n estrictamente marroqu¨ª, donde la voluntad modernizadora del nuevo monarca ser¨¢ decisiva.
He dejado para el final la cuesti¨®n a mi entender m¨¢s importante y m¨¢s delicada, que es la progresiva constituci¨®n de una comunidad marroqu¨ª en nuestro pa¨ªs. En apenas 5 a?os, esa comunidad se ha multiplicado por 4, alcanzando hoy ya las 200 mil almas. Sabemos que va a seguir creciendo en el futuro, y no parece aventurado pensar que en 10 o 15 a?os esa cifra se acerque al mill¨®n de personas. Por s¨ª solo, este hecho va a cambiar la relaci¨®n entre Espa?a y Marruecos. Y la cambiar¨¢, a mi entender, en un campo fundamental como es el de las percepciones. La imagen rec¨ªproca que cada uno de nuestros pa¨ªses tendr¨¢ del otro estar¨¢ fuertemente influida por c¨®mo se produzca la integraci¨®n de esa comunidad marroqu¨ª en Espa?a. Y al rev¨¦s, y eso es lo que ahora m¨¢s me interesa destacar, esa integraci¨®n va a depender de las im¨¢genes respectivas que transmitamos entre pa¨ªses. De ah¨ª la importancia de que nos conozcamos y nos reconozcamos m¨¢s y mejor, de que hagamos un esfuerzo por centrarnos en la sustancia y no quedarnos en el titular. Es mucho lo que est¨¢ en juego, y me parece imprescindible que hagamos ese esfuerzo. En Espa?a y en Marruecos. Es un ejercicio y una responsabilidad que nos incumbe a todos. A la sociedad, a los medios y, por supuesto y en primer lugar, a los Gobiernos.
Miquel Nadal es secretario de Estado de Asuntos Exeriores.
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