El sustituto sali¨® a hombros

Prepar¨® la empresa para aficionados, abonados y domingueros un festejo de color rosa a tenor de los espadas anunciados en el cartel inicial. Los aficionados, tras enterarse de que los toros del hierro anunciado hab¨ªan sido rechazados en el reconocimiento se temieron lo peor. El cambio, obligado por lesi¨®n, de Rivera Ord¨®?ez iba a enderezar la tarde. El sustituto Juan Mora, a base de entrega y exposici¨®n, logr¨® salir a hombros.

Juan Mora, recibido con una fuerte ovaci¨®n por m¨¦ritos contra¨ªdos en otras tardes de triunfo en esta plaza, entr¨® en la feria por la puerta de la sustituci¨®n. No le import¨® en absoluto. Desde el principio se le vio con ganas de agradar al personal. Muy aplaudido su inicio de faena, con ayudados por bajo. Entregado y con detalles en las series por redondos. Al natural baj¨® el tono. Regres¨® a la mano de nunca para subir el tono del ambiente. En el que hizo quinto, faena de entrega, con pinceladas de calidad por ambas manos. Expuso en exceso para llevar a los tendidos la emoci¨®n que el toro no ten¨ªa. Una gran estocada rubricaba el triunfo del tes¨®n y las ganas de agradar.

Ortega Cano, ante las protestas del p¨²blico, signific¨® a los tendidos que el torete estaba acalambrado. A medida que el animal se desentumec¨ªa el torero se agarrotaba. Ortega fue desgranando pases, entre trapazos, desconfianza, miedos y un car¨¢cter muy sensible a las cr¨ªticas que le llegaban de los tendidos. La bronca era justa.

Intent¨® el quite del perd¨®n en el tercero de la tarde para granjearse la confianza del p¨²blico. Lo intent¨®, pero fue incapaz de realizarlo. Roz¨® el rid¨ªculo.

Ortega Cano quiso enmendar la plana con su segundo toro. Agrad¨® con el capote, brind¨® al p¨²blico en se?al de respeto. Inicio de faena en plan tremendista. Despegado y gazap¨®n en exceso por redondos. Desbordado al natural. Termin¨® envuelto en gestos y desplantes que nada tienen que ver con el hecho de torear. Se le fue a Ortega Cano un toro ideal para un torero de sus caracter¨ªsticas. Con la espada, un drama. No existi¨® como director de lidia.

Jesul¨ªn de Ubrique poco pudo hacer ante su primero, que lleg¨® mermado de facultades por la ruin venganza del varilarguero de turno. En el que cerr¨® plaza hizo una faena t¨¦cnica, llena de valor, exposici¨®n, buenas maneras y templanza. Consigui¨®, siempre con la mano derecha, destellos de hondura y calidad. La espada le priv¨® del triunfo.