La l¨ªnea de la crispaci¨®n
El autor opina que el decreto que elimina los autores catalanes es una mala copia del documento de contenidos de literatura de 1994, sobre el que Educaci¨®n ha practicado una censura que denota 'xenofobia literaria'
La reciente divulgaci¨®n del decreto en el que se proponen los nuevos contenidos de la asignatura de Valenciano en ESO y Bachillerato ha suscitado una fuerte oleada de cr¨ªticas y una crispaci¨®n en el mundo educativo y editorial que podr¨ªan haberse evitado.
El borrador del decreto es una mala copia del de 1994, como les consta a los autores del plagio. No han partido de planteamientos nuevos, no han llevado a cabo reflexiones previas, no han realizado intercambios de pareceres ni han constituido grupos de trabajo con docentes experimentados. Han mantenido la misma redacci¨®n, aunque deslavazada. Tras siete a?os de vigencia del anterior, el documento 'provisional' que ahora se propone no es original en nada, a excepci¨®n de que se han eliminado de ¨¦l los nombres de los novelistas catalanes Narc¨ªs Oller y Merc¨¨ Rodoreda, as¨ª como los de los poetas Carles Riba y Salvador Espriu, m¨¢s el del mallorqu¨ªn Lloren? Villalonga. No cabe otra lectura: los responsables de la administraci¨®n educativa, se quiera o no, se han comportado como unos palmarios censores.
Es un nuevo episodio de esa guerra in¨²til que la derecha local libra contra sus propios fantasmas
De haber consultado a la Acad¨¨mia, Taranc¨®n tendr¨ªa ahora las espaldas cubiertas
La falacia de su coartada consiste en esgrimir que ninguno de los cinco escritores suprimidos fue valenciano, por lo que estamos ante un nuevo episodio de esa guerra in¨²til que alg¨²n sector de la derecha local viene librando contra sus propios fantasmas, esta vez en raz¨®n del lugar de origen del escritor: una xenofobia literaria. Con la pretendida 'valencianizaci¨®n' del citado programa, a un enunciado como Formas de expresi¨®n po¨¦tica desde los trovadores a la ¨¦poca de esplendor (siglo XV) del decreto de 1994, que se mantiene igual, han a?adido el nombre de Ausi¨¤s March, que se supon¨ªa de sobras en la citada frase aunque no se mencionara expl¨ªcitamente, puesto que en la l¨ªrica medieval incluimos tanto a los trovadores (por cierto, c¨®mo los han dejado aqu¨ª, si ni uno solo fue valenciano, ya que en aquella ¨¦poca esta sociedad era isl¨¢mica, y adem¨¢s escribieron en occitano) como a Gilabert de Pr¨®ixita y Jordi de Sant Jordi (valenciano seguro este ¨²ltimo que, de hecho, no figura) junto a Pere March o a Andreu Febrer, ambos catalanes.
Entiendo que la pretendida 'valencianizaci¨®n' del programa no constituye por s¨ª misma un planteamiento desacertado; yo mismo soy partidario de ella. Pero lo que resulta pernicioso y, por lo tanto, inadmisible para el mundo educativo es pretender desgajar la historia de la literatura valenciana del ¨¢mbito com¨²n que los escritores valencianos, catalanes y mallorquines (en fin, tambi¨¦n los andorranos, roselloneses y alguereses) de todas las ¨¦pocas han compartido, puesto que han escrito en una misma lengua y un escritor no es patrimonio del lugar en que ha nacido, sino que forma parte de la cultura literaria de la lengua en la que se ha expresado. As¨ª como el chileno Pablo Neruda pertenece a la literatura espa?ola, el suizo Max Frisch a la alemana, el norteamericano William Faulkner y el ruso Vlad¨ªmir Nabokov a la inglesa, el brasile?o Jorge Amado a la portuguesa, el argelino Albert Camus y el irland¨¦s Samuel Beckett a la francesa, del mismo modo los catalanes Merc¨¨ Rodoreda y Salvador Espriu, as¨ª como los valencianos Carles Salvador o Enric Valor forman parte de la nuestra, y ll¨¢menla como quieran, valenciana o catalana, que en esa discusi¨®n no voy a perder tiempo: no es mi guerra.
Actuando a la rec¨ªproca, en justa correspondencia con el borrador del decreto que ha preparado nuestra consejer¨ªa, las autoridades educativas de Catalu?a y Baleares deber¨ªan eliminar de los planes de estudio de tales comunidades a Ausi¨¤s March, Joanot Martorell, Joan Ro¨ªs de Corella, sor Isabel de Villena, sant Vicent Ferrer, Teodor Llorente, Eduard Escalante, Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s, Enric Valor, Joan Fuster o Rodolf Sirera: por ser valencianos, qu¨¦ caramba. (Todo un argumento: el mismo que se ha esgrimido aqu¨ª). As¨ª, Shakespeare no tendr¨ªa por qu¨¦ estudiarse fuera de Inglaterra, como Cervantes fuera de Espa?a, Homero de Grecia, James Joyce de Irlanda, Balzac de Francia, Tolstoi de Rusia o Pirandello de Italia.
Aplicando este mismo rasero resultar¨ªa tambi¨¦n improcedente que en los planes de estudio for¨¢neos figuren los valencianos que han escrito en espa?ol, como Guillem de Castro, Blasco Ib¨¢?ez, Manuel Ciges Aparicio, Rafael Altamira, Azor¨ªn, Gabriel Mir¨®, Miguel Hern¨¢ndez, Juan Gil-Albert, Vicente Gaos, Juan Chab¨¢s, Carlos Arniches, Sanchis Sinisterra o Max Aub, que fue un valenciano algo exc¨¦ntrico, porque naci¨® en Par¨ªs hijo de un alem¨¢n y una francesa y vivi¨® y muri¨® en M¨¦xico. Para confeccionar el decreto de M¨²sica, los profesores Franz de Copenhague de nuestra consejer¨ªa deber¨ªan bastarse y sobrarse con Francisco T¨¢rrega, el maestro Rodrigo, L¨®pez-Chavarri, ?scar Espl¨¢, Moreno Gans, Matilde Salvador, y quiz¨¢ Juanito Varea, Raimon, Presuntos Implicados y pocos m¨¢s: solamente valencianos. Y huelga decir que los alumnos de Imagen deber¨ªan ver y analizar s¨®lo las pel¨ªculas de Cifesa. Para qu¨¦ seguir. Ni que los escritores valencianos hubieran sido extraterrestres. Como si March no hubiese le¨ªdo a Petrarca, ni Martorell el Guy of Warwick, ni Llorente a mos¨¦n Cinto Verdaguer, ni Carles Salvador a Salvat-Papasseit, ni Andr¨¦s Estell¨¦s a Pere Quart, ni Xavier Casp a Maragall, ni Fuster a Eugeni d'Ors.
Las autoridades educativas han manifestado que los profesores de valenciano, m¨¢s all¨¢ de los contenidos m¨ªnimos que figuran en este documento 'provisional' pueden programar aquellos escritores del conjunto valenciano, catal¨¢n o balear que consideren oportunos. Del mismo modo, afirman que los libros de texto vigentes pueden considerarse perfectamente adaptados a la nueva situaci¨®n, y quiz¨¢ sea as¨ª. Francamente, no veo que la Inspecci¨®n Educativa emprenda una caza de brujas: en democracia no ha habido precedentes. Los inspectores de Educaci¨®n ni son inquisidores ni les sobra tiempo para ociosidades; bastante trabajo les da la integraci¨®n de minor¨ªas y otras acuciantes realidades. Pero cualquier acto de censura, y ¨¦ste lo ha sido, enciende una traca de autocensuras con las que quiz¨¢ los alumnos acabar¨¢n por creer que los escritores valencianos han vivido encerrados en un gallinero, ajenos a los vientos del mundo y que han escrito en una lengua regionalizada y minorizada que, por eso mismo, para qu¨¦ estudiarla.
Adem¨¢s, me da la impresi¨®n que para la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua, se quiera o no, este documento ha sido un gesto feo que desluce, adem¨¢s, el documento del Pacte per la llengua que suscribi¨® el gobierno el mismo d¨ªa en que se formaliz¨® la nueva instituci¨®n. Nadie discute que establecer los contenidos educativos sea una atribuci¨®n del Ejecutivo. Del mismo modo, resulta forzado ver en el art¨ªculo 7 de la Ley de Creaci¨®n de la AVL la posibilidad de ocuparse del caso, como no sea en su apartado g): 'Las otras que, dentro del ¨¢mbito de sus competencias, le encarguen el Presidente de la Generalitat, las Cortes Valencianas o el Gobierno Valenciano'. El Gobierno valenciano no le ha encargado nada al respecto. Pero la consulta, en caso de haber existido, habr¨ªa sido una cortes¨ªa y se habr¨ªa visto como una relaci¨®n de respeto hacia esta nueva Instituci¨®n de la Generalitat Valenciana que es la m¨¢xima autoridad oficial en la materia, tanto en lo concreto como en lo gen¨¦rico. Si la Acad¨¨mia, en respuesta a tal consulta, hubiese emitido el dictamen solicitado, el consejero Taranc¨®n tendr¨ªa ahora las espaldas cubiertas en lugar de tener un frente de crispaci¨®n, abierto sin ninguna necesidad, que solamente con su experiencia podr¨¢ cerrar, aunque con dificultad. Porque se trata, como debe haber reflexionado, de a?adir al texto de la pol¨¦mica poco m¨¢s de una linea. M¨¢s o menos la que sin raz¨®n alguna han suprimido.La reciente divulgaci¨®n del decreto en el que se proponen los nuevos contenidos de la asignatura de Valenciano en ESO y Bachillerato ha suscitado una fuerte oleada de cr¨ªticas y una crispaci¨®n en el mundo educativo y editorial que podr¨ªan haberse evitado.
El borrador del decreto es una mala copia del de 1994, como les consta a los autores del plagio. No han partido de planteamientos nuevos, no han llevado a cabo reflexiones previas, no han realizado intercambios de pareceres ni han constituido grupos de trabajo con docentes experimentados. Han mantenido la misma redacci¨®n, aunque deslavazada. Tras siete a?os de vigencia del anterior, el documento 'provisional' que ahora se propone no es original en nada, a excepci¨®n de que se han eliminado de ¨¦l los nombres de los novelistas catalanes Narc¨ªs Oller y Merc¨¨ Rodoreda, as¨ª como los de los poetas Carles Riba y Salvador Espriu, m¨¢s el del mallorqu¨ªn Lloren? Villalonga. No cabe otra lectura: los responsables de la administraci¨®n educativa, se quiera o no, se han comportado como unos palmarios censores.
La falacia de su coartada consiste en esgrimir que ninguno de los cinco escritores suprimidos fue valenciano, por lo que estamos ante un nuevo episodio de esa guerra in¨²til que alg¨²n sector de la derecha local viene librando contra sus propios fantasmas, esta vez en raz¨®n del lugar de origen del escritor: una xenofobia literaria. Con la pretendida 'valencianizaci¨®n' del citado programa, a un enunciado como Formas de expresi¨®n po¨¦tica desde los trovadores a la ¨¦poca de esplendor (siglo XV) del decreto de 1994, que se mantiene igual, han a?adido el nombre de Ausi¨¤s March, que se supon¨ªa de sobras en la citada frase aunque no se mencionara expl¨ªcitamente, puesto que en la l¨ªrica medieval incluimos tanto a los trovadores (por cierto, c¨®mo los han dejado aqu¨ª, si ni uno solo fue valenciano, ya que en aquella ¨¦poca esta sociedad era isl¨¢mica, y adem¨¢s escribieron en occitano) como a Gilabert de Pr¨®ixita y Jordi de Sant Jordi (valenciano seguro este ¨²ltimo que, de hecho, no figura) junto a Pere March o a Andreu Febrer, ambos catalanes.
Entiendo que la pretendida 'valencianizaci¨®n' del programa no constituye por s¨ª misma un planteamiento desacertado; yo mismo soy partidario de ella. Pero lo que resulta pernicioso y, por lo tanto, inadmisible para el mundo educativo es pretender desgajar la historia de la literatura valenciana del ¨¢mbito com¨²n que los escritores valencianos, catalanes y mallorquines (en fin, tambi¨¦n los andorranos, roselloneses y alguereses) de todas las ¨¦pocas han compartido, puesto que han escrito en una misma lengua y un escritor no es patrimonio del lugar en que ha nacido, sino que forma parte de la cultura literaria de la lengua en la que se ha expresado. As¨ª como el chileno Pablo Neruda pertenece a la literatura espa?ola, el suizo Max Frisch a la alemana, el norteamericano William Faulkner y el ruso Vlad¨ªmir Nabokov a la inglesa, el brasile?o Jorge Amado a la portuguesa, el argelino Albert Camus y el irland¨¦s Samuel Beckett a la francesa, del mismo modo los catalanes Merc¨¨ Rodoreda y Salvador Espriu, as¨ª como los valencianos Carles Salvador o Enric Valor forman parte de la nuestra, y ll¨¢menla como quieran, valenciana o catalana, que en esa discusi¨®n no voy a perder tiempo: no es mi guerra.
Actuando a la rec¨ªproca, en justa correspondencia con el borrador del decreto que ha preparado nuestra consejer¨ªa, las autoridades educativas de Catalu?a y Baleares deber¨ªan eliminar de los planes de estudio de tales comunidades a Ausi¨¤s March, Joanot Martorell, Joan Ro¨ªs de Corella, sor Isabel de Villena, sant Vicent Ferrer, Teodor Llorente, Eduard Escalante, Vicent Andr¨¦s Estell¨¦s, Enric Valor, Joan Fuster o Rodolf Sirera: por ser valencianos, qu¨¦ caramba. (Todo un argumento: el mismo que se ha esgrimido aqu¨ª). As¨ª, Shakespeare no tendr¨ªa por qu¨¦ estudiarse fuera de Inglaterra, como Cervantes fuera de Espa?a, Homero de Grecia, James Joyce de Irlanda, Balzac de Francia, Tolstoi de Rusia o Pirandello de Italia.
Aplicando este mismo rasero resultar¨ªa tambi¨¦n improcedente que en los planes de estudio for¨¢neos figuren los valencianos que han escrito en espa?ol, como Guillem de Castro, Blasco Ib¨¢?ez, Manuel Ciges Aparicio, Rafael Altamira, Azor¨ªn, Gabriel Mir¨®, Miguel Hern¨¢ndez, Juan Gil-Albert, Vicente Gaos, Juan Chab¨¢s, Carlos Arniches, Sanchis Sinisterra o Max Aub, que fue un valenciano algo exc¨¦ntrico, porque naci¨® en Par¨ªs hijo de un alem¨¢n y una francesa y vivi¨® y muri¨® en M¨¦xico. Para confeccionar el decreto de M¨²sica, los profesores Franz de Copenhague de nuestra consejer¨ªa deber¨ªan bastarse y sobrarse con Francisco T¨¢rrega, el maestro Rodrigo, L¨®pez-Chavarri, ?scar Espl¨¢, Moreno Gans, Matilde Salvador, y quiz¨¢ Juanito Varea, Raimon, Presuntos Implicados y pocos m¨¢s: solamente valencianos. Y huelga decir que los alumnos de Imagen deber¨ªan ver y analizar s¨®lo las pel¨ªculas de Cifesa. Para qu¨¦ seguir. Ni que los escritores valencianos hubieran sido extraterrestres. Como si March no hubiese le¨ªdo a Petrarca, ni Martorell el Guy of Warwick, ni Llorente a mos¨¦n Cinto Verdaguer, ni Carles Salvador a Salvat-Papasseit, ni Andr¨¦s Estell¨¦s a Pere Quart, ni Xavier Casp a Maragall, ni Fuster a Eugeni d'Ors.
Las autoridades educativas han manifestado que los profesores de valenciano, m¨¢s all¨¢ de los contenidos m¨ªnimos que figuran en este documento 'provisional' pueden programar aquellos escritores del conjunto valenciano, catal¨¢n o balear que consideren oportunos. Del mismo modo, afirman que los libros de texto vigentes pueden considerarse perfectamente adaptados a la nueva situaci¨®n, y quiz¨¢ sea as¨ª. Francamente, no veo que la Inspecci¨®n Educativa emprenda una caza de brujas: en democracia no ha habido precedentes. Los inspectores de Educaci¨®n ni son inquisidores ni les sobra tiempo para ociosidades; bastante trabajo les da la integraci¨®n de minor¨ªas y otras acuciantes realidades. Pero cualquier acto de censura, y ¨¦ste lo ha sido, enciende una traca de autocensuras con las que quiz¨¢ los alumnos acabar¨¢n por creer que los escritores valencianos han vivido encerrados en un gallinero, ajenos a los vientos del mundo y que han escrito en una lengua regionalizada y minorizada que, por eso mismo, para qu¨¦ estudiarla.
Adem¨¢s, me da la impresi¨®n que para la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua, se quiera o no, este documento ha sido un gesto feo que desluce, adem¨¢s, el documento del Pacte per la llengua que suscribi¨® el gobierno el mismo d¨ªa en que se formaliz¨® la nueva instituci¨®n. Nadie discute que establecer los contenidos educativos sea una atribuci¨®n del Ejecutivo. Del mismo modo, resulta forzado ver en el art¨ªculo 7 de la Ley de Creaci¨®n de la AVL la posibilidad de ocuparse del caso, como no sea en su apartado g): 'Las otras que, dentro del ¨¢mbito de sus competencias, le encarguen el Presidente de la Generalitat, las Cortes Valencianas o el Gobierno Valenciano'. El Gobierno valenciano no le ha encargado nada al respecto. Pero la consulta, en caso de haber existido, habr¨ªa sido una cortes¨ªa y se habr¨ªa visto como una relaci¨®n de respeto hacia esta nueva Instituci¨®n de la Generalitat Valenciana que es la m¨¢xima autoridad oficial en la materia, tanto en lo concreto como en lo gen¨¦rico. Si la Acad¨¨mia, en respuesta a tal consulta, hubiese emitido el dictamen solicitado, el consejero Taranc¨®n tendr¨ªa ahora las espaldas cubiertas en lugar de tener un frente de crispaci¨®n, abierto sin ninguna necesidad, que solamente con su experiencia podr¨¢ cerrar, aunque con dificultad. Porque se trata, como debe haber reflexionado, de a?adir al texto de la pol¨¦mica poco m¨¢s de una linea. M¨¢s o menos la que sin raz¨®n alguna han suprimido.
Josep Palomero es catedr¨¢tico de Valenciano de bachillerato, escritor y vicepresidente de la Acad¨¨mia Valenciana de la Llengua.
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