"?C¨®mo est¨¢n sus hombres?" "Destrozados"
Los bomberos de Nueva York, que han sufrido la mayor cat¨¢strofe de su historia, son aplaudidos por los ciudadanos
Aqu¨ª, en Manhattan, se conoce a los bomberos como The Bravest. Los m¨¢s bravos, los que tienen un coraje sin l¨ªmites, los que corren en direcci¨®n al horror mientras otros huyen despavoridos. Pero su reputaci¨®n viene de largo, no se ha construido al calor del atentado dram¨¢tico de las Torres Gemelas. 'Defin¨ªs la palabra h¨¦roe y nos inspir¨¢is a todos'. La leyenda estaba escrita a mano, sobre papel amarillo, junto a la entrada del Fire Patrol 2, situado en el West 3, entre la calle Sullivan y Thomson del West Village de Nueva York. Junto a estas palabras de apoyo ciudadano y consuelo est¨¦ril, multitud de anotaciones, floreros improvisados en pivotes de tr¨¢fico y velas, velas que recordaban a los bomberos desaparecidos en la tragedia americana. Todav¨ªa, en un n¨²mero desconocido.
Fuentes oficiales s¨®lo confirman que hasta el momento el Departamento de Bomberos de Nueva York ha perdido a 350 de sus 11.500 hombres, m¨¢s del doble de las v¨ªctimas anuales contabilizadas en las tragedias sufridas en todo Estados Unidos desde por lo menos 1997. Unos han muerto, otros han desaparecido; y los que sobrevivieron al brutal atentado tendr¨¢n secuelas psicol¨®gicas para largo, seg¨²n anuncian los expertos. El 11 de septiembre hab¨ªa cerca de 400 hombres del cuerpo en lo que hoy es la zona congelada. Todav¨ªa no se sabe cu¨¢ntos sobrevivieron, o cu¨¢ntos estar¨¢n exactamente enterrados bajo las toneladas de escombros. Cinco bomberos fueron rescatados ayer entre los restos de las Torres Gemelas. Pero todav¨ªa ayer, sus compa?eros ten¨ªan motivos para la esperanza. Los servicios que trabajan en la War zone (Zona de guerra) encontraron a cinco de los suyos bajo los restos del complejo.
Nunca se hab¨ªa escrito una cifra similar en una ¨²nica cat¨¢strofe en Nueva York. La que se recordaba con m¨¢s dolor hasta el martes sucedi¨® en 1996, cuando fallecieron 10 de los 12 empleados del Departamento que participaron en las labores de extinci¨®n de un incendio en la calle 23 Este.
?C¨®mo est¨¢n sus hombres? 'Destrozados', responde Anthony, responsable de la Fire Patrol 2. ?Han recibido el apoyo de alg¨²n jefe del Departamento? 'El jefe est¨¢ muerto', dicen al un¨ªsono cuatro de los 24 empleados de ese centro. Ray Downey, que llevaba en el cuerpo m¨¢s de tres d¨¦cadas, dirigi¨® el martes la operaci¨®n desde la calle y muri¨® bajo el World Trade Center. 'Ahora mismo no estamos en condiciones de hablar con nadie, hay compa?eros muertos y desaparecidos... Estamos muy bajos de ¨¢nimo'.
Todav¨ªa ayer, dos d¨ªas despu¨¦s del atentado, The bravest no estaban preparados para relatar sus historias, describir sus sentimientos de impotencia, frustraci¨®n, odio y miedo. Porque es miedo lo que sienten en estos momentos. Terror ante la posibilidad de que el pr¨®ximo cuerpo hallado bajo los escombros sea de un compa?ero, un amigo, o quiz¨¢ un familiar. 'Nunca antes hab¨ªa visto algo similar', dice un antiguo empleado de la 22 Engine Company, de la calle Great Jones. 'Hemos perdido a algunos hombres, todav¨ªa no sabemos cu¨¢ntos'. En ese momento un veh¨ªculo del cuerpo se preparaba para salir de la estaci¨®n. 'V¨¢monos compa?eros'. ?Van a la Zona Congelada? 'S¨ª, tenemos trabajo all¨ª, mucho m¨¢s del que nunca hubi¨¦semos imaginado. Perdone, no quiero ser mal educado pero, ahora mismo, necesitamos desahogarnos entre nosotros. No queremos hablar. Nos recuperaremos, aunque no s¨¦ c¨®mo, y estaremos preparados para contarlo'.
Su trabajo se ha triplicado involuntariamente desde el martes. Deben compaginar las tareas de rescate del World Trade Center con las labores rutinarias y tambi¨¦n pelear con su moral, tan minada como la de los agentes de la polic¨ªa. Pero no han luchado solos. Miembros de los cuerpos de bomberos de otros Estados se han desplazado para ayudar en una labor infrahumana. Los Departamentos de Long Island, New Jersey y Connecticut, entre otros, han cedido sus efectivos.
Sin embargo, la ayuda no ahuyenta el fantasma del miedo. 'Cada vez que entras ah¨ª sientes la muerte y piensas que quiz¨¢ los edificios se desplomen de nuevo y esta vez no salgas vivo', confiesa un polic¨ªa tras abrirse paso entre los escombros y salir de la zona acordonada. Muchos de los que han participado estos d¨ªas en las tareas de rescate han grabado en su cuerpo la prueba de este atentado hist¨®rico. 'Hay gente, de la que est¨¢ ah¨ª dentro, que sale herida al tratar de mover los escombros', se?ala una periodista con autorizaci¨®n para entrar en la zona. Todos los que corren esta suerte son trasladados al Chelsea Pier, un antiguo muelle convertido en hospital.
Ah¨ª trabajaban ayer, justo cuando el quinto edificio de la zona se encontraba al borde del derrumbamiento. En esos momentos, de poco serv¨ªa el apoyo moral de la ciudadan¨ªa. 'Eso es mucho', se?alaba un trabajador de la 33 Engine Company. 'En el terror y en el caos, manten¨¦is la esperanza viva'. 'Gracias por ense?arnos qu¨¦ es ser americanos'. Frases como ¨¦sta presid¨ªan la entrada de las estaciones de bomberos, igual que las pancartas con las que los neoyorquinos aplaud¨ªan su labor al paso de los veh¨ªculos de bomberos hacia la Zona Congelada.
Porque el apoyo no se redujo a una cuesti¨®n moral. Los ciudadanos hab¨ªan donado m¨¢s de 10 millones de d¨®lares a las v¨ªctimas del cuerpo y algunas empresas, como The New York Times, llamaban a recabar fondos para todos los afectados por el atentado.
Mientras tanto, la ciudad se acostumbraba a vivir en la anormalidad. Nadie alzaba la voz cuando la megafon¨ªa del metro hablaba de cortes de l¨ªneas o los taxistas se negaban a trasladar pasajeros a Brooklyn por miedo a no poder volver. La polic¨ªa ejerc¨ªa un estricto control de entradas desde la avenida 14 hacia el sur de la ciudad, declarado en Estado de Sitio, sin demasiado tiempo para frenar las protestas. En la sexta avenida con Houston, un hombre mayor paseaba a un perro con una pancarta: 'Los musulmanes contra nosotros. A la mierda con todas las religiones, esto es una guerra'. Y gritaba: 'No a la investigaci¨®n. Es una guerra, se?or presidente'.
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